VALÈNCIA (VP). El año 2022 arranca con una elevada volatilidad y altas dosis de incertidumbre que van a representar un desafío para el inversor. En este escenario, el debate que vuelve a estar sobre la mesa es si al inversor le merece la pena escoger un vehículo de gestión activa o, por el contrario, es preferible que traslade sus ahorros hacia un vehículo de gestión pasiva y aceptar directamente la rentabilidad que le proporcione el índice representativo de mercado, lo cual, típicamente, supone someterse a una mayor inercia de mercado (realmente algo menos de rentabilidad que el índice si consideramos los costes).
La gestora independiente de fondos sostenibles Nao Sustainable Asset Management - calificada con 4 estrellas según el rating Morningstar- ha realizado un estudio in house para analizar el comportamiento que han tenido, durante los últimos 3 años, 10 fondos de gestión activa con una política de inversión muy similar -renta variable euro- y que, según la normativa europea de divulgación, el SFDR, aplican el análisis de riesgos ESG desde las capas más internas de su selección de valores (son artículo 8 y tienen sesgo ESG); y, posteriormente, compararlo con 2 de los índices más popularmente replicados por los vehículos de gestión pasiva acordes a dicha política de inversión: el EuroStoxx50 ESG Net Return y el MSCI Europe ESG Leaders.
A la vista de los datos arrojados por este análisis “hemos obtenido unos resultados muy interesantes al comprobar que 9 de los 10 fondos sacan una volatilidad inferior a la de mercado y 6 de los 10 fondos dan retornos mayores que el mercado por unidad de riesgo”, señala Sergio Luján, responsable de Reporting & Investor Attention en Nao SAM.
Luján continúa desgranando las conclusiones de este estudio “en los últimos 3 años, la gestión activa ha premiado mejor al inversor -señala- por los riesgos tomados que la gestión pasiva, al menos en lo que respecta a renta variable euro con sesgo ESG”. Por eso, respecto a estos resultados, “el inversor no puede negar que la relación rentabilidad-riesgo que ha ofrecido la gestión activa en los últimos años es bastante más atractiva que la que ha ofrecido la pasiva, pese a que en un escenario con horizonte temporal más grande y con mayor volatilidad a cambio, podría concluir que prefiere decantarse por la gestión pasiva en busca de una rentabilidad quizá superior en promedio”.
El experto apunta los motivos de estos buenos resultados de la gestión activa frente la pasiva “probablemente se deben, en parte, a una mejor adecuación de la selección de compañías y el timing a las condiciones de mercado”. Pero más allá de las ventajas convencionales, y, centrándonos en el universo ESG, señala que “la profundidad con la que se estudia el potencial impacto de los factores de sostenibilidad en las valoraciones empresariales suele ser mayor en la gestión activa, donde un equipo de profesionales ajusta la cartera de forma dinámica a su juicio, y no es un índice bursátil quien dictamina cuáles son las compañías que entran y salen de la cesta de valores”.
Y es que frente a la gestión pasiva que ajusta los criterios de inversión en base a unos filtros de sostenibilidad mecánicos, la gestión activa va mucho más allá en la medición y control del riesgo ESG, puesto que se permite aplicar estrategias basadas en monitorizar y proyectar los avances que realizan las compañías en lo que respecta a métricas numéricas y cualitativas, “e incluso, en algunos casos, proporcionar un feedback a las empresas para apoyarlas en la implementación de mejoras” apunta Luján.
El inversor que realmente busca invertir en empresas con propósito debe virar su foco hacia la gestión activa. “Los vehículos indexados con la etiqueta sostenible -apunta Sergio Luján- poseen una gran carencia en lo que corresponde a la parte social y de gobernanza del análisis ESG, y no aportan demasiado valor respecto a la gestión tradicional en cuanto a delimitación del riesgo que asume el inversor”. De acuerdo con esto, la gestión activa permite desmarcarse de las estrategias básicas de exclusión, screening basado en normas, inversión temática y best in class, subiendo de nivel el ahorro responsable aplicando estrategias de integración, diálogo activo y activismo accionarial.
Un ejemplo muy visual de todo ello es el hecho de que la gestión pasiva puede comparar adecuadamente la cantidad de emisiones de Co2 que generan dos negocios, “pero no puede medir la calidad de una política de remuneración o de un sistema de votaciones corporativo, cosa que sí es factible para la gestión activa”, concluye.
Las estadísticas publicadas en los últimos meses apuntan varios hechos significativos: de entre 2 y 3 de cada 10 dólares invertidos este año en IIC se han ido a fondos ESG, el crecimiento del volumen de activos gestionados es de doble dígito, y el patrimonio ubicado en este tipo de inversión ya representa el 20% del total en lo que a casas de asset management españolas se refiere.
Una cosa, sin embargo, no cambia, y es que el fondo soberano de pensiones noruego sigue siendo un referente en todo lo que tiene que ver con el ahorro responsable, “es la prueba de que hacer inversiones rentables, velar por el futuro colectivo, y garantizarnos un nivel de recursos que nos permita amortiguar contingencias futuras como la vejez, es perfectamente compatible y se puede llevar a cabo tanto desde familias y empresas como desde el propio Estado”, concluye Luján.