VALÈNCIA. Fue con motivo del 30 Aniversario del Instituto Valenciano de Edificación que esta entidad creó una exposición sobre la vivienda social en València en el siglo XX. La muestra vino acompañada de un catálogo que ahora está disponible en internet de forma gratuita. Este volumen aporta a la historia de la ciudad un atlas emocional y urbanístico con un gran valor divulgativo ya que transciende los datos técnicos para acercarse a sus habitantes y explicar cómo viven y cómo valoran sus casas.
A esto hay que unir que tal y como apunta la consellera de Vivienda, María José Salvador, Historias vividas. Grupos de viviendas en Valencia 1900 – 1980, tiene la virtud de mostrar la evolución “de las políticas de vivienda social, desde sus orígenes hasta la década de los ochenta, en la que se produce la transferencia de competencias a las autonomías”. La directora del IVE, Begoña Serrano, selecciona para Valencia Plaza diez de estos grupos de casas, edificios en algunos casos, adosados en otros, que por su peculiaridad o circunstancias fueron incluidos en el estudio y que han tenido devenires muy dispares: los hay que son alojamiento turísticos y otros que se venden como chalet de lujos, pero también algunos se encuentran en un estado decadente.
Lo explica en el catálogo la arquitecta y catedrática Carme Jordá Such en su estudio ‘La vivienda social como patrimonio moderno’. Las peculiares casitas del barrio de Pescadores en El Perellonet deben su particular estética a una cuestión práctica. Ante la carestía de hierro, las autoridades decidieron adoptar una patente británica, el denominado sistema Ctesiphon, consistente en unas cimbras metálicas desmontables que permitían construir con gran rapidez bóvedas de espesor reducido y perfil parabólico. “Se dice que la escasez agudiza el ingenio”, escribe Jordá. Posiblemente estas casas sean un buen ejemplo.
El conjunto, proyectado por Carlos de Miguel González, fue construido entre 1950 y 1953 y las casas fueron sorteadas en 1954 entre los pescadores de la zona. El grupo consta de 27 pequeñas casas de dos a tres dormitorios y una iglesia recoleta. Denominado Grupo Pescadores Marqués de Valterra en honor al impulsor de la construcción, quien las ideó desde una perspectiva de caridad, están rodeadas por las edificaciones del desarrollismo y el turismo de los años 60 y 70, y permanecen en la actualidad como una exótica y entrañable reminiscencia del pasado. Tanto que se han convertido en un atractivo turístico muy valorado y se pueden alquilar algunas en diferentes plataformas a un precio de 300 euros dos noches. La valoración de los usuarios se sitúa cerca del sobresaliente.
Ubicado en la calle Tres Forques, es uno de los más antiguos que se conservan. Construido en 1906, este conjunto centenario nació como consecuencia del incipiente proceso de industrialización de València, que había provocado una primera oleada de inmigración interior. Las viviendas fueron impulsadas por la Sociedad Constructora de Casas para Obreros, creada por el general Luis María Pando, el 3 de abril de 1902. La sociedad estaba integrada por arquitectos y médicos y contaban con capital de suscripción pública. Esta entidad impulsó barrios enteros. Cada casa tenía un coste de 3.000 pesetas de la época.
El grupo que aún hoy permanece en pie fue impulsado por el mecenas que le da nombre, Ramón de Castro, y no fue el primero sino el cuarto de la serie. Piedra, ladrillo y azulejos en el interior. Las casas fueron construidas entre 1907 y 1909 por el arquitecto José María Cortina y las inauguró la reina Victoria Eugenia en 1910, quien aprovechó su estancia en la ciudad con motivo de la Exposición Regional para hacer entrega de las llaves. En su reivindicación ha sido clave la labor del Consell València de Cultura que, hace ocho años, con motivo del centenario de la construcción impulsó una serie de reconocimientos.
Como bien la describe Vicent Molins, es uno de los hitos arquitectónicos más genuinos de València. En su declaración de intenciones la Caja de Previsión Social del Reino de Valencia asegura que la también conocida como Casa Colmena de la calle Jesús sería edificada para “dotar de confortables viviendas a familias de la mal llamada clase media, nutrida en su mayoría por obreros intelectuales”. Auspiciada por la Ley de Casas Baratas de 1925, diseñada por Enrique Viedma, fue construida entre 1929 y 1933 y comenzó a ser habitada en 1935. Estéticamente recuerda al Palacio del Viento (Hawa Mahal) de Jaipur.
