VALENCIA. La historia que sigue es sólo un chupito servido sobre la barra libre en la que se convirtió el gasto cultural para la Generalitat Valenciana a principios de siglo. Sus personajes, por orden de aparición: Consuelo Císcar, Irene Papas, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Pedro Almodóvar. El objeto: la ensoñación de ellas por elevar la mejor novela del siglo XX hasta el teatro. La solución: una cesión del genial autor, otro a su nivel para componer el libreto y un tercero para convertirlo en escena. El desenlace, a continuación.
La historia, cabe avanzar, ha sido publicada a retales en el pasado. Ha sobrevivido así, fragmentada, a duras penas entre rumores de viajes, dietas y el silencio más absoluto por quienes colaboraron en que el proyecto sucediera. Por sí mismo es un hito más dentro de la dispar creación del dúo Papas-Císcar, tratada en el artículo 'La Nau de las locuras' incluido en la revista Plaza del mes de febrero que hoy sale a la venta en todos los quioscos.
Sin embargo, tras meses de llamadas, encuentros baldíos, consultas en bibliotecas a la búsqueda de un libreto que finalmente "nunca existió", esta no-noticia se descarrila intencionadamente de género. No será de momento un reportaje. No revelará de momento las supuestas exigencias de estilo entre nobeles de literatura. Es, de momento, la escueta crónica de una muerte anunciada sobre la feliz y frustrada producción teatral de todos los tiempos. Es, también, una suerte de terapia a partir del work in progress.
"Es sabido que uno de los trucos narrativos de García Márquez en Cien años de soledad consiste en la enumeración caótica", publicó hace años Julio Máñez en El País para hablar de Císcar por otros asuntos. Advierto que la relación de los hechos no puede resolverse con una fórmula distinta a esa. Porque primero cabe recordar que Papas, icono cinematográfico de los 60 y los 70 y una de las 'trágicas helénicas' más recordadas, convirtió sus 180.000 euros en asesoramiento artístico para la Generalitat en una amistad de elocuentes producciones junto a la también ex directora y ex honorífica del IVAM.
El dinero público de los valencianos no parecía tener fin en los primeros 2000. Servía, sin preocupaciones por la infrafinanciación estatal, para que la región mantuviera a una corte cultural sin parangón: Peter Brook, Yoko Ono, Bigas Luna, Vangelis, Santiago Calatrava... Sus emolumentos cubrirían, una década más tarde, varias líneas de financiación en la actual conselleria de Cultura, pero por aquel entonces Zaplana no reparaba en gastos y como debía compensar a Sagunto por aquello de llevarse la Ciudad de la Luz hasta Alicante, 'compró' la idea de Papas de crear una Ciudad del Teatro (La Nau).
Y si La Nau (hoy vacía y varada) se iba a dedicar a la producción de grandes montajes, ¿cuál podía ser más ambicioso que aquel capaz de transportarnos a Macondo?
La amistad entre Papas y Císcar surgió cuando ésta era directora general de Cultura. Gestionaba buena parte del 1,8% del presupuesto de la Generalitat Valenciana, ese techo de ciencia ficción que logró alcanzar este ámbito a principios de siglo en los presupuestos. González Pons 'la retiró al IVAM' en 2003, pero la amistad mantuvo el cheque en blanco del Gobierno valenciano a su torrencial imaginario, y juntas se aprovecharon de la vieja relación que la musa griega tuvo con el escritor de Aracataca. En enero de 2004, ella misma lo logró: García Márquez aceptó la aventura por un 7% de la producción en concepto de derechos. Fue en un viaje ad hoc de Papas, transoceánico como el proyecto.
Las arcas públicas valencianas se parapetaban para financiar "un espectáculo teatral" que, para situarse al nivel al que esperaban epatar sus ideólogas, se presentó en la feria ARCO de Madrid. Entre el arte contemporáneo de compraventa, a al menos 350 kilómetros de Sagunto, a la vez que se avanzaban otros proyectos a granel como un teatro al aire libre para la ciudad romana diseñado por Manos Perrakis (600.000 euros la maqueta, nunca se hizo), las crónicas del día reflejaban a mitad de párrafo el notición literario:
"García Márquez no se implicará en el montaje teatral, aunque dará el visto bueno a la adaptación y a la dirección de la obra, que estará a cargo de un cineasta, y cobrará como derechos de autor el 7% de la producción. El proyecto está en manos de Irene Papas, amiga del Nobel, como directora de la Fundación Ciudad de las Artes Escénicas".
No fue una rueda de prensa, sino una "reunión informativa". Un happening ante los medios para desgranar ideas y proyectos con viajes, dietas y recursos de por medio. Hasta donde ha podido saber Valencia Plaza, la historia está totalmente condicionada por un hecho que, a estas alturas, pudiera parecer incontrastable: "el proyecto nunca generó un gasto para el erario público porque no se llegó a activar", asegura un ex responsable de Teatres de la Generalitat. Aunque Císcar lo 'vendiera' en esa "reunión informativa", en mitad de ARCO, los vuelos (que los hubo), las llamadas cruzando el mundo (que las hubo) y las firmas (que las hubo), no prosperaron en gasto aplicable porque "el libreto nunca existió".
