VALÈNCIA. Dijo Kennedy que "el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano". Una frase que se ajusta perfectamente a la actitud de los partidos del Botànic a la hora de afrontar las aglomeraciones en la Cabalgata de Reyes de València y las nuevas restricciones para hacer frente a la covid, sin apenas autocrítica y con crudos ataques a través de redes sociales. Aunque para un balance completo, y poco favorable igualmente hacia los Ejecutivos autonómico y municipal, sería necesario mirar un poco más atrás de estas últimas horas, desde las semanas previas a unas Navidades en las que ya se ha comprobado el resultado de la tardanza en la toma de decisiones.
El pasado martes 5 de enero resume el estado de la situación. Con casi 200 muertos en una semana, el día con récord de contagios (3.930) y fallecimientos (85) por coronavirus en la Comunitat y con los hospitales al borde de la saturación, la Generalitat optaba por endurecer las medidas. A partir de este jueves, el cierre de la hostelería será a las 17 horas, el toque de queda se adelanta a las 22 horas y 29 municipios quedarán confinados.
La decisión no llegaba a tiempo dada la inexistencia de restricciones excepcionales reseñables durante las fiestas pese a que todas las cifras han ido al alza los últimos 15 días. Eso añadido a que Sanidad dio un puente de tres jornadas completas al proceso de vacunación por los festivos. Con los efectos de la Nochebuena y la Navidad apreciándose ahora, queda esperar a los de la Nochevieja, para la que Ximo Puig únicamente optó por prohibir las actuaciones musicales y de djs en pubs y discotecas en lugar de decretar, como sí ha hecho una semana después, el cierre de la hostelería a las 17 horas. Determinación que evitó entonces para tratar de mantener el equilibrio con el sector.
Las nuevas órdenes –aplicadas ya con las Navidades finalizadas– provocaron, de nuevo, y en lo que ha pasado a ser más norma que excepción, enfrentamientos entre PSPV y Compromís. En el transcurso de la Interdepartamental para la prevención y actuación frente a la covid-19, los representantes de la coalición plantearon directrices más rígidas, como un confinamiento domiciliario de 14 días, el cierre de las grandes superficies los fines de semana y un máximo de cuatro comensales por mesa. Desde el PSPV aceptaron esto último, aunque Compromís lo consideró insuficiente.
El descontento, sin embargo, no fue más allá. Como tampoco ha ocurrido nada cada vez que Mónica Oltra ha censurado las escasas restricciones que Ximo Puig y la consellera de Sanidad, Ana Barceló, dictaban al entender que no resultaban necesarias. El decreto con las nuevas regulaciones se encuentra publicado y entra en vigor este 7 de enero. Como en todos los anteriores y en los que vendrán, su contenido, su insuficiencia, su tardanza o su hipotética inexistencia dependen de un Gobierno del que forman parte tres partidos (PSPV, Compromís y Unides Podem) con responsabilidades compartidas y no sólo compartimentadas.
Lo mismo vale para el Ayuntamiento de València, centro de la polémica pocas horas después, en plena Noche de Reyes, por las imágenes que dejaba una cuestionable cabalgata que, pese a que no tenía itinerario ni horario oficial, provocó aglomeraciones. Las imágenes con cientos de personas congregadas en la plaza –similares a las que se vieron en las vías y centros comerciales– pese a las advertencias sanitarias cayeron como una bomba entre los responsables políticos. Sin ninguna intención de reprimir pensamientos y sin atisbo de autocrítica, dirigentes de PSPV y Compromís se lanzaron al navajazo limpio en redes sociales.
Los cruces de acusaciones Ana Barceló-Mónica Oltra-Sandra Gómez (y muchos más) evidenciaron lo tenso del ambiente, lo enrarecidas que se encuentran las relaciones entre los socios y que aquello del mestizaje ya no es lo que era. Mientras la consellera de Sanidad hablaba de lo "evitable" del evento pese a que su departamento no hizo nada, la vicepresidenta de la Generalitat le recordó un decreto en vigor del 5 de diciembre –con una situación epidemiológica mala, pero mejor que la actual– que permitía la celebración de cabalgatas entre los eventos navideños autorizados. Posteriormente entraba en juego la vicealcaldesa de València para reprocharle que pidió a compañeros suyos –de la coalición– que se anulara la cita en las calles.
La historia se repetía en el consistorio a la inversa que en la Generalitat. Las discrepancias internas entre partidos que gobiernan de la mano se hacían públicas, pero no existía un reconocimiento de los errores. Algo que también viene de atrás, con el empeño del concejal de Cultura Festiva, Carlos Galiana, en que hubiera cabalgata como también lo tenía en que se celebraran las Fallas de alguna manera. Posición que apoyó en su momento Compromís, aun con las fiestas ya suspendidas en marzo y con Joan Ribó anunciando la intención de pasarlas a julio.
Galiana, en declaraciones a Europa Press este miércoles, justificó el evento en ese decreto del 5 de diciembre, afirmó que las aglomeraciones en la plaza fueron en un "momento puntual" y se limitó a remarcar que hay que "mejorar los protocolos".
Lo ocurrido no mereció palabra ni reacción alguna por parte de la máxima autoridad en la ciudad, el alcalde Joan Ribó, quien en su particular universo de Twitter publicaba que había recibido a los Reyes "en un formato reducido con una recepción en el interior del Ayuntamiento".
Mención aparte merezca, tal vez, el papel invisible de Podem en todo este asunto. Ni su vicepresidente segundo del Consell, Rubén Martínez Dalmau, ni la líder del partido en la Comunitat, Pilar Lima, han tomado iniciativa alguna, ni en mensaje político ni en propuestas, en la estrategia contra la covid. Unos pocos tuits parece que han bastado para compensar su desaparición.