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José Dault, uno de los tres actores que conforman la obra 

"Con ‘Solitudes’ devolvemos a los ancianos un monopolio de emociones que pertenece a la juventud"

5/01/2018 - 

VALÈNCIA. Contar sin voz o emocionar sin rostro. Un lenguaje universal que no entiende de fronteras. La compañía Kulunka Teatro vuelve a repetir formula: el de la interpretación con máscaras. Ya lo hizo con la exitosa obra André y Dorine, una pareja de ancianos que tras enfermar se vieron obligados a recordar quiénes fueron para poder reencontrarse con quienes son. Su método consiste en ofrecer a través del trabajo de 3 únicos actores (José Dault, Garbiñe Insausti y Edu Cárcamo) la puesta en escena de hasta 17 personajes. Así, las máscaras vuelven al teatro, está vez con Solitudes. Mismos actores y un parecido hilo conductor. La trama versa sobre un anciano que se siente incomprendido por su familia ante su deseo de hacer "cosas sencillas". Un anhelo que le lleva a valor las pequeñas cosas que ofrece al final la vida. 

Kulunka Teatro nació hace ocho años y desde entonces ha recorrido hasta 27 países. Tal vez, su éxito se deba a ese gusto por contar historias con las que de una manera u otra todo el mundo se siente identificado. Temas esenciales y universales que han provocado que en el caso de Solitudes, la representación haya ganado el Premio a Mejor Espectáculo Be Festival de Birmingham (Reino Unido) 2017, el Premio Ojo Crítico 2017 y sea recomendado por la Red Nacionales de Teatros. Creada por el propio José Dault junto a Garbiñe Insausti, Iñaki Rikarte, Edu Cárcamo y Rolando San Martín, con música de Luis Miguel Cobo, La Rambleta de València la transporta a sus salas con dos únicas funciones para el día 13, a las 20:30 horas, y el 14 de enero, a las 19:00 horas. Además, el mismo día 14 habrá un encuentro con el público y los actores para reflexionar acerca de la soledad y de la vejez. 


-‘Solitudes’ ahonda en la soledad y en la incomprensión que los miembros de una familia sienten por el anciano de la historia y el deseo de éste hacía ‘cosas sencillas’. ¿Qué cosas?
-Nuestro anciano encuentra el placer en jugar a las cartas, porque es algo que él hacía con su mujer antes de que enviudara. Su familia le atiende pero no le acompaña y no van a ser capaces de ver como algo tan sencillo como jugar a las cartas podría hacer tan feliz a este hombre.

-¿Sirve entonces de lección o reflexión para las familias? 
-No pretendemos aleccionar pero sí que debemos ponernos un espejo delante de nosotros, ya que a menudo nos damos cuenta demasiado tarde de lo que los demás necesitan y lo que los demás quieren de nosotros. Seguramente es mucho más sencillo de lo que nos pensamos y simplemente no somos capaces de ver qué es lo mejor para los demás y pensamos por ellos.

-Con una trama tan conmovedora, ¿qué papel tiene el humor?
-En nuestras obras jugamos con este equilibrio entre la comedia y el drama básicamente porque este equilibrio está en la propia vida, sirve para quedarte pegado en la realidad. Y también es una fórmula para encontrar un aliciente a la montaña rusa de emociones que es Solitudes. El espectador transita de la emoción pura y dura a la comedia. Es muy fácil identificarse con los personajes de la obra, por eso mismo. 

-Al igual que en André y Dorine, el argumento gira entorno a personas mayores. ¿Es casualidad o se esconde la necesidad de darles mayor visibilizar?
-No es algo deliberado, no hay un discurso detrás acerca de porqué tenemos como esta impronta o esta sensibilidad hacia la tercera edad, pero sí es cierto que tratándose de un sector de la población que parece estar un poco marginado, nos satisface contar historias en las que personas mayores son las protagonistas y tienen derecho a vivir, a soñar y a sentir emociones…De alguna manera les devolvemos todas estas emociones que parecen ser monopolio de la juventud.

-También ambos espectáculos se caracterizan por el uso de máscaras. ¿Por qué utilizáis este recurso? 
-Las mascaras tienen un mensaje muy poderoso, con gran capacidad de comunicación y de emocionar, y con él hemos encontrado un campo que nos permite contar historias con un lenguaje universal. Lo más costoso es sacar toda esta partitura de acciones, ya que con las máscaras el tener una mano arriba u abajo indica una cosa u otra, o el tiempo en el que se recoge un objeto o se enseña. Todo cobra mayor sentido.

-¿Conseguís que los espectadores vivan las historia o se quedan realmente extrañados por las máscaras?
-El espectador entenderá en todo momento qué está ocurriendo y se identificará con los personajes, gracias a las acciones precisas inequívocas y el tiempo en que estás se ejecutan. Además, jugamos con la mirada al público. En un momento determinado se mira al público para compartir lo que les está pasando, esto hace que la gente se involucre mucho y les ayuda a comprenderlo mejor. En países donde hay menos tradición de teatro sin texto nos ha costado más, la gente sale sorprendida.

-¿Tenéis pensado desde Kulunka Teatro seguir utilizándolas?
-Sí, sin duda. No nos vamos a limitar al teatro de máscaras pero sí que vamos a seguir profundizando en él. De hecho, tenemos nuevos proyectos en laboratorio para contar a través de este código. Hay que liberarlo de prejuicios y de una cierta ignorancia. Podemos pensar que las mascaras son marionetas para niños, o que una obra sin texto puede ser aburrida pero es todo lo contrario. Hay que dejarse sorprender. 

-¿Y qué pasa con la música?
-La música es fundamental. Es un personaje narrador, la que te va a contar la atmosfera y te lleva de la mano en toda la histórica.

-17 marcaras para solo 3 actores. ¿El público nota tantos cambios?
-Mucha gente nos dice que pensaban que éramos 4 o 5 personas, porque hay un ritmo vertiginoso de entrada y salida de personajes en escena. Unos cambios muy rápidos. Incluso a veces se genera la ilusión óptica de que hay cuatro personas. Los niños pequeños preguntan, y por qué los demás no salen a saludar.


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