Espero que hayan disfrutado una magnífica Semana Santa, después de dos años sin procesiones ni con una situación tan anormal como la pandemia. Había muchas ganas de reencontrarse con nuestras tradiciones, con esa Semana Santa marinera de Valéncia; esas imágenes de Benlliure en Crevillent y Nuestro Padre Jesús en Orihuela (perdón por tirar hacia mi tierra). Bueno, con todas las tradiciones de estos días, incluido algún día de lluvia, que no ha podido faltar. Y para quien no sea tan creyente, pues que también haya pasado unos estupendos días en nuestras playas, montañas y casas rurales, que la Comunitat Valenciana tiene mucho que ofrecer.
En lo particular, creo que había muchas, muchas ganas de salir. He visto calles llenas, bares a reventar y mucho turista deseando tener unos días de asueto fuera de la rutina. Y me he alegrado mucho. Por los establecimientos hosteleros, que tan mal los han tratado los dos últimos años, y en general por ese sector turístico autonómico que todavía está en el punto de mira de esta Generalitat Valenciana con la nefasta tasa a las pernoctaciones. ¿A quién se le ocurre meter más cargas al, quizás, sector económico y el que más empleos genera en la Comunitat? Stop tasa turística ya.
Ya les digo. Ha sido justo que hayamos respirado esta normalidad, porque los ciudadanos hemos sufrido sobremanera, aunque creo que las familias han hecho un sacrificio para sí mismos y por los suyos para recuperar algo del tiempo que se les ha volado entre las manos. Pero que esa sensación de una libertad sin vuelta atrás no nos haga caer en el error, todavía tenemos mucho que delante a lo que enfrentarnos y esta Semana Santa ha sido un paréntesis de ilusión porque, si no, hubiéramos explotado.
Todavía nos queda hoy la mona de Pascua con los nuestros, que les deseo que lo pasen estupendamente, pero a partir de mañana nuestros problemas nos esperan en casa.
Nada de lo que hayamos visto estos días ha sido la normalidad. Como afirmaría la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, “tú di que todo es así siempre y au, que nadie lo va a comprobar”. Esta vez no cuela, querida. Habrá que recargar la nevera de comida con unos precios disparados; cuidado con la hora de poner la lavadora para limpiar la ropa que hemos llevado a la playa y acudir al trabajo mirando cómo la crisis económica nos acecha. Todos vamos a poder confirmar que tenemos una situación agobiante mientras las preocupaciones de la Generalitat Valenciana se centran en que Ximo Puig y Mónica Oltra se tapen las vergüenzas mutuas, uno con la declaración de su hermano y otra por la petición de imputación judicial que se le viene encima. Y seguimos esperando que se pongan en marcha esa reducción de impuestos que ha anunciado Puig, desmintiendo el mantra de la izquierda de que es imposible bajar presión fiscal a los ciudadanos. Ellos mismos se han descubierto.
Ahora les queda echar mucha imaginación y mucho ‘au’ a la situación dramática que viven en el gobierno. Que no les engañen, las naranjas en esta ocasión están en Valencia, no en Sevilla. Las máquinas socialistas echarán kilos y kilos de Vox para intentar tapar que Oltra sigue de vicepresidenta y que el hermano de Puig contrató al hijo de Puig mientras se repartían las subvenciones que les daba Puig. No en vano, esta Generalitat que tanto se da de transparente, ya ha demostrado su verdadera cara.
Todos hemos respirado aire fresco y cargado pilas. Pero también espero que algunos de nuestros dirigentes autonómicos también hayan cogido algo del espíritu de contrición y recogimiento que también practicamos los católicos en estos días para no sigan adelante en su huida hacia ningún sitio. En este caso, lo normal sí sería convocar elecciones y decir ‘au’. Seguiremos esperando.