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apuntes sobre la ciudad (5)

La corona de huerta: desesperanza y desarraigo

La corona de huerta: orgullo obrero. Incluye los distritos de Benimaclet (Benimaclet y Camí de Vera), Rascaña (Els Orriols, Torrefiel y Sant Llorenç) y Benicalap (Benicalap y Ciutat Fallera).

17/05/2019 - 

VALÈNCIA. Lo cuenta el novelista Joanjo Garcia. Cuando estudiaba Historia en la universidad trabajaba en un videoclub del barrio de Orriols. Eran los tiempos en los que “poco menos había que llevar un análisis de sangre para hacerte socio”, ríe. Un inmigrante africano y su hijo entraron al local y le preguntaron qué debían hacer para alquilar una película. Cuando les planteó las necesidades, dni, esto, lo otro, el inmigrante entendió que no podía. A García le dio pena la cara de desilusión del chiquillo y decidió hacerles socios pese a que no tenían los papeles necesarios para ello. Al poco tiempo, cuando dejó el videoclub para irse a otro trabajo, el inmigrante al enterarse “lloró”. Él era poco menos que su primer amigo en València; le perdía cuando acababa de conocerlo.

Orriols pertenece al distrito de Rascanya junto a Torrefiel. Una parte del barrio es conocida como Barona por el promotor que impulsó una serie de viviendas baratas de mala calidad muy típicas de la zona; ninguna de ellas tiene bajo, por lo que aparcar por aquí es una tarea ardua. Se percibe una fuerte presencia foránea, como sucede en sus dos distritos vecinos, Benicalap y Benimaclet. Rascanya es el tercer distrito con mayor porcentaje de inmigrantes, un 15,5% del total de vecinos. De estos 1.907 proceden de África y Magreb y 2.361 son sudamericanos. La presencia extranjera ha hecho que Rascanya y Benicalap sean los dos distritos con una media de edad más baja de la ciudad: el primero, 42 años; el segundo, 42,2. Sin embargo este dato oculta otra realidad de los tres, y es la numerosa población mayor. En Benicalap más de un 3% de las mujeres superan los 80 años.

La composición demográfica habla de una comunidad con unos ingresos muy modestos. Las nuevas incorporaciones al Nou Orriols, con las edificaciones del entorno de Duque de Mandas, y las de Nou Benicalap, entre la avenida Ecuador y la avenida Juan XXIII, con fincas modernas con grandes áticos, han supuesto una revitalización de la vida cotidiana. Aún así, el porcentaje de personas con estudios por encima de bachiller o similares es de los más bajos de toda la ciudad. Sólo el 34,5% de la población de los tres distritos tiene esta capacitación. Hay mucha inmigración española de los años sesenta y setenta, mucho vínculo con Castilla-La Mancha (más de un 7% de la población de Benimaclet nació en la comunidad autónoma vecina) y, sobre todo, un alta densidad poblacional en los tres distritos. Y eso que hay PAI’s pendientes. Sólo en el de Benimaclet se aspira a construir 1.350 nuevas viviendas.

Si algo define también a estos distritos es la vivacidad y dinamismo de sus asociaciones de vecinos, muy activas y muy preocupadas por la realidad que les circunda. La de Orriols, por ejemplo, que preside Maika Barceiro, cuenta con más de 1.000 afiliados y, además de cuestiones formativas, organiza actividades como la Semana Cultural, homenajes a vecinos centenarios... La de Benicalap, que lidera José Bellver, llega incluso a repartir alimentos haciendo asistencia social. Reclaman por necesidad, porque su contexto es pura supervivencia. Así, Barceiro relata por ejemplo que algunos de sus asociados no pueden ni pagarse determinados medicamentos. “Tienen que elegir entre eso o pagar el alquiler”, explica. En la búsqueda de soluciones se organizan charlas sobre co-housing. Este martes mismo se reunieron con representantes de la cooperativa sin ánimo de lucro Resistir. “Nuestros mayores no tienen dinero para ir a residencias, sufren desarraigo, soledad. Queremos envejecer entre amigos y amigas, en nuestro propio barrio. Tenemos suelo público que puede cederse con este fin”, reclama. 

Los cuatro años del Govern de la Nau han supuesto una leve mejoría con respecto a los gobiernos del PP. Así  lo cree Barceiro, quien de todos modos expresa matices a algunas actuaciones y al balance global de esta legislatura que ya acaba. Por ejemplo, la obra que arregló el solar de la ermita de Orriols fue “un quiero y no puedo”, según la describe. Porque sí, la plaza quedó muy bonita, ya no es un solar para aparcar coches, pero no tiene “aparcamiento subterráneo”. Y aparcar, ya se ha dicho, es una odisea que no tiene ninguna gracia cuando alguien regresa a su casa tras una dura jornada laboral en un polígono.

