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Proyecto Islero

La bomba atómica que España no tuvo

Si algún día se cansa de trabajar, dice que se irá a vivir a Xàbia, donde veranea desde 1963. Es el general del Ejército del Aire Guillermo Velarde, a quien el Gobierno encargó diseñar la bomba atómica española. El bautizado como 'Proyecto Islero' se prolongó entre 1962 y 1981, con la Dictadura y con la Democracia. Esta es su historia

| 15/04/2017 | 10 min, 9 seg

VALÈNCIA.- En plena Guerra Fría, España inició un plan secreto para producir armamento nuclear, pero Franco decidió, en 1966, paralizar el Proyecto Islero que fue reactivado por Arias Navarro. Con la llegada de la democracia, Adolfo Suárez mantuvo el programa en activo. El director de la investigación, Guillermo Velarde, desvela los entresijos de la operación que pudo situar a España entre las potencias atómicas.

El plan para construir la primera bomba atómica española tiene nombre de toro. «Lo llamé Proyecto Islero en recuerdo del toro que mató a Manolete porque pensaba que tarde o temprano me mataría no a cornadas sino a disgustos, como casi ocurrió», bromea con aplomo el general del Ejército del Aire Guillermo Velarde, presidente del Instituto de Fusión Nuclear y padre de la versión española del Proyecto Manhattan, nombre en clave de la investigación norteamericana para obtener la primera bomba atómica. Su minuciosa memoria recuerda todos los detalles del plan, que relata en el libro Proyecto Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares, de la editorial Guadalmazán. Entre toda la información que aporta se reserva un pequeño dato, su edad; «es el secreto mejor guardado de las Fuerzas Armadas», apostilla con humor castrense.

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El hoy catedrático emérito de Física Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid fue uno de los jóvenes científicos españoles enviados en los años cincuenta del pasado siglo a Estados Unidos para ampliar su formación nuclear. Guillermo Velarde vivió durante su estancia en California la crisis de los misiles de 1962 entre la Cuba de Fidel Castro y los Estados Unidos de Kennedy. El investigador trabajaba en Atomics International, compañía pionera en el diseño de reactores nucleares y uno de los centros clasificados como «reservado» por el Pentágono. Allí recibió instrucciones de cómo actuar en caso de ataque, «aunque daban por seguro un acuerdo entre soviéticos y norteamericanos», según explica, que finalmente evitó la confrontación bélica.

El primer gran impulsor de la energía nuclear en España fue José María Otero, físico reconocido internacionalmente por el descubrimiento de la miopía nocturna, que revolucionó las tácticas militares durante la Segunda Guerra Mundial al mejorar la visión en la oscuridad de pilotos y marinos. Otero es el primer presidente de la Junta de Energía Nuclear, a quien Velarde informa de sus progresos para elaborar armamento a partir de la fisión nuclear. En 1962, el vicepresidente del gobierno, Agustín Muñoz Grandes —había comandado la División Azul— «autoriza el proyecto de una bomba atómica de plutonio», afirma Guillermo Velarde, que por aquel entonces es nombrado director técnico del proyecto. 

El plan contaba con el apoyo implícito de Francia. «De Gaulle quería que en Europa hubiera otra potencia nuclear para evitar tanta dependencia de los Estados Unidos», aclara Velarde, que recuerda cómo el país galo era el único de Europa Occidental que había fabricado su propio armamento atómico. La administración francesa proporcionó a bajo interés el reactor de Vandellòs I (Tarragona), que debía suministrar el plutonio para producir las bombas españolas. En aquella época España era la tercera potencia nuclear europea al oeste del telón de acero.

La bomba de Palomares

En enero de 1966, el choque en pleno vuelo de dos aviones norteamericanos provoca la caída de cuatro bombas termonucleares cerca de Palomares, en Almería. Guillermo Velarde es enviado a la zona por el Estado Mayor para investigar lo sucedido. Sus análisis de los restos le permiten redescubrir el método Ulam-Teller: el sistema para la fabricación de una bomba de hidrógeno a partir de la fusión nuclear, que Estados Unidos mantenía en el más absoluto de los secretos. Este hallazgo supone un paso decisivo.

El director del Proyecto Islero es requerido por Muñoz Grandes para informar a Franco de sus progresos. En la reunión, el dictador frustra las expectativas del científico. «Dijo que había estudiado las ventajas e inconvenientes de que España desarrollara una fuerza nuclear, pero que tarde o temprano se enterarían los norteamericanos e impondrían sanciones económicas que España no podría soportar, por tanto, había decidido suspender el Proyecto Islero», relata. El investigador lamenta la decisión: «Creo que se equivocó escuchando al ministro de Industria, que era contrario al proyecto»; y añade que una fuerza de disuasión propia «habría granjeado una posición a España en el club atómico internacional». Velarde es autorizado a continuar sus investigaciones para destinarlas a la obtención de electricidad. 

Carrero Blanco y Kissinger

En diciembre de 1973, el régimen prepara la visita a Madrid del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. El jefe del Alto Estado Mayor, Manuel Díez-Alegría, encarga a Guillermo Velarde un breve informe técnico sobre el Proyecto Islero que solo podrán leer el recientemente nombrado presidente del gobierno, Luis Carrero Blanco, y Kissinger. Velarde cumple la orden y entrega el informe, de apenas un par de folios, que los dos mandatarios reciben en una reunión clasificada como «secreta». 