Manzana cerrada con jardines interiores, quienes viven en ella como el arquitecto Carmel Gradolí destacan el hecho de que “es un lugar tranquilo, tiene un ambiente especial”. “Por la mañana oyes los pájaros y ya puede haber una verbena en la calle que no te enteras”, añade. Al estar partida en 14 patios la sensación de comunidad, dice, es menor que en otros casos como Santa María Micaela. En total son 378 viviendas, construidas con buenas calidades, y casi siempre hay alguna en venta. En los tiempos de la burbuja se llegaron a ofertar por 300.000 euros. Hace unos días se vendió una de origen por 170.000 euros.
“Siendo caudillo de España Francisco Franco, inauguró el ministro de la Vivienda Vicente Mortes Alfonso este grupo Antonio Rueda. 24-IX-1972”. Textualmente, era la leyenda que se podía leer en la placa de mármol colocada en uno de los soportales. Situado entre la avenida Tres Forques y Archiduque Carlos, es un conjunto diseñado para 1.002 viviendas subvencionadas obra de Vicente Valls Abad, Luís Marés Feliu y Joaquín García Sanz. Descrito en el catálogo como “un referente para las agrupaciones de vivienda social en València desde los códigos de la modernidad”, el conjunto obtuvo una mención en los premios del Colegio de Arquitectos de València en 1973.
Considerada como una de las últimas y más logradas actuaciones de la Obra Sindical del Hogar, se ha incluido en el Docomono. Su actual estado es mejorable, padece vandalismo y se han producido incidentes violentos en la zona, lo que ha llevado a los vecinos a reclamar más seguridad y vigilancia. Se han denunciado robos e incluso agresiones. Su nombre le fue dado por el gobernador civil franquista de origen navarro coetáneo a su inauguración y recientemente la Generalitat decidió rebautizarlo atendiendo a la Ley de Memoria Histórica. Oficialmente ahora se llama grupo 8 de marzo, en referencia al día de la Mujer Trabajadora.
Es, más que un conjunto de viviendas, todo un barrio. Nacido como respuesta a la riada del 57, el grupo fue impulsado por el Ministerio de la Vivienda dentro del Plan Riada. La primera promoción se concluyó en 1960 y fue inaugurada oficialmente por el dictador Franco durante una visita a la ciudad. El conjunto consta de 880 viviendas de 51 o 61 metros cuadrados, distribuidas en bloques de cinco alturas.
Su ordenación recuerda a los principios básicos del urbanismo racionalista. Son prismas cuya estética se podría considerar una influencia para las ciudades del escultor Miquel Navarro. El diseño fue proyectado por los arquitectos Mauro Lleó Serret, Carlos E. Soria, José Ramón Pons Ibáñez, José Antonio Pastor Pastor y Camilo Grau Soler. En internet se pueden encontrar pisos a la venta por 27.000 euros, unos 415 euros por metro cuadrado.
Son, posiblemente, las menos conocidas de todos los grupos de viviendas seleccionados por Serrano. Se encuentran en Campanar, en la calle Bergantín, en el actual barrio de Tendetes, justo a espaldas del edifico del PROP. Para levantarlas se empleó un sistema de construcción de módulos que utilizaba elementos innovadores, como resinas o poliéster. Por su carácter experimental se permitió incumplir la normativa en cuanto a alturas.
El proyecto de estas ocho viviendas era un encargo del Instituto Nacional de la Vivienda al estudio GO-DB, formado por Fernando Martínez García-Ordóñez y Juan María Dexeus Beatty. Se realizó en 1968. Para construir cada vivienda se tardaban sólo 18 horas. ¿Por qué no se hicieron más? El problema fue económico. El alto coste de producción de cada casa truncó las probabilidades del sistema. Son una rara avis.
Para muchos, el conjunto de viviendas más interesante del siglo XX en València. Obra de Santiago Artal, forma parte del catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de la revisión simplificada del Plan General Ayuntamiento de València desde 2010. Calificado como Bien de Relevancia Local, es uno de los referentes más importantes de la arquitectura moderna en València, según el IVE. El grupo contravino las ordenanzas municipales por no ocupar todo el solar. Encargo de la Cooperativa de Agentes Comerciales, proyectado en 1958 y construido en 1961, se compone de 138 viviendas.
