El nombre identifica, diferencia y cada vez más, define. Sea heredado, fruto de una anécdota o el resultado de una larga búsqueda, lo que es seguro es que detrás de cada nombre de un restaurante se esconde una historia. La mayoría de veces, desconocida.
Raro, Travieso, Canalla, Senzillo... Podría estar repasando la lista de los últimos ligues de esa amiga que todos tenemos y que nunca acaba de acertar en el amor, pero a poco que les guste la gastronomía saben a qué me refiero. Son nombres cortos, con fuerza, fáciles de recordar y que en unas pocas letras pueden decir mucho del bar o el restaurante a donde nos dirigimos.
No pensamos en ellos porque parece que siempre han estado allí, ni concebimos que se puedan llamar de otra manera de tan familiares que nos resultan. Pero en algunos casos se barajaron otras opciones. Habitual a punto estuvo de llamarse Confortable, Fraula pudo haber sido Malavia y para Raro llegaron a pensar Soso. Nos alegramos que no fuese así.
Ricard Camarena ha tenido que hacer ese ejercicio de naming más de una vez, y a juzgar por el resultado, no se le da nada mal. "Elegir el nombre de Central Bar fue fácil. Mari Carmen pensó en la serie Friends donde había un Central Perk y decidimos adaptarlo jugando con el Mercado Central y el bar para darle un aire diferente", explica el cocinero. Con Canalla, el nombre quiso, sobre todo, diferenciarse: "Canalla lo monté justo cuando estaba haciendo la transición del hotel a mis propios conceptos, pero no sabía cual de los dos iba a poder abrir antes, si el gastronómico o el bistró. Si habría primero el bistró, no quería que la gente pensara que se iba a encontrar un gastronómico, por lo tanto pensé en una nombre que fuera una declaración de intenciones. No se hablaba entonces de cocina canalla, ese concepto no estaba tan trillado como ahora, y con el nombre ya se dejaba claro lo que ibas a encontrarte. Al final se abrió después, pero con ese nombre ya no te esperas nigún formalismo. Estaba obsesionado con que se pudieran distinguir los dos conceptos que eran muy diferentes", señala. "El concepto de Habitual era muy de comfort food, de comida casual, del día a día, así que la primera idea fue Confortable, de confort y table. Pero le pasamos el concepto al estudio Menta y con es premisa de ser algo que acompañase, para ir todo los días, salió el nombre de Habitual". Llegó entonces la última apertura del cocinero, y con ella un nombre que es una genialidad y que surgió de una manera natural. "Con Bar X, fue muy fácil. Siempre que me preguntan de donde soy y digo Barx, la gente de fuera no lo entiende y me toca decirles "como bar con x al final", así que salió solo", admite.
De la misma forma que cada año cambian las modas a la hora de ponerle nombres a los bebés o a los perros (Leo fue el nombre de niño más elegido en 2023 y, afortunadamente desde que acabó la saga del Señor de los Anillos ya cada vez hay menos animales que responden al nombre de Sauron o Frodo), también las hay a la hora de ponerle nombres a los establecimientos de hostelería. Los infinitivos son tendencia. Disfrutar, Estimar o Compartir son solo algunos ejemplos. Si nos detenemos en las aperturas más o menos recientes en Valencia, vemos palabras con garra, contundentes y que de nuevo, definen el concepto que designan.
Es el caso de Raro, el restaurante de Sergio Rozas, Ibai Bengoechea y Sara Folgado. "Estábamos aún en Mamúa cuando surgió el local donde abrimos, y empezamos a llevar a tierra todas las ideas que teníamos. Teníamos claro que queríamos hacer una cocina fusión, aunque no nos gusta demasiado el término, está muy malgastado y no queríamos vincularnos a él. Queríamos un adjetivo que fuese fácil de recordar e impactante a la vez, así surgió Raro. Llegamos a pensar en Soso, pero creíamos que no se iba a entender. Estuvimos todos bastante de acuerdo en el nombre. Era un adjetivo que no era ni negativo ni positivo del todo. Era una declaración de intenciones para que quien viniera supiera que se iba a encontrar algo que no es lo habitual. Definimos Raro, y así teníamos libertad para hacer lo que quisiéramos con los vinos, podíamos utilizar productos mas desconocidos, o recetas como la de la ensaladilla que es diferente. Así que nos encajaba perfectamente y después de decidir el nombre acabamos de definir otros detalles como las faldas o los baños del local para poder darle esa continuidad a la idea de Raro y que todo encajara", afirma la jefa de sala y sumiller del restaurante.
