Primero cerró Merkato, luego el Mercado de San Valero y ahora Amics del Carmen pide el cese inmediato de la actividad en Convent Carmen. ¿Qué pasa en València con los espacios gastronómicos?
Ruido y terrazas. Son los dos talones de Aquiles de la restauración en nuestra ciudad. Los principales quebraderos de cabeza tanto de hosteleros, responsables de cumplir la normativa, como de los vecinos, que en ocasiones tienen que soportar situaciones desagradables. Para velar por el equilibrio entre ambos colectivos la policía realiza inspecciones diarias a los establecimientos. La mayoría de denuncias tienen que ver con incumplir el horario de cierre, tener ambientación musical sin la correspondiente autorización o no presentar el seguro de responsabilidad civil. Las dos primeras afectan, sobre todo, a locales de ocio nocturno. Son las más graves, luego existen otras, leves, a las que se suelen enfrentar los empresarios de hostelería relacionadas sobre todo con no tener visible alguna de las hojas que la ley obliga exponer en el local: cartel de hojas de reclamaciones, cartel de prohibido fumar o del horario. Las terrazas también son causantes de numerosas sanciones, desde no exponer la licencia de la terraza en un lugar visible, no pintar la superficie autorizada o exceder los metros permitidos para dicha terraza.
Y entre medio de todo esto están las leyes, algunas muy claras, otras no tanto. Algunas estatales, otras autonómicas y otras que dicta el Ayuntamiento, como las terrazas. El cuarto actor es la Administración. El Ayuntamiento en caso de infracción leve, la Generalitat en los casos graves o muy graves. Sobrevolando por encima, el quid de la cuestión. ¿Dónde está el equilibrio para una convivencia pacífica entre bares y restaurantes y vecinos?
Amics del Carmen, la asociación de vecinos y comerciantes del barrio, solicitaba la semana pasada el cese inmediato de la actividad de Convent Carmen y anunciaban que presentarán una demanda. La entidad alega razones "singularmente graves" para fundamentar su petición de cese como "no haber protegido el valor patrimonial del antiguo convento de San José, y no haber evitado las obras que han transformado el jardín en un restaurante al aire libre" o "no aplicar la normativa sobre contaminación acústica que prohíbe nuevos locales y no proteger la salud y el derecho al descanso de los vecinos". Desde Convent Carmen se muestran sorprendidos y no entienden bien lo que quiere la asociación. "Nosotros vamos a abrir un hotel, pero en lugar de que se extractivo, decidimos que fuese contextual, quisimos que el jardín del hotel estuviera abierto a todo los ciudadanos, para que lo pudiera disfrutar la gente del barrio y la de fuera. Si nos piden que lo cerremos, acabará siendo solo para los turistas que se alojen en el hotel. Desde que abrimos hace un año hemos hecho 240 eventos culturales, no es solo un espacio gastronómico, es un espacio socio cultural y creo que enriquecedor para el Carmen y sus vecinos", explica Santiago Máñez, uno de los responsables del proyecto.
Es el enésimo episodio que enfrenta dos formas de entender la ciudad. No será el último ni el penúltimo. Merkato fue clausurado el pasado mes de marzo debido al ruido que ocasionaba a los vecinos al parecer por un deficiente aislamiento acústico y también por no haber presentado la declaración responsable para abrir el local. Según fuentes consultadas de la Administración, el ruido y la molestia eran reales y lo que en un principio iba a ser un mercado de productos de calidad con posibilidad de degustaciones, terminó siendo un restaurante ubicado en una zona donde no ya no se pueden abrir restaurantes. Por su parte, el Mercado de San Valero, que en dos semanas cumpliría un año, lleva cerrado desde el mes de agosto. Las razones esgrimidas por el Ayuntamiento, incumplir la la ley en materia de accesibilidad (no tenían rampa de acceso para personas con movilidad reducida) y no contar con la autorización adecuada para hacer uso de la cocina. La empresa propietaria del espacio gastronómico anunciaba en sus redes sociales que cerraban por vacaciones y aprovechaban “para hacer obras y mejorar nuestro servicio”. Están en trámite de subsanar estas irregularidades y esperan poder volver a abrir, pero desde alguno de los puestos del mercado califican el cierre de "político" y se quejan de que no se les notificó previamente.
