VALÈNCIA. En la ciudad de València su alcaldesa, María José Catalá, del PP, ha calificado a Vox de "socio preferente". En cambio, el grupo de cuatro concejales que dirige Juanma Badenas no se considera como tal y pide entrar en el equipo de gobierno. Mientras, eleva el tono contra la gestión de los 13 ediles que sí que lo configuran, los del PP.
En Tavernes Blanques, localidad limítrofe con la capital, ocurre una circunstancia similar, aunque, en este caso, por parte del primer edil, Arturo Ros, no ha surgido la necesidad de recurrir a ese apelativo.
El PP gobierna en minoría con seis concejales sobre el conjunto de 13. Con la de Vox, Laura Carrasco, alcanzaría la mayoría absoluta. No se ha dado el caso. O más bien ocurre lo contrario por la situación de tensión local entre ambas formaciones.
La concejal voxista ha convertido en patente el distanciamiento latente. Ha decidido, según ha afirmado públicamente, que no va a "permanecer callada, como he hecho hasta la fecha por respeto a todos los votantes y en coherencia con el pacto de ambos partidos implicados en la Comunidad Valenciana".
Carrasco Acusa de "vejaciones y recriminaciones" a "un concejal del PP" por "informar en el pleno de investidura de que no había pacto" entre su formación y el Partido Popular.
El inicio de esta discusión se remonta al cinco de junio, cuando, antes del pleno de investidura del 17 de ese mes, ambas formaciones se reunieron para negociar un posible pacto. "Tomaron nota, no contestaron a lo que les planteamos y, días después, anunciaron que iban a gobernar en solitario. Desde entonces no han buscado en ningún momento el apoyo de Vox y han preferido el de Compromís, que se abstuvo en la investidura", afirma Carrasco.
La visión del alcalde, Arturo Ros, que volvió a levantar la vara de mando en 2023 después de perderla por un pacto botánico a escala local en 2015, no coincide. "Nos reunimos con la concejal de Vox y con una persona que le acompañaba de su partido, de Valencia, a la espera de instrucciones desde Madrid. Nos propuso cuestiones personales y le dijimos que primero queremos hablar de políticas, de medidas locales, y luego, de políticos", relata Ros.
En lo que sí no discrepan ambos es en el distanciamiento posterior. "Desde entonces vota en contra de prácticamente todas las actuaciones que proponemos como mejoras del municipio con apenas argumentación", lamenta Ros, quien, no obstante, afirma que se reunirá con ella para hablar de los presupuestos del próximo año.
Esta situación, que no tiene visos de resolverse a corto plazo, mantiene paralelismos con la de Valencia y contrasta con la de Rocafort. En esta última población, igualmente ubicada en l´Horta Nord y también con 13 concejales, el PP, con seis ediles -idéntico número al de Tavernes Blanques-, ha pactado con los dos de Vox, con lo que alcanza la mayoría absoluta. Su alcalde, Gorka Gómez, no ha dudado en afirmar respecto al pacto que "la relación es muy buena. Somos un equipo, no tenemos ninguna disputa a nivel político".
Podría haber dirigido en minoría la localidad, o haber pactado con la única concejal de Ciudadanos pese al mal resultado de la convivencia entre ambas formaciones en el pasado mandato en Rocafort, pero ha escogido comandar la población junto a Vox.
En Torrent y Xirivella también conviven en el gobierno local ambas formaciones. No obstante, en este caso las dos alcaldesas del PP, Amparo Folgado y Paqui Bartual, respectivamente, necesitaban inevitablemente el voto de los concejales voxistas para su investidura. Sin ellos ganaba el PSPV, que logró más sufragios en las elecciones del 28 de mayo.
Por tanto, con este panorama, Tavernes Blanques emerge como una Valencia bis en los pactos entre PP y Vox que adquieren su máxima dimensión en la Generalitat. La situación puede agravarse a medida que avance el mandato, sobre todo de cara a la aprobación de presupuestos. O pueden ayudar estos a alcanzar el acuerdo no conseguido hasta la fecha.