Fraula, el restaurante de Roseta Félix y Daniel Malavia, galardonado con una estrella Michelin el pasado año, tuvo nombre muchos años antes de que germinara la idea de abrir un negocio juntos. "En su día, antes de que estudiara cocina, en una conversación con un amigo que es muy de Lo Rat Penat salió a relucir la palabra fraula. Me gustó, es cortita y sonaba chula. Y dije, si algún día abro un restaurante le pondré Fraula. Cuando con Dani decidimos abrirlo, estuvimos hablando y yo le dije que tenia que llamarse Fraula, pero a él le gustaba Malavia, que es su apellido. Le dije que entonces yo no pintaba nada, que era como si fuese solo suyo. Así que lo convencí, " comenta la cocinera recordándolo entre risas. "Fraula significa Fresas, pero es una palabra en desuso. Por la zona de Beniparrell aún se utiliza pero de los valencianos, nadie la conoce", expone.
Si antes todo eran Ca o Casa, ahora aquel popular sinónimo que precedía al nombre de la cocinera o el hostelero está desapareciendo poco a poco. Casa Carmela, Ca Pepico o Casa Montaña son algunos, y en todos queda reflejada su antigüedad. La herencia familiar también es nombre habitual y las generaciones actuales la lucen con orgullo, especialmente si son nombres tan bonitos como Rausell, Vernetta o Yarza.
Para algunos nombres su origen parece obvio. No hay que ser muy listo para averiguar por qué Aragón 58 adoptó ese nombre. Pues fue por puro despiste de Rafael Honrubia, ya que el restaurante se ubica realmente en el número 38. El último de los locales abiertos por la familia Honrubia, Hōchō también destila storytelling. Después de Kōmori, del que fueron socios durante casi una década, querían seguir manteniendo el macrón (la rayita horizontal sobre la letra) que era muy identificativo. Buscaban algo fácil de pronunciar y con significado. Así surgió Hōchō, que significa cuchillo en japonés y que remite además a los años que estuvieron en el restaurante del hotel Westin. El nombre fue fruto del trabajo del estudio Munk, del que forma parte Rafa Honrubia hijo.
A veces no es tan fácil encontrar el nombre a la primera. Pero una vez das con él, te das cuenta de que tenía que ser ese y no otro. Ocurrió con el nombre del primer local del Grupo Gastroadictos, el bar Mistela. "Valoramos muchas ideas antes de encontrar el nombre. Sin exagerar, igual tuvimos más de 50 nombres sobre la mesa que fuimos descartando poco a poco. Lo único que teníamos claro es que debía tener identidad y arraigo valenciano, abríamos un bar en nuestro barrio y queríamos hacerlo bien", explica Israel Baquero, uno de los cuatro socios del grupo. Pero aquel nombre de bebida tradicional valenciana tenía algo más: "al final apareció Bar Mistela, con una historia bonita detrás: la mujer de uno de los socios y su familia tenían el "Club Mistela", un nombre cariñoso con el que se referían a los encuentros familiares y las sobremesas", añade Néstor Vaccaro. "La mistela encajaba perfectamente en lo que queríamos trasladar al local: la calidez, tradición, sencillez... el arraigo", remata Rafa Recuenco. En aquel entonces no sabían lo que vendría luego. "Ni en nuestros mejores sueños habríamos pensado montar un grupo gastronómico. Era todo mucho más terrenal: unos amigos abriendo un bar en el barrio donde habían crecido buscando dar un buen servicio al vecindario", apunta Néstor. Pero el éxito fue casi inmediato y decidieron registrar otros nombres que tenían en ese listado que superaba los dos centenares. Entre ellos seguro que se incluían Cremaet, Bajoqueta o Cassalla. Fue más aspiracional, entonces no valorábamos la posibilidad de abrir los cinco locales que tenemos ahora", comenta Israel.