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Alfonso Gil, el único periodista deportivo que ha cruzado la meta

Alfonso Gil, El Callejero
15/01/2023 - 

Alfonso Gil vive en el Ensanche y tiene un acento, no muy marcado, eso sí, indiscutiblemente valenciano. Pero sentado en la cafetería que hay debajo de la redacción de la Agencia EFE, en la Gran Vía Germanías, donde trabajó durante casi cuarenta años, un bar que dirige un chino diligente y muy sonriente, uno tiene la sensación de estar sentado delante de un periodista escocés o belga. Alfonso, pelirrojo y de ojos claros, viste con más intención que éxito unos zapatos negros con cordones, un pantalón tejano, una americana y una bufanda roja de cuadros. También parece más serio de lo que es. Aunque está contento porque se acaba de jubilar, un hecho insólito en la profesión. En su oficio, el de periodista deportivo, es inaudito encontrar alguien que llegue hasta el final, que tenga la oportunidad de alcanzar la jubilación cuando toca. Él lo ha conseguido por su profesionalidad y porque trabaja en una empresa semipública donde aún se respetan ciertos derechos, como el de hacerte mayor, que no significa otra cosa que tener más de cincuenta años y mucha experiencia en el zurrón.

Su despedida conjuntó mejor que su atuendo. Los periodistas de agencia son tipos sin el ego de otros periodistas. Sus informaciones son asépticas y carentes de adorno, y así, sin darse cuenta, se forja también su carácter. Por eso Alfonso prefirió marcharse de EFE sin hacer mucho ruido. Antes de apagar el ordenador cubrió, por la televisión -así son los nuevos tiempos-, su último partido de fútbol: "Un apasionante Villarreal B-Las Palmas, una despedida llena glamour". Antes había entrado en Mestalla por última vez. "Fue el Valencia-Barça en el que Lewandowski marcó el 0-1 en el último minuto. Vamos, que no tuve la despedida soñada...". Su último teletipo lo dejó preparado para el nuevo año: '2023, Mestalla cumple cien años'. El día de la Lotería, el 22 de diciembre, hizo la faena rutinaria de cada jornada y se marchó.

Se marchó para siempre, pero no es algo que le dé vértigo. Alfonso también es escritor y está rumiando dos o tres proyectos para ver si puede embarcarse de nuevo en la literatura. Otro oficio, el de escritor, que también viene condicionado por su paso por la Agencia EFE. "A mí me cuesta mucho utilizar adjetivos", reconoce. También quiere tomar algo de distancia con Mestalla. Su planteamiento de nuevo jubilado es que el fútbol no marque su agenda. Y si tiene previsto irse con su mujer y sus tres hijos de viaje y viene el Real Madrid, pues que le den al Madrid.

No es ninguna tontería. Son seis décadas de fidelidad con el campo centenario. Desde que, de niño, su padre le llevaba a Mestalla. Un padre que trabajaba de periodista por la mañana y de dramaturgo por la tarde. "Él trabajaba en una emisora que se llamaba La Voz de Levante, que luego se fusionó y se convirtió en Radio 5, de RNE. Hacía programas e informativos, pero su verdadera vocación era el teatro. Entonces eran dos cosas totalmente compatibles".

Juan Alfonso Gil Albors trabajó mucho en el Teatro Mercantil y en el Talía, y lo mismo escribía la obra que dirigía a la compañía. Alfonso, el mayor de sus cinco hijos, empezó a ayudarle con 14 o 15 años. "Al principio, de una manera muy burda; luego hice de regidor. Pero no era lo mío, aunque estuve bastante tiempo porque era como el negocio familiar; luego ya me dediqué a estudiar, aunque estuve hasta después de la mili haciendo cosas. Al periodismo llegué por él porque, al volver de la mili, empezamos a hacer un programa de crítica cinematográfica en la radio".