Con ideas pero inexpertos; con voluntad, sin escuchar

Como paradigma de la actuación del tripartito formado por Compromís, PSPV-PSOE y València En Comú, Barceiro menciona a Jordi Peris, portavoz de esta última agrupación al principio de la legislatura y que en la actualidad se integra en las listas de Compromís al Ayuntamiento como independiente. “Tenía muy buenas ideas pero muy poca experiencia; buena voluntad, pero no escuchaba mucho”, resume. Barceiro critica también algunas medidas políticas desarrolladas por los regidores del Govern de la Nau y en especial por los cambios en la EMT. “Parece que [los concejales] no vivan en ningún barrio, que pasen por ellos en bicicleta”, dice.

La mayor preocupación del consistorio por sus avatares, que nadie niega, no se ha traducido en un cambio considerable. Algunas mejoras en índices económicos cabe más atribuirlas a las nuevas fincas de Nou Benicalap y Nou Orriols, cerradas en sí mismas, con sus zonas comunes, que a una situación general. En los tres distritos se contabilizan 128.949 personas, pero mientras Benicalap y Rascanya han crecido, Benimaclet, que aún espera su PAI, se mantiene por debajo de 30.000 personas. 

Algunas de estás nuevas viviendas han sido ocupadas por catedráticos, profesores de universidad, personas de un mayor nivel adquisitivo. También hay futbolistas. Juanfran o Albiol, por ejemplo, tienen a su familia en la zona. Esto da pie a una situación paradójica. La realidad de los vecinos de Duque de Mandas en el Nou Orriols, por ejemplo, no tiene nada que ver con la de los vecinos de la calle San Juan Bosco, a apenas unos centenares de metros. Sus necesidades son dispares.

En las zonas más deprimidas, las históricas, la vida sigue estando en muchos casos al borde de la básico y el futuro es cualquier cosa menos prometedor. Eso se percibe claramente en algunas calles de Benicalap. “Aquí no busques un joven un viernes por la tarde porque no hay nada para ellos…”, comenta José Bellver, presidente de la asociación de vecinos de este barrio. “Bueno, sí, tienen un sitio donde ir”, ironiza: “las salas de juegos y casas de apuestas”. Es la única forma de ocio que queda en la zona. “Antes teníamos cuatro cines y ahora no hay ni uno”, dice Bellver. El libre mercado ha sustituido sueños a 24 fotogramas por segundo por promesas de beneficios 5 a 1.

“Todas las semanas te enteras de un robo”

Las carencias abarcan prácticamente todos los aspectos. “No hay nada para ayudar a las señoras mayores, no hay para los ancianos, faltan colegios públicos, un instituto…”, enumera Bellver. “Tenemos colegios que no se pueden llamar así por la falta de medios. Y encima el Nou Mestalla está sin construir ahí”, recuerda. La conflictividad social sigue presente. “Todas las semanas te enteras de un robo, que si una cadena, que si un bolso…”, explica. Con todo, Bellver admite que ha habido una cierta mejoría a años recientes, menor conflictividad quizás, pero ni mucho menos es una situación ideal.

Algo parecido sucede con la ocupación de inmuebles abandonados. La situación no es tan grave como hace un par de años, pero siguen existiendo muchas viviendas ocupadas. Y, sobre todo, la pobreza, la necesidad. Porque su asociación sigue teniendo que dar de comer a muchas familias en exclusión social. El incordio que supone para muchos el denostado carril bici de la avenida Burjassot es el menor de sus problemas. ¿Quién se puede preocupar en protestar por un carril bici cuando está a punto de ser desahuciado? 

Porque en Benicalap la crisis no ha desaparecido. Ni en Rascanya. La crisis forma parte de su identidad. El carril bici no es, ni de lejos, su primer problema. En el barómetro municipal de abril el paro y la limpieza ganan por mucho. Es más, en Rascanya preocupan antes el urbanismo (aparcamiento), los políticos y la convivencia que el carril bici; en Benicalap, el tráfico, el urbanismo y la convivencia; y en Benimaclet, la economía social.

Foto: KIKE TABERNER

Tampoco parece que la inversión en la recuperación del numeroso patrimonio de la zona haya sido muy dinámica. A excepción de la Alquería del Moro, no se sabe nada de los trabajos para la Alquería de la Torre o sobre La Ceramo, donde ha habido buena voluntad, se ha movido ficha para protegerla, pero no se ha hecho nada en concreto. La fábrica lleva abandonada 27 años, recuerda César Guardeño, de Círculo para la Defensa del Patrimonio. El expediente para recuperarla, seis, de los cuales cuatro son con el nuevo ayuntamiento.