Císcar presentó 'aquello' a la vez que hablaba de los ensayos para la Copa del América de 2007 o avanzaba el claim de la Bienal de las Artes 2005. Lograr que García Márquez 'nos' cediera los derechos para tal fin no exigía más que un comentario extra en aquella bendita "reunión informativa".
Como nada era suficiente con la capacidad de gasto en la estratosfera, la idea de Papas y la suya propia era que el libreto fuera cosa y causa de Mario Vargas Llosa. No bastaba trabajar desde la excelencia lo ya conseguido, sino que cabía elevar la producción teatral al nivel intergaláctico a partir de la suma de nombres. Epatar al mundo, de nuevo, se supone. Y se bregó por ello de forma tan concienzuda que la idea de Vargas Llosa y del supuesto libreto ha confundido la memoria de algunas fuentes, tan convencidas en el empeño de Papas-Císcar que desconfían de que no exista "al menos alguna copia de aquello... diría que más de una". Tan convencidas que, hasta la fecha, no se convencen de lo contrario.
Pero el libreto "nunca existió", nos han insistido quienes podrían tener responsabilidad sobre el mismo si así fuera. No hay más constancia, hasta donde ha sabido explorar Valencia Plaza, de que Vargas Llosa siquiera haya tenido conocimiento de la feliz y frustrada idea. El que sí tiene constancia, también corroborada, es el tercero y a la postre último de los agentes implicados. Si la novela más abrazada por la crítica literaria internacional iba a contar con un libreto del otro bombazo de la Lengua, quién podía ser más idóneo que el director español más internacional.
La coincidencia de la iniciativa (vuelos, llamadas, hoteles, vuelos, llamadas, firmas, presentaciones...) hizo que algunas escenas de La mala educación se rodaran en Valencia justo en aquella época. Fue en la fiesta de fin de rodaje de esta película cuando, en un abordaje similar al que pudo vivir García Márquez en Los Angeles, Almodóvar fue pretendido por Papas y Císcar para dirigir el montaje teatral.
Ese era el cineasta del que hablaba Císcar en ARCO, el que ambas tenían en mente. Estaban, cuentan, convencidas del éxito del tridente al que pocas comas podría agenciarle la crítica literaria, cinematográfica y teatral. Ni tan siquiera a colación de la financiación pública de tal proyecto. Era un proyecto idílico, incontestable y Almodóvar asintió ante la propuesta al menos verbalmente, aunque nunca trascendiera, aunque ni siquiera acabara siendo un proyecto.
Lo cierto es que el peso de ambas había empezado a diluirse. Con Císcar lejos de la dirección general de Cultura, Papas aminoró su presencia -que no su salario- hasta que fue despedida en 2005.
"Nunca hubo libreto", ni las copias supuestas aparecen en los archivos de la Fundación de las Artes que presidió Papás y que se diluyó en posteriores reintegraciones de organismos -y equipos de trabajadores públicos- en el prolongado historial de empresas de la Administración valenciana.
Es el realismo mágico, imagino. La rueda de prensa citada en ARCO sólo es una muestra de las decenas que se conservan en las hemerotecas sobre su carácter exhibicionista ante las ideas. Lo contaban todo, de forma atropellada a veces, reuniendo más titulares que presupuestos de empresas para lograr el más eficaz de los fines a partir del dinero público. Era una suma de proyectos, en cadena, y el descrito sólo uno más.
Sus colaboradores directos, los que pudieron tener contacto con el citado libreto, o bien aseguran que "nunca existió" o bien no recuerdan muy bien siquiera esta historia. Es el realismo mágico, supongo. Desde que hace meses la misma empezara a cobrar forma a partir de ideas sueltas, comentarios, algunos mensajes y más llamadas, ha sido imposible dejar de indagar en los detalles de la trama.
Algunos de esos detalles son tan banales que no merecen espacio ni en este work in progress, pero otros reconozco que distraen por completo el proceso. Empatizo con cuantos vivieron aquellos años para entender la apoplejía que les ha minado la memoria. Sucede cuando releo el programa electoral del Partido Popular en 2003, con todo el peso del binomio Papas-Císcar sobre la cultura, cuando aún eran tándem en las alturas (del gasto). El epígrafe se titula Ciudad de la Euforia y propone integrar "los mecanismos que posibiliten intercarlar los tratamientos termales con las más novedosas propuestas culturales que favorezcan no sólo la relajación y consecución de la armonía interior, sino también el desarrollo de las facultades artísticas y culturales del individuo. La ciudad de las artes del futuro, la ciudad que hace real la utopía". En Castellón. Y sin aeropuerto. Realismo mágico.
Los magistrados concluyen que las obras del citado escultor vendidas al museo eran "auténticas" y el precio que se pagó por ellas "fue acertado o en su caso muy beneficioso"