VALÈNCIA. Misma ruta de siempre, pero sin tráfico. La carretera es suya. A los lados, polígonos industriales vacíos. En el trayecto se cruza con algún compañero, pero en el asfalto solo ruge el motor de su camión. Así es ahora la nueva vida al volante de miles de transportistas en España en estos tiempos de coronavirus: soledad, más silencios y con el 'bocata' de casa preparado ante el cierre de bares y restaurantes como consecuencia del estado de alarma.
Este colectivo sigue al pie del cañón, pero con algunas dificultades. El Real Decreto de cese de las actividades no esencial, aprobado el pasado domingo por el Gobierno, ha tenido un importante impacto en el sector del transporte que, hasta el momento, más o menos mantenía cierta "normalidad". El parón de la industria ya se ha saldado con algún ERTE, ruta suspendida y con una bajada drástica de la demanda. Algunas compañías ya estiman una reducción de hasta un 80% del transporte. Cifras dramáticas que se suman al malestar que ya existía en el seno del sector.
Al principio de la crisis la sensación de abandono fue absoluta. "Los primeros días fueron difíciles. Nos encontramos con todas los áreas de servicio cerradas y los conductores no podían acceder ni a un servicio tan básico como son los baños", explica a este diario Carlos Prades, presidente de la Federación Valenciana de Empresarios del Transporte (FVET).
El cierre de comercios obligó a bajar la persiana a bares y restaurantes que prestan sus servicios en las áreas de descanso de las carreteras. Carteles de cerrado eran la estampa que día a día se encontraban los transportistas. "Tuvimos muchas complicaciones para poder comer", recuerda Javier Ruiz, transportista de contenedores frigoríficos. Y es que pese al parón de muchas actividades económicas, el transporte continuaba trabajando prácticamente al 100% y mantenía intactas sus rutas y desplazamientos.
"Hubo un transportista que venía desde Suiza con un pedido y llegó famélico y agotado porque no encontró un punto donde poder parar a comer", recuerda un empresario del sector del automóvil. Ahora la situación ha mejorado. "El problema fue los primeros días que estaba todo cerrado. En estos momentos ya tenemos una especie de servicios mínimos. Nos hemos ido encontrando locales abiertos ofreciendo comida a los conductores, agua y café. Ha habido muestras de solidaridad", destaca el presidente de la patronal de los empresarios del transporte.
Eso sí, muchos ya salen de casa con el 'tupper' listo. "Yo voy bien equipado. Para esta noche llevo tomates y atún para hacerme una ensalada", señala Ruiz. Otros, tiran de clásicos como un bocadillo o llevan algo de picoteo. Al gusto. Un forma de sortear el hambre en caso de desplazamientos en tramos sin locales abiertos. Acostumbrados a contar con establecimientos abiertos "a todas horas", el cambio a una oferta mínima ha sido complicado.
Precisamente para evitar quebraderos de cabeza, el Ministerio de Transportes habilitaba en su página web un mapa interactivo que ofrece información sobre los puntos de restauración en carretera que están disponibles con el fin de ayudarles en sus desplazamientos. Un mapa interactivo que ofrece georeferenciados los puntos de servicio de restauración, comida preparada, bebidas calientes y bocadillos, así como las instalaciones que disponen de servicios de ducha.
Sin embargo, su mayor malestar son las reticencias que se encuentran en las fábricas a la hora de recoger o descargar pedidos. Incluso rechazo. La falta de equipos de protección de la que adolece España afecta también al sector, que tiene que trabajar sin esa seguridad. Algunas compañías han podido entregar a sus trabajadores materiales como mascarillas o guantes, pero otras no. Y la psicosis por la rápida propagación del virus hace que cuando llegan a las instalaciones de las compañías se les reciba con recelo. Incluso se les prohibe la entrada.
"Nos hemos encontrado carteles en los que no se deja pasar al camión y nosotros también somos personas y tenemos miedo", explica a este diario otro transportista. "En la fábrica se sienten como en casa y cuando llegamos los de fuera es como si fuéramos con el virus", lamenta. Misma situación se ha encontrado Ruiz. "Notas que hay desconfianza. Parece que seas tu el que lleva el virus y muchas veces te dan alguna instrucción y no te dejan ni siquiera poder entrar en los baños", explica.
Unas carencias de material que el presidente de FVET achaca a la necesidad general que tiene el país. "Nosotros obviamente no queremos llegar sin protección, pero hay un problema de acceso al material. Teniendo en cuenta que los servicios médicos no los tienen, imagínense en nuestro sector", puntualiza.
Pese al cansancio y el desgaste, el trabajo continúa. "Hemos demostrado que somos estratégicos", subraya Carlos Prades. De hecho, el transporte de mercancías está considerado como un sector esencial en el estado de alarma y, según la normativa del Gobierno, no se le aplica ninguna restricción.
Sin embargo, el cese de las actividades que no son esenciales ha afectado a la demanda de transporte, que ya está viendo mermado su negocio. Hay un nuevo escenario. Más incertidumbre, más dificultad. "La caída de la actividad se ha notado porque sectores con mucho tráfico de camiones como la industria del hierro, el metal o la cerámica están parados. Esto va a tener consecuencias muy graves. Se irá el coronavirus, pero vendrá el virus económico", señalan. Ahora, las carreras están más vacías, pero, pese a todo, tienen algo claro: siempre que puedan seguirán dándole al volante.