Aunque el aguijón del periodismo pudo picarle aquel fatídico otoño de 1982, cuando se quebró la presa de Tous que anegó la Ribera. Ahí tuvo la oportunidad de acompañar al periodista Toni Egea a cubrir la información y debió gustarle porque al año siguiente entró como "dominguero" en la Agencia EFE. "Al principio estaba en la calle Ribera, al lado de la cafetería Balanzá, y solo iba los domingos por la tarde a tomar crónicas telefónicas de los partidos de fútbol, desde Primera hasta Tercera y Preferente".

A solas con Parreira

La americana no abriga lo suficiente y Alfonso pide meterse dentro de la cafetería porque tiene frío. Entre frase y frase intercala una tos nerviosa, casi un tic. El periodista cuenta que le gustaba jugar al fútbol y al fútbol sala, una afición que también heredó de su padre, un hombre que, por lo visto, valía para todo y que llegó a jugar de portero en el Alcoyano de los años 40. "No llegó a debutar en Primera División por una lesión, pero estuvo en la primera plantilla. En mi casa había mucha cultura de fútbol. Mi padre vino a València muy joven (de Alcoy) y aunque no era un forofo íbamos a Mestalla a ver los partidos".

Alfonso Gil es el mayor de cinco hermanos. Solo los chicos -los dos primeros y el último- iban al fútbol. El pequeño, Alberto, también es periodista y, después de unos años en los que trabajó en varios periódicos, acabó convirtiéndose en director de comunicación del Levante UD. El primogénito ha podido ver la deriva de la profesión, que nada tiene que ver con la que él abrazó aquellos domingos en los despachos de la agencia, antes, incluso, de los ordenadores. "Yo creo que la veteranía es un valor. Pero la gente joven tiene otro valor. La simbiosis es la clave. La gran diferencia que había entre aquel periodismo y el actual es del acceso a las fuentes. Cuando yo empecé era bastante fácil acceder a ellas. Si tú accedías a las fuentes, tenías información de primera mano. Hoy en día es muy difícil acceder a las fuentes porque están atrincheradas tras la alambrada. Yo recuerdo haber estado yo solo en un entrenamiento del Valencia CF con un entrenador que había sido campeón del mundo con Brasil, Carlos Parreira. Era un domingo de agosto y me atendió. Y yo que he tenido la suerte de salir fuera gracias a mi empresa, te ibas a un Mundial y si te encontrabas con Bebeto o con Leonardo, te atendían. A mí me ofrecieron, con otros compañeros, una entrevista individual con Pelé. Ahora eso es impensable. Y ahora hay que sumarle las redes sociales, un fenómeno al que yo he llegado tarde. Un poco por apatía, porque a mí lo que me gusta es escribir. Pero me niego a decir que aquel periodismo era mejor que este".

El fuego del cabello se ha ido sofocando durante estos cuarenta años. Uno de sus fuertes como periodista fueron las estadísticas, que no tienen nada que ver con la información tan sofisticada que se reúne hoy en día. Alfonso tenía una libreta donde anotaba, con unos códigos, los minutos jugados, los goles, las tarjetas y poco más. "Lo hacía de manera muy burda, pero esas informaciones funcionaban muy bien. El año que el Valencia CF de Víctor Espárrago subió a Primera hice una información, transcurridos diez o quince partidos de Liga, en la que conté que la mejor defensa de Primera se fraguó en Segunda; era esa defensa con Voro, Quique, Arias, Giner, Revert... Solo hacía falta mirar quién era el equipo menos goleado. Pero eran unas estadísticas muy burdas, no existía aún la informática".

Cubrió cinco Mundiales

Después de sus inicios como 'dominguero', el delegado en Valencia, Jesús Montesinos, le propuso colaborar también entre semana haciendo información deportiva. En aquel momento no había ningún redactor destinado exclusivamente al deporte. En la agencia no eran más de siete u ocho, cuando ahora son cerca de veinticinco. Se consolidó cuando el Valencia CF descendió a Segunda, en 1986. Tres días antes de consumarse, nació su hija. En aquella época también colaboraba con la Hoja del Lunes -antiguamente los diarios no salían a los kioscos los lunes-. Poco después, en 1990, el castellonense Julián García Candau, que era el jefe de Deportes en Madrid, ya lo mandó al Mundial de Italia, el primero de los cinco que cubrió. A Alfonso Gil lo destinaron a Cerdeña, a Cagliari, donde pasó más tiempo cubriendo las trifulcas entre los italianos y los ingleses que informando de lo deportivo. Cinco años antes se había producido la tragedia de Heysel (el 29 de mayo de 1985 murieron 39 aficionados a causa de una avalancha en los prolegómenos de la final de la Copa de Europa entre el Juventus y el Liverpool) y la organización decidió encerrar a ingleses, irlandeses, neerlandeses y egipcios en la isla para tenerlos más controlados. 