Todas las casas son dúplex. Tienen 141 metros cuadrados de superficie construida. En la primera planta se encuentra la zona común, con la cocina y el salón comedor, mientras que en la segunda se hallan los dormitorios. Una de las virtudes del complejo es su sentido de comunidad. La existencia de un único portal y puntos comunes, ha hecho que sus habitantes establezcan lazos de cercanía. En un documental hecho por el IVE dentro del estudio de estos grupos de viviendas, una de las vecinas de Santa María Micaela, María López, alude al hecho de que hay un constante trasiego de familias, que van y vienen. “La gente viene cuando los niños son pequeños y después, cuando los niños crecen, se marchan a otro sitio”, dice. Esto hace que el complejo haya ido renovando sus habitantes. Hay alguna vivienda a la venta con un precio que ronda los 200.000 euros.
Concluido en 1954, el conjunto fue promovido por Renfe para sus empleados en una parcela de la ya desaparecida Estación Central de Aragón. Creado por Fernando Ruiz Jaime, su fachada principal recae al inicio de la avenida de Aragón y se halla a apenas unos centenares de metros de Mestalla. Su aspecto exterior, de un dignísimo y esquemático neorracionalismo es, en palabras de su autor, consecuencia directa de su distribución y ordenación en planta.
Son viviendas muy pequeñas, apenas 73 metros cuadrados, pero por su buena ubicación están muy cotizadas. Una de las pocas que está a la venta se oferta por 170.000 euros, aproximadamente 2.329 euros el metro cuadrado. Liberado de la estación, el conjunto, que por si fuera poco da a la prolongación del Paseo de la Alameda y el viejo cauce del río Turia, disfruta de hallarse en un enclave privilegiado. Su único talón de Aquiles, la constante presencia del tráfico por la cercanía de la autovía a Barcelona. Pero no incordia más que en otras partes de la ciudad salvo los días de partido del Valencia.
No se puede hablar de arquitectura del siglo XX en València y no acudir a Javier Goerlich. Entre agosto de 1947 y noviembre de 1948, entonces Arquitecto Mayor del Ayuntamiento, redactó el proyecto para construir esta agrupación singular de 140 viviendas protegidas, dispuesta en manzana cerrada, con un patio ajardinado interior, fragmentado en dos por una pequeña escuela y que es accesible únicamente desde los testeros, incluso al tráfico rodado. La sobria edificación estaba destinada a familias afectadas por las reformas emprendidas en el casco antiguo de Valencia, que las podrían adquirir tras un periodo de amortización de 40 años, según explica la Guía de Arquitectura de Valencia.
Son viviendas experimentadas en otras agrupaciones anteriores que, en este caso, responden a cinco tipos distintos con superficies que oscilan entre 72 y 76 m2 útiles. Recientemente han sido objeto de un gran polémica porque la concejal de Participación Vecinal y Migraciones del Ayuntamiento de València, Neus Fábregas, de València En Comú, ha abierto un conflicto con los vecinos del barrio de Aiora a cuenta de la ubicación de un centro de acogida para migrantes en el antiguo colegio. El conjunto ha sido analizado profusamente por el arquitecto Tito Llopis. La plaza interior, que se llamaba Federico Mayo, con la Ley de Memoria Histórica ha cambiado su nombre y se llama Javier Goerlich.
Cierra la selección el grupo de vivienda social más exclusivo de València. Exclusivo por los devenires del urbanismo de la ciudad. El conjunto de 19 chalets ubicados en el arranque de números impares de la avenida Blasco Ibáñez, diseñados por el arquitecto Enrique Viedma para la Asociación de la Prensa, y su hermano solitario en el número 16 de la avenida Blasco Ibáñez de Valencia, esquina con la calle Severo Ochoa, son como un rescoldo del pasado. Dos de ellos albergan escuelas de idiomas.
Es casi un accidente que hayan podido sobrevivir a la presión urbanística. Pero lo han hecho y ahora se cotizan como viviendas de lujo. Uno de los que da a la calle Jaume Roig está a la venta por 1,58 millones de euros, a 6.695 euros el metro cuadrado. Para los primeros que se construyeron se pidió licencia en el año 1931. El que permanece en la margen derecha, y que sus propietarios han solicitado en varias ocasiones permiso para derribarlo y construir un edificio, fue acabado en 1945.