“En los últimos cuatro años, y solo tras recibir varias recomendaciones del Síndic de Greuges, se han llevado a cabo los trabajos de desescombro, la toma de datos, las obligatorias y necesarias medidas precautorias, así como la realización del inventario con todos los elementos existentes de valor etnológico”, explica Guardeño. En octubre de 2017 se entregó el Estudio histórico de la antigua fábrica de tejas y mayolicas La Ceramo que encargó el Ayuntamiento y que sigue guardado en un cajón a la espera de que se ejecute la rehabilitación. “En estos momentos desconocemos si se han redactado el proyecto de rehabilitación y usos y en qué estado se encuentra la famosa permuta que se anunció a bombo y platillo en los medios de comunicación”, añade; “no sabemos si se ha llevado a cabo o está paralizada”. Las últimas noticias en prensa son de finales de 2017, recuerda.

Homogéneamente heterogéneos

Los tres distritos, geográficamente, son la corona de huerta de la ciudad, la que linda con Alboraia, aunque la huerta sea ya casi un paisaje extraño para muchos jóvenes, algo así como el límite de la ciudad. La característica principal que definía a los tres distritos, apunta Garcia, había sido históricamente el mantenimiento de una población vinculada al campo y mezclada con la emigración de los setenta. La construcción del Nou Orriols, que ha gentrificado Rascanya, el impacto todavía por evaluar del Nou Mestalla, y la llegada desigual en cada barrio de contingentes migratorios extracomunitarios han desdibujado la homogeneidad de esta parte de la ciudad, explica. Todo se resume en la paradoja de que su homogeneidad ahora es su heterogeneidad, algo de lo que dan fe las iglesias que ocupan las naves de Ciutat Fallera, los bajos de Torrefiel u Orriols, desde hace años.

Eso en un contexto en el que todos estos barrios todavía comparten unos rasgos principales desde su nacimiento: escasez de espacios públicos y deficiencia de dotaciones municipales. “Pero también se detecta una falta de integración de esta periferia con el centro de València y una falta de planificación respecto al paisaje de la huerta”, advierte. El modelo del centro de la ciudad, de los huertos urbanos casi de ocio, no tiene mucha lógica aplicarlo tal cual en una barriada con necesidades tan acuciantes. 

En este sentido, Garcia apunta a la carencia de plazas, plazas que ayuden a encontrarse a la gente, plazas que reúnan a los vecinos, que hagan pueblo, ciudad, como más prioritario. La trama urbanas son líneas que se cruzan sin dejar prácticamente aire, calles sin árboles. Menos en Benimaclet, donde la comunidad universitaria ha rejuvenecido la barriada, donde hay locales de ocio donde se realizan conciertos, exposiciones y hasta monólogos, en la corona de huerta la sensación es de periferia. Aquí acaba València.

El otro gran reto quizá es la integración. Esta idea sobrevuela precisamente en la última novela de Garcia, Insurrectes de res (Sembra Llibres). Garcia cree que es la sociedad en general la que debe cambiar la mirada y pide que no se centre el debate en esto, no de una manera alarmista. “Contra quien quiere problematizar esta realidad debemos reivindicar un nuevo modelo de ciudad descentralizada que apueste por la cohesión, también en el terreno urbanístico, con planes ambiciosos de intervenciones sobre los espacios vacíos —solares y edificios abandonados—, fomentando el tejido sociocomunitario y la inversión en infraestructuras educativas”, sostiene. “Mejorar la fisionomía de estos barrios pasa por romper el modelo centro-suburbio sobre el cual se ha gobernado la ciudad. Pasa por crear un relato e identidad ciudadana en las calles de Benicalap o Orriols y rescatar estos barrios de la sensación de desesperanza y desarraigo”, dice.

Ganan PSPV y Compromís 

Por el momento la desesperanza no ha significado un incremento significativo de los votos a la extrema derecha que representa Vox. Cierto es que la formación verde ha superado a Unidas Podemos en las últimas elecciones autonómicas, pero el PSOE-PSPV ha sido la primera fuerza en Rascanya y Benicalap por delante de Compromís, con una considerable recuperación de escrutinios con respecto a 2015. La lista de Mónica Oltra, por su parte, superó en Benimaclet al PSPV. Tanto PP como Ciudadanos quedaron muy atrás. La victoria de la izquierda se da por segura, así como la suma de votos.

García es optimista. Ha vuelto al barrio y ve indicios de que se está gestando una época que puede ser buena, si las instituciones ayudan a estos barrios obreros como merecen, y recuerda una anécdota de hace unos años. Coincidió en la oficina de Correos con dos chicos inmigrantes africanos que hablaban un idioma que no pudo distinguir. Uno de ellos llevaba una camisa del Valencia CF y el otro una del Levante UD, cuyo estadio es una de las señas de identidad de Orriols. “Cuando llegan las Fallas, ves que algunos inmigrantes compran las banderas de las comisiones con ilusión, y no como los locales, que las compran por compromiso”. Quieren hacer barrio, quieren ser ciudad. Es más que un primer paso.

Foto: KIKE TABERNER

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