"Los ingleses vinieron a arrasar. Eran tíos que iban en chanclas, con gayumbos, una camiseta y una riñonera con el pasaporte y dinero para comprar cerveza. Allí hubo mucha violencia porque los italianos les estaban esperando. Como los ingleses bebían mucho empezaban a mover la bandera, pero los que pegaban eran los italianos, que habían tenido 32 víctimas en Bruselas. Así que hice mucha información de sucesos, pero, por suerte, tuve mucha entrada en la selección inglesa porque tenía una amigo en RTVE, Luis Fernández, que tenía de comentarista a Michael Robinson, y este nos dio acceso a la selección inglesa, y también a la irlandesa. Él te ayudaba y te decía: 'Tú me invitas a medicina'. Y luego le invitabas a una cerveza y así se daba por satisfecho".

A espaldas de Alfonso Gil, un hombre que estaba leyendo un periódico de papel, una reliquia en la era de las pantallas, comienza a pegar la oreja en cuanto escucha que se están contando anécdotas de fútbol. Poco a poco se va descarando y al final termina estirando el cuello mientras come cacahuetes. Alfonso anda ya recordando el Mundial de Estados Unidos y cómo ellos, los enviados especiales de la Agencia EFE, que tiene como clientes a los medios de comunicación de habla hispana, vivieron el impacto del asesinato de Andrés Escobar en Colombia. O el positivo de Maradona.

En Francia tuvo la suerte de seguir los pasos de Brasil, la selección de Ronaldo, Rivaldo y Bebeto. Y el mal recuerdo de Japón, donde apenas se respiraba fútbol. "Entrabas a la sala de prensa y te encontrabas a los voluntarios haciendo papiroflexia, no les interesaba el fútbol". Luego se perdió el de 2006 porque, entre 1999 y ese año, fue el delegado de EFE en València. "Era el año que venía el Papa y, además, una semana antes tuvimos el accidente del metro. Menos mal que no fui porque me hubiera vuelto loco". El último fue el de Sudáfrica. Hace gracia que Alfonso Gil hace un repaso digno de un notario, despojado de cualquier mancha de forofo. Y solo cuenta que vio en vivo la final que coronó a España campeona cuando el fotógrafo se lo pregunta.

Este experto en fútbol también cubrió seis ediciones de la Copa América y un par de Juegos Olímpicos, los de Barcelona 1992 y los de Atenas 2004. Nunca fue a una Eurocopa porque, cuenta, eso le tocaba a su compañero César Toldrá. "En la Copa América, la verdad, te trataban muy bien por ser español. Ahí tenía la posibilidad de hacer entrevistas más amplias. Y me permitió, además, ir a países a los que no hubiera ido nunca.

La anécdota con Giner

Su carácter desapasionado hace que le cueste recordar una entrevista que le hiciera especial ilusión y después de mucho pensar, pese a que pasaron por su grabadora Pelé o Joseph Blatter, que fue el presidente de la FIFA-, él se queda con César Argilés, un excelente entrenador de balonmano "muy culto y muy interesante". Pero vuelve a emerger el periodista sin ego: "Nunca idealicé a los entrevistados".

Aunque él se resiste a decir que no tienen ego. "Somos periodistas con un ego diferente. Tú sabes que lo que haces puede publicarse en muchos medios, pero puede también que no lo publique nadie. En América, cuando estaba en Bolivia, los periódicos ponían su crónica y debajo, la tuya bajo un epígrafe: 'Así lo vio EFE'. Conservo recortes de eso. Querían transmitir que ellos le ponían la pasión y nosotros una visión más aséptica".