En un lado de la balanza están los empresarios, que invierten, arriesgan su capital, dan trabajo y crean servicios que revierten en en la sociedad; en el otro los vecinos que denuncian la gentrificación y turistificación de los barrios y cómo está empeorando la vida de la población. Y la pregunta del millón, ¿cómo lo solucionamos? “Sobre todo este asunto planea el concepto de NIMBY, que responde a las siglas inglesas de Not in my back yard (no en mi patio trasero). Sí, quiero servicios, cultura, turismo y que haya trabajo en mi ciudad, pero que todas esas instalaciones estén lejos de mi casa”, explica una fuente municipal experta en el tema. “Esta ciudad vive de la hostelería y del turismo. Si no existe proporcionalidad en la norma, si la Administración no es clara y no agiliza los trámites, si no se arregla esta selva normativa, los inversores van a huir de Valencia. Ya están cogiendo miedo. No saben si van a poder invertir o no, así que se marchan a otras ciudades. Hay que tener claro que detrás de todos estos espacios, hay muchos puestos de trabajo: albañiles, electricistas, camareros... ”, afirma.
¿Es fácil cerrar un local de restauración en Valencia? “Hoy por hoy, sí, Se están parando inversiones. Cualquiera dice, esto no me viene bien, y se para la cosa”. ¿Qué hacemos, entonces? “La norma se puede interpretar de muchas formas. O te corto la uña o te corto la mano. El tiempo para subsanar cualquier irregularidad es clave. Un cierre de un local te deja noqueado para toda la vida”, explica. Según este experto en licencias, es necesaria una mayor tolerancia. “Tolerancia proviene de tolere que significa tocar. En la ciudad todos nos tocamos y pensar que no nos vamos a tocar y a molestar de vez en cuando es un error. Queremos vivir en una ciudad con todos los servicios, pero que nada nos moleste. Eso no es posible. Todas las actividades económicas que tienen lugar en la ciudad nos benefician a todos. Hacer otra cosa es matar a la gallina, además cuando hay un problema real, cuando hay ruido y molestias reales, por supuesto que se debe actuar y se actúa”.
“Si el Ayuntamiento decreta el cese de actividad, el empresario tiene un tiempo para subsanarlo, pero el problema es que una vez se ha subsanado, la Administración tarda meses en dar una respuesta y permitir que vuelvas a abrir. Es un problema que está a la orden del día”, señalan desde el departamento jurídico de la Federación de Hostelería de Valencia.
Desde la Federación ofrecen asesoría jurídica a sus asociados para evitar cualquier sanción. “Tenemos una check list para que los locales comprueben si cumplen con todas las obligaciones legales. Les informamos de la normativa en cuanto a cartelería, a terrazas, a toda la documentación que les va a solicitar en una inspección”, explica su abogado Rafael Ferrando. Desde la organización trabajan para evitar las situaciones que se pueden originar entre hosteleros y vecinos. Han propuesto al Ayuntamiento crear la figura del Alcalde noche, para tratar los conflictos originados por el ocio nocturno y las terrazas, también proponen que haya mediadores sociales para los fines de semana. “Nosotros pedimos que se sancione a la competencia desleal, porque la mayoría de locales sí que cumple las normas y si no es así, la situación termina con medidas drásticas como el ZAS. Eso no es bueno para nadie. Abogamos por la prevención. Si una zona nueva empieza a despuntar, como ahora mismo está ocurriendo con el Cabanyal, hay que prevenir y actuar. Le hemos pedido al Ayuntamiento que exista una planificación urbanística, que se delimite una distancia entre locales de hostelería para que haya un barrio diversificado, con bares y comercios de otro tipo, para evitar que pase como en el Carmen o en Ruzafa . Se debe intervenir antes”, añade Ferrando.
Es un problema más importante de lo que parece y complejo de resolver. Nos cuentan que los vecinos del distrito donde próximamente abrirá el Mercado de San Vicente ubicado en la antigua Imprenta Vila, un mercado gastronómico donde también se instalará un coworking para 900 personas, ya han empezado a organizarse para poner impedimentos. Antes de que abra.
Eso sí, queremos una ciudad que esté viva, con oportunidades, que atraiga, que se parezca a Berlín, pero por favor, hagan lo que hagan, not in my back yard.