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Un recorrido por las fortificaciones de época musulmana que se elevan al paso del río

La ruta de los castillos del Júcar/Xúquer: de Jalance a Cullera

21/01/2023 - 

VALÈNCIA. El prolífico escritor y montañista Rafael Cebrián Gimeno sigue, a sus 88 años, sentando cátedra en sus conferencias. El brillo de su mirada confirma que su mente se halla poblada de parajes, fortificaciones, ríos y, en general, todo aquello que configura la morfología del ámbito rural de la Comunidad Valenciana. Su acerada memoria atesora toda suerte de los datos recopilados en sus incontables rutas senderistas, siempre marcadas por la contemplación, la fotografía y la investigación.

Por ese motivo cuando habla, quien escucha lo hace absorto en sus palabras. Y cuando explica, cada detalle da pie para profundizar en una charla posterior.  Tampoco se prodiga en actos. De hecho, el que protagonizó recientemente en la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV), organizado por la sección, en la provincia de València, de la Asociación de Amigos de los Castillos, puede considerarse como una feliz excepción.

Habló sobre una geografía que le apasiona y que ha estudiado casi al decímetro, la del río Xúquer (o Júcar en su curso alto, en el tramo de habla castellana), y, más en concreto, sobre las fortificaciones que lo circundan y custodian entre los municipios de Jalance y Cullera. Respecto a ellas ha dejado un legado escrito, el libro titulado Las fortificaciones del Júcar en la Comunidad Valenciana.

Se trata de un territorio salvaguardado por alrededor de una docena de fortalezas de origen musulmán, que ha ejercido de frontera natural. Metafóricamente (en el pasado sí que fue una realidad, aprovechada por el negocio maderero), el escritor navega a lo largo de 130 kilómetros hasta desembocar en el Mediterráneo.

Inicio en Jalance

Esta ruta la inicia Cebrián en el denominado Castillo de Don Sancho, que, en realidad, es una muela de roca caliza aunque ostente ese sustantivo de defensa artificial. Desde allí pasa al que verdaderamente da comienzo a esta travesía, el de Jalance, del siglo XI, el primero del Júcar en la provincia de València. Al igual que el resto, de origen musulmán y, posteriormente, rehabilitados tras la conquista cristiana.

El escritor insiste en un hecho histórico. "El valle del Júcar es la comunicación directa hacia la meseta y constituyó, en la práctica, el límite con Castilla", aporta, para, a continuación, hacer hincapié en "el castillo de Ayora, en la parte de mayor altura del valle", como fortificación "más destacada", para, en su recorrido, aludir también a "Cofrentes, con su castillo del siglo XII en el lugar de confluencia de dos ríos (el ya citado Júcar y el Cabriel)".

Castillo de Chirel, en Cortes de Pallás.

El tránsito pluvial o peatonal continúa en Cortes de Pallás, término que agrupa hasta cuatro fortificaciones: Chirel, Ruaya, Pileta y Otonel), "por la importancia de controlar el agua". La última, la referida Otonel, se configuraba más como un caserío poblado o deshabitado, según la época, que mantiene, en su cúspide, restos de muralla.

Cortes y Ayora

"El más relevante es el de Chirel, con estructura medieval defensiva e incluido entre los denominados rocosos", añade, para mostrar, a continuación, una imagen de "la entrada en codo, característica de estas fortalezas con el fin de dificultar la penetración de invasores".

Todavía admiramos la imponente figura de Chirel en el monte frente a la muela de Cortes, en el corazón del valle de Ayora, cuando nos muestra la fotografía que capta las siluetas de los castillos de Millares y Dos Aguas. Como singularidad apunta que no están ubicados en las inmediaciones del cauce debido a la especial dificultad orográfica del terreno al paso del río por este punto. 

En cualquier caso, su rastro se difumina. En ese momento baja la mirada Rafael Cebrián a la par que suelta, con desazón, el término "tierra quemada", que define el destrozo causado a tanta construcción por los vencidos que huían para no dejar que la aprovechara quien llegaba después.

Ya Xúquer

Tras contemplar la singular visión de la pequeña fortificación que sobresale en el pantano de Tous, entramos ya en el curso bajo fluvial, que abarca "poblaciones más grandes y fértiles. Más llanura y menos castillos". Y otro detalle nada baladí: el cambio de uso idiomático. Desde aquí el río ya se denomina Xúquer, en valenciano, como lo corrobora que ejerce de apellido del topónimo de algunos municipios.

El incansable paseante y escritor lamenta, en este tramo, la demolición, en tiempos pasados, de numerosas torres y castillos ubicados en cascos urbanos. Han sido sustituidos, en el terreno que ocupaban, por viviendas. 

Empieza esta segunda parte del itinerario por Sumacárcer, con la fortaleza del siglo X de la que apenas se identifica el contorno. Prosigue por Antella y su torre islámica. En este lugar no quiere pasar por el alto el impresionante azud, con una extensión de 60 metros, creado bajo el mandato de Jaume I.

Imagen aérea azud de Antella. Foto: Adriá C.P.

¿Castell de Xàtiva?

Y pasa al Castell de Xátiva...en Castelló de la Ribera, en el entorno por el que discurría el río Albaida. Recibe el nombre de la capital de la Costera por, como aclara Cebrián a preguntas de una asistente, el hecho de que "se lo entregó la Villa de Xátiva a Jaume I".

Después muestra una sorprendente imagen que recrea lo que fue Al Jazira-Xúquer. Sí, la isla de Alzira, localidad que llegó a estar demarcada por dos kilómetros de muralla derribada con el tiempo y posteriormente reconstruida una parte. 

A continuación llega ese castillo cuya figura se aprecia con tanta nitidez desde la autovía del Mediterráneo, en el desplazamiento entre València y Gandia, que corona la población de Corbera. "Era importantísimo. Vigilaba el río y los caminos del sur. Su perímetro se halla bastante bien conservado, pero no su interior", describe Cebrián para resaltar la ermita fortificada de San Miquel en sus inmediaciones.

De este modo llega a Cullera, donde muere el Xúquer en una desembocadura que, como apostilla Kike Gandia, director de los museos de esta ciudad de la Ribera Baixa, fue trasladada en el siglo XIX un kilómetro del lugar donde radicaba en el pasado, a la altura de la torre del Marenyet. Desde la colina sobre la que se asienta el castillo otea cómo se diluye el río Xúquer en el Mediterráneo.

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