36 bombas de plutonio: Es la cantidad que el presidente del Gobierno Arias Navarro encargó construir a principios de 1974

Kissinger decide suspender su estancia en Madrid, cancelando una prevista visita al Museo del Prado y, de manera precipitada, avanza su regreso a Washington el 19 de diciembre. Al día siguiente, Carrero Blanco es asesinado en un atentado de ETA. Entre el equipo del Proyecto Islero se encuentra un experto en explosivos convencionales, Manuel Aguilar Bartolomé, quien después de analizar los efectos de la deflagración estima «imposible» que estuviera causada por Goma-2 ECO, como aseguraron las autoridades franquistas: «Había estudiado el cráter casi cónico provocado por el atentado y esa energía no la podía causar en absoluto la Goma-2 ECO. Tenía que haber sido un explosivo de muy alta velocidad de detonación, por ejemplo el RDX, un explosivo militar», revela el oficial de ingenieros a Velarde. El científico concluye que aquel atentado «sigue envuelto en grandes interrogantes».

Dos semanas después de la muerte de Carrero Blanco, Díez-Alegría vuelve a llamar a Velarde. «Me dijo que el nuevo presidente, Arias Navarro, estaba muy interesado en seguir adelante con el Proyecto Islero. Quería que España tuviera una fuerza de disuasión nuclear antes de que finalizara la década. Firmó una directiva de Presidencia ordenando a la Junta de Energía Nuclear y al Alto Estado Mayor que desarrollaran 36 bombas de plutonio, reservando ocho de ellas para que fueran iniciadoras de las bombas termonucleares». La decisión se toma sin consultar a Franco; «una vez muerto Carrero, Franco estaba totalmente ido. Me explicaron que fue decisión del presidente Carlos Arias no comunicárselo. Sabía que Franco se había opuesto, pero ni siquiera se lo comunicaron», asegura Velarde. El físico relata como rápidamente reactivaron el programa.

La decisión de reanudar el Proyecto Islero coincide con la intensificación de las presiones norteamericanas para que España firme el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que restringe la posesión de bombas atómicas a Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia, China y Reino Unido. Restablecida la democracia, Adolfo Suárez evita firmar el tratado y decide seguir adelante con el programa nuclear. Velarde aclara que «Suárez esperaba poder torear a los americanos, distraerlos para continuar con el Proyecto Islero, pero los acontecimientos se precipitaron».

Presiones a Suárez

EEUU había proporcionado la tecnología para las centrales nucleares españolas. La administración Carter se niega a suministrar los últimos componentes a finales de los setenta si España no firma el TNP, según explica a Velarde el vicepresidente del gobierno, Manuel Gutiérrez Mellado. A su vez, las compañías eléctricas españolas presionan para que Suárez ceda. El presidente anuncia a Velarde que es «prácticamente imposible seguir con el Proyecto Islero. Quizá el día de mañana cuando aflojasen las presiones americanas podría continuarse» y le propone crear una Secretaría de Estado de Energía, dependiente de la Presidencia del Gobierno, para continuar discretamente con las investigaciones.

El científico plantea como alternativa un instituto dependiente de la Universidad Politécnica de Madrid, siguiendo el ejemplo del Laboratorio de Los Álamos, de la Universidad de California, donde se gestaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Este sistema permitirá establecer convenios internacionales con otros centros de investigación, con los que ya venían colaborando los científicos españoles. Suárez accede y nace el Instituto de Fusión Nuclear. 

«En 1973 Arias Navarro tomó la determinación de reactivar el proyecto. Lo decidió sin consultar a Franco que desde lo de Carrero estaba ido»

1981 es un año decisivo para la Transición y también para el Proyecto Islero. En enero dimite Suárez, en febrero se produce el intento de golpe de Estado y Leopoldo Calvo Sotelo ocupa la presidencia del Gobierno. En abril, España acepta las condiciones del Tratado de No Proliferación Nuclear, que somete las instalaciones nucleares a la supervisión y control de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Ello acaba definitivamente con el programa de armamento nuclear español. En 1987, el gobierno de Felipe González ratifica el TNP para entrar en la Comunidad Económica Europea. Es el fin del Proyecto Islero.

En la actualidad, el Instituto de Fusión Nuclear (IFN) continúa sus investigaciones con fines civiles. «La fusión», un método en fase experimental, es la reacción basada en la combinación de núcleos ligeros para crear uno más grande y pesado, un principio similar «a la energía de estrellas como nuestro sol» explica Velarde. La fisión, principio en el que se basan las centrales nucleares actuales, es la separación de un núcleo pesado en núcleos más pequeños. El IFN es el primer organismo que desarrolló en los ochenta «códigos de cálculo no secretos» para la producción eléctrica a partir de la fusión, según detalla su presidente, una información compartida con centros de investigación de Suiza, Alemania y la entonces Academia de Ciencias Soviética, con cuyos investigadores Velarde mantenía buenas relaciones e intercambio de información desde 1974.

El científico ha participado en informes para sucesivos gobiernos españoles sobre la actividad nuclear en Corea del Norte, Siria, Pakistán, Irán, Israel, el Proyecto de defensa estratégica de Reagan conocido como Guerra de las Galaxias o el accidente de Chernóbil y el desastre de Fukushima, siempre en contacto con el Ceseden (Centro Superior de Estudios de la Defensa). Después de haber recorrido más de medio mundo, a Guillermo Velarde le gusta regresar a su casa de Xàbia, donde mantiene una segunda residencia desde 1963 como otros antiguos compañeros de armas. Asegura que allí se retirará, «si algún día me canso de trabajar».   

* Este artículo se publicó originalmente en el número de la revista Plaza

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