Cuatro décadas de periodismo dieron para mucho, dejaron muchas anécdotas, como aquel día que se celebró el sorteo de la Copa del Rey y, al llegar a Paterna, le pidió una valoración a Fernando Giner. "Me hizo una declaración perfecta. A continuación, le pregunté sobre el hecho de tener que jugar el primer partido en casa, y me dio una explicación. Después de tres preguntas, apagué la grabadora, le di las gracias y entonces me soltó: 'Oye, antes de preguntar me podrías haber dicho contra quién nos ha tocado...'. No tenía ni idea. Pero él cumplió con su trabajo".

O ese otro día en el que le explicó a Parreira, antes del primer partido de Liga, que Álvaro Cervera no iba a poder jugar porque vio la quinta tarjeta en el último partido de la temporada anterior. El brasileño, siempre muy educado, le replicó, diciéndole que estaba equivocado. Alfonso insistió, pero Parreira le atajó, estaba convencido de que podía contar con él. Llegó el día del partido y Álvaro se quedó en la grada. Después de la rueda de prensa, Parreira le hizo un gesto para que se acercara y le reconoció que tenía razón y que era terrible que nadie del club le hubiera avisado.

Foto: KIKE TABERNER

Durante esos años siempre tuvo el gusanillo de la literatura. Con su amigo Luis Furió, otro periodista veterano, hizo un par de libros sobre el Valencia CF, coordinó los dos del centenario del club, hizo otro con Antonio Egea sobre el fútbol en la Comunitat, 'Amunt', una especie de manual, otro de anécdotas de fútbol y hace unas semanas presentó con su compañero César Toldrá ''Cañete: Mucho más que un gran portero'.

Ahora quiere sumar otro más, aunque aún no se ha decidido. Primero quiere disfrutar del cambio de velocidad de la jubilación, leer novelas con calma, ir al cine y al teatro y viajar, aunque esto le cuesta porque dice que como periodista ha podido viajar sin tener la sensación de ser un guiri y que por eso le cuesta mucho mezclarse con la muchedumbre en lugares muy turísticos. Solo le inquieta un asunto: no perder la salud con rapidez. No ayuda haber perdido a sus padres en dos años y quedarte sin esa barandilla ante el abismo que son tus progenitores.

Alfonso Gil mira atrás sin demasiada melancolía. Asegura que Baraja ha sido el mejor jugador del Valencia CF en el Siglo XXI. Y que antes que él, los más grandes de los que ha visto son Kempes, Mijatovic, Penev y David Villa. Pero casi que le hace más gracia el recuerdo de aquellos corresponsales de pueblo de los años 90, los encargados de dictar las crónicas de los partidos de Regional. Como aquel de Oliva, que acabó siendo alcalde, que dictaba sus notas con mucha ceremonia, como si estuviera hablando por la radio. O ese otro que, años atrás, enviaba su crónica por correo postal con papel carbón. "Un día le pedí que no me mandara la sexta copia porque no se entendía nada".

Foto: KIKE TABERNER

Aunque la más hilarante fue la del corresponsal que llamó para pasar la previa de un partido de Tercera. Los compañeros de Deportes llamaron después al corresponsal del otro equipo y este les contó que, como no pagaban en el otro club, se habían ido ocho jugadores y el entrenador. "Entonces volví a llamar al primero para recriminarle que no me había pasado esa información y me soltó: 'Oye, oye, que yo no estoy aquí para ir dándole pistas al rival...'. Resulta que era uno de los directivos. Los corresponsales eran otro mundo. Una vez fue uno a cubrir por primera vez un partido de baloncesto y se salió al descanso porque pensaba que había terminado después de dos cuartos".

Nos vamos dando un paseo por la avenida Reino de Valencia. Alfonso camina a velocidad de jubilado y a cada momento se va parando para recordar nuevas anécdotas. Hace el chiste de que aún no ha ido a dar de comer a las palomas y luego se despide y se pierde por la avenida, desandando el camino que ha hecho durante décadas.

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