Creatividad

Gallina Negra

Óscar Merino y Alba Serrano

Sigue cacareando de forma notable y con el plumaje más brillante aún esta gallinita.

Uno de los pocos restaurantes del turistificado barrio de El Carmen en el que la oferta habla de una cocina propia, libre y estudiada. Un par de mesas en su terraza, ubicada en la tranquila calle Roteros, es la antesala al interior sencillo y algo ecléctico.

La creatividad es la medida de todas las cosas y, por eso, Javier N. Renovales la imprime según su criterio. Quien avisa no es traidor: «no creemos en fronteras de ningún tipo: ni sociales ni culturales ni geográficas y, menos aún, gastronómicas». Dicho de otra forma, en la propuesta de Gallina Negra se mezclan técnicas, productos y salseos de aquí y de allá, pero sin pasarse. Cada vez más, predominan las materias primas centrales de proximidad por encima de los ítems de importación.

En confianza: Más que evolucionar, Gallina Negra se ha elevado, aunque las gallinas no son aves de altos vuelos. Esta subida les ha llevado por los derroteros de los menús cerrados (Cobardes y gallinas, de cinco pases, y Huevos de oro, de ocho). Como sucede en muchos proyectos, unos inicios timoratos que devienen en exitosos se transforman en el reinado de los menús degustación, guste o no. Para contrastar, la carta de bebidas ocupa varias páginas y, al igual que los menús, promete un viaje bien programado de la mano De Alba Serrano en el que no hay redundancias ni pasos a destiempo.


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¿Qué pido?

Gallineta soasada, boniato y suquet