Hay pocos (cada vez menos) restaurantes en València donde comer un buen arroz.
Si además no queremos salir tiritando del tortazo en la cuenta, la cosa se complica y las opciones se desvanecen. Pero si, por alguna casualidad del destino nos ponemos exquisitos y andamos buscando un espacio urbano al que poder acceder en transporte público, bicicleta o “motosharing” y que, como diría mi querido Tipo que, goce de amplio aparcamiento, nos encontraremos ante la búsqueda del mismísimo Santo Grial. La arrocería El Portón es una de esas rarezas tan insólitas como la sangre de unicornio, un Cayetano sin fachaleco, un influencer con criterio o un piso de alquiler por menos de 1200€. Un arrocería verdaderamente única y excepcional que reúne la triple B (es buena, es bonita y es barata).
Ubicada entre dos avenidas con nombres de archipiélagos (la de Baleares y la de Islas Canarias) el restaurante que regenta Jorge de La Vega (chef) y su madre María José García se está haciendo un hueco entre intrépidos gourmets y los “rice searchers” más exigentes de la ciudad, tanto por la calidad de sus arroces como por la amabilidad de una sala que combina juventud con experiencia y destila profesionalidad y jovialidad. El espacio, que fue reformado en septiembre por el equipo de Onlyyou Design, posee ahora un aire más fresco y tiene una capacidad para 44 comensales. La terraza es, quizás, el aspecto que menos luce, ya que al estar situada en la Plaza Ascensión Chirivella rodeada de coches en una acera amplia, no invita a muchos devaneos.
El portón surgió, como casi todas las buenas ideas, de la incomodidad y la necesidad. Aquella pandemia que empujó a muchos hosteleros hace ya, madre mía como pasa el tiempo, tres años a cambiar dinámicas y propuestas en sus modelos vitales, fue la que originó que Jorge y María José dieran un giro profesional a aquella “dark kitchen” que durante 8 años les sirvió para suministrar caterings y que la falta de eventos y las restricciones les forzaron a cerrar. Ya durante el confinamiento, Jorge (cuya formación en la Escuela de Hostelería del Veles e Vents y sus prácticas en La Sucursal y La Marítima quedan patentes en el tratamiento del producto) comenzó a hacer fondos y arroces y ya que lo de los eventos tenía muy mala pinta, en un arrebato decidieron hacer de la necesidad virtud.
Lo que en un principio fue un “lo hacemos y ya vemos” rápidamente acogió a un gran número de clientes atraídos por la calidad de sus arroces: de gamba roja, de carabinero, de txuleta discarlux, de pollo conejo y alcachofas, de magret de pato, setas y foie y como no, de paella. Arroces de Molino Roca con un punto óptimo de cocción y unos fondos equilibrados, potentes y ligeros. A los arroces se les acompaña de una carta discreta con entradas para compartir: tomate valenciano, rusa, bravas, croquetas, zamburiñas, berberechos, txipis, calamar playa o andaluza, y en temporada alcachofa, boletus o alguna cosita fuera de carta. La bodega es seguramente el punto más flojo y particularmente echo en falta propuestas de alto nivel en blancos y tintos ligeros internacionales así como alguna burbuja juguetona. Poco a poco.