VALÈNCIA. El comercio y la hostelería recibieron con desconcierto y algo de malestar el anuncio del Gobierno sobre la aplicación de las primeras medidas del decreto de ahorro energético. Uno de los principales miedos de estos sectores es la posible caída de clientela a raíz de la limitación de temperatura en el interior, precisamente en el ecuador de este caluroso verano. La aplicación de las nuevas normas comenzó este miércoles, por lo que algunos establecimientos ya han fijado el aire acondicionado a 27 grados, mientras que otros todavía apuran el termómetro manteniendo un ambiente mucho más fresco.
En espacios en los que los trabajadores realizan una ligera actividad física -como hoteles o restaurantes- la temperatura puede descender hasta los 25 grados, pero hay quienes expresan su preocupación por que esta limitación repercuta en la comodidad de consumidores y trabajadores. Si bien algunos de estos lugares están al corriente de la entrada en vigor de la normativa, aseguran que desconocen los detalles sobre cómo la Generalitat controlará su aplicación.
Asimismo, son pocos los locales que por ahora muestran carteles informativos con las medidas de ahorro y un termómetro que indique la temperatura del interior. Tampoco lo hacen edificios administrativos como la delegación del Ministerio de Hacienda en València, a los que también afectan estas medidas, así como a cines, museos, teatros, estaciones y aeropuertos. Sin embargo, cabe recordar que los centros sanitarios y hospitales, centros educativos y universidades, lavanderías, gimnasios, medios de transporte y peluquerías quedan fuera del paraguas de la norma.
Otra de las medidas que entró en vigor la noche del miércoles fue la obligatoriedad de apagar la luz de los escaparates a partir de las 22h. Este apartado del decreto afecta sobre todo a los grandes establecimientos y firmas cuyas tiendas permanecen parcialmente iluminadas incluso al finalizar la jornada laboral, dado que los pequeños comercios suelen apagar las luces tras el cierre. Sin embargo, anoche muchos escaparates en las principales calles comerciales del centro de València aún permanecieron encendidos.
Valencia Plaza ha podido hablar con propietarios y empleados de comercios y restaurantes del centro de València para conocer si ya han comenzado a implementar estas medidas, así como también ha podido conversar con clientes para saber su valoración al respecto.
José, camarero del restaurante Palacio de la Bellota que se encuentra situado en la calle Mossèn Frenades, explica a este periódico que la limitación de la temperatura del aire acondicionado o de la calefacción "puede suponer un ahorro", pero teme que las elevadas temperaturas en esta época del año alejen a los clientes de su local y que, por tanto, tenga más pérdidas que beneficios ante esta situación.
"Normalmente, tenemos el aire acondicionado a 21 o 22 grados, pero hemos visto las noticias en la televisión y hoy lo hemos puesto a 26", asegura. No obstante, aclara que de momento no exhiben ningún cartel con las medidas y tampoco cuentan con un termómetro a la vista del público.
En la puerta contigua se halla el restaurante Taberna Alkazar, donde su gerente cuenta que a raíz de la entrada en vigor de las medidas han optado por fijar la temperatura a 25 grados, lo que tan solo supone un grado más de lo que lo tenían antes. Aun así, la responsable cuenta que esa pequeña diferencia "se nota": "Hay clientes que están comiendo y salen por el calor", relata. En cambio, a diferencia de José, no cree que la nueva situación vaya a suponer "un ahorro para el local".
Tampoco lo creen en tiendas de ropa como Tezenis, en la calle Colón, donde su dependienta indica que el aire acondicionado está a 26 grados, por lo que a su juicio entrarán "menos clientes porque tienen calor". "También lo veo mal por nosotros, los dependientes, que estamos todo el día trabajando con estas temperaturas", apostilla.
No obstante, también hay valoraciones positivas. Carolina, trabajadora en The Phone House en la calle Roger de Lauria, se muestra de acuerdo con ello, porque lo considera "importante" para no "malgastar" y también evitar el "contraste de temperatura". Pero, al igual que el resto de empleados y propietarios consultados por este diario, está preocupada los niveles de clientela. En este sentido, constata que los efectos de la inflación se han hecho notar en la tienda y, por ende, la disminución de la capacidad adquisitiva de los compradores: "Seguramente tendremos que cerrar porque no se llega a lo que se tiene que llegar", dice en referencia a la caída de ventas.
Por otro lado, en la zapatería Ulanka de la calle Passeig de Russafa, su dependienta, Laura, explica que se ha enterado de la obligatoriedad de implementar las medidas a través del correo de la empresa, pero se muestra en desacuerdo: "No me parece bien que tengamos que tener esa temperatura. Si fuese un establecimiento más pequeño, no te digo que no. Pero en tiendas espaciosas como esta no se nota, además los focos dan mucho calor también", recalca. Asimismo, añade que apagarán el escaparate a partir de las 22h, lo cual no supone "ningún problema", aunque se trate de una estrategia de marketing.
Otros establecimientos como la óptica Visualis en la calle Colón se muestran reticentes a revelar la temperatura del local. "Está como tiene que estar", asegura la encargada. Sin embargo, se aprecia un notable contraste entre el ambiente frío del interior y el de la calle, pese a que la puerta se mantiene abierta en todo momento.
Dado que esta medida también afecta a edificios públicos, en la delegación del Ministerio de Hacienda el personal de seguridad indica que la temperatura del interior disminuyó "entre este martes y miércoles", pero desconoce a cuántos grados se encuentra en estos momentos: "El aire acondicionado lo regulan desde arriba, pero aquí en la planta baja sí que hemos notado que el ambiente está menos fresco que de normal", asegura.
Pepita y María Teresa pasean algo sofocadas por la calle Passeig de Russafa. Acaban de salir de una zapatería sin apenas aire acondicionado. "Nos parece fatal. Que se quiten ellos la corbata, a ver si están más frescos. Cuando entras a una tienda, para un momento que estás, quieres probarte unos zapatos o ropa tranquilamente. Pero con este calor entras y sales deprisa", cuenta Pepita. "Me ha cogido una 'calorà', he salido de la tienda porque me ha entrado angustia", añade María Teresa.
Aun así, otros ven las medidas desde otra perspectiva. Ana, estudiante valenciana, se muestra convencida de que a largo plazo con estos "pequeños cambios se puede llegar a obtener un reslutado". "Nos quejamos del calentamiento global, pero podemos actuar a menor escala; todos tenemos que aportar nuestro granito de arena", explica la joven.
Así, estas medidas han llegado en mitad de uno de los veranos más calurosos, por lo que se han topado con la desaprobación de muchos valencianos, aunque también con buena acogida, tanto por el ahorro energético que puede suponer como por evitar los contrastes de temperatura. Además, según las declaraciones del presidente de la asociación Hostelería de España, José Luis Yzuel, que recoge Efe, es un decreto "flexible", ya que esta característica permite a los hosteleros "adecuar la temperatura de sus establecimientos" con la del exterior, por lo que precisa que "no es lo mismo tener el aire a 25 si afuera hay 27 o 44".