VALÈNCIA. Chaume no para de meter los dedos por el pelo para tirar el tupé hacia un lado. Tiene una de esas melenas premeditadamente revueltas y una barba que camufla un mentón poderoso. Muestra la nave industrial que tiene en Benimuslem, en La Ribera, donde parece que, más que una empresa cervecera, tenga un juguete para un joven con alma de empresario. Pero no un empresario a la vieja usanza, con pinza de oro en la corbata y zapatos relucientes, sino de los modernos, de los de ir a currar con bambas y tener un futbolín que nadie usa en la oficina.
Este joven valenciano de 37 años ha manoseado el éxito empresarial con GeeksHub, la empresa que ya factura un millón y medio de euros, y que calcula que llegará a los diez en unos pocos años. Uno de esos tipos talentosos que presume de escapar de las garras de las grandes corporaciones. Un 'geek' de manual que rompió mano en 2009 con una startup dedicada a la música que cogió cierto vuelo y luego se desinfló por falta de capital.
"La montamos varios colegas y yo era el CTO. Llegó a tener diez mil usuarios y ochocientas bandas, y en València hicimos cerca de 800 bolos llenando varios garitos. Pero el modelo de negocio necesitaba muchísimo capital. Las rondas que cerrábamos eran de 50.000 y 100.000 euros, y estábamos hablando de rondas de medio millón, que ahora es más sencillo, pero entonces era un milagro. Mi amigo Guillermo y yo, que éramos expertos en IA y Big Data, hicimos un algoritmo tipo Sazam. Tú nos dabas un canción que te gustaba y sacábamos un patrón acústico con cinco vectores para recomendar música que no conocías. Nuestro algoritmo era mejor que el de Spotify, pero con 22 años teníamos muchas ganas y poca cabeza. Lo pasamos muy bien, perdimos poco dinero y aprendimos mucho".
Lo cuenta y parece un juego. Por eso lo de Sailor, la marca de cerveza que dirige en ese polígono en mitad del campo que esa mañana ha sido devorado por la niebla, da la sensación de que es el juguete. Chaume Sánchez ha reunido allí a su gente: dos chicas y un chico. Entre los cuatro llevan una empresa que el año pasado produjo 20.000 litros de una cerveza que se distingue por estar infusionada con algas marinas. El CEO de Sailor presume de que ya tienen cinco tiradores en restaurantes de València y que su distintivo también es su sello digital.
No todo fue tan aparentemente fácil en la familia. Su abuelo era tendero y vendía sus productos de menaje del hogar llevándolos de mercado en mercado tirando de un burro. Cuando nació su hijo, el padre de Chaume, los tiempos habían cambiado y se vio obligado a abrir una tienda en Torrefiel. No era un local cualquiera, era, con sus siete escaparates, el Rolls Royce de los negocios del barrio. El hijo heredó la tienda y cuando nació Chaume se crió allí dentro, en Comercial Santi. Para divertirse, el niño cogía y se hacía un mostrador de cartón. Luego agarraba un trapo y un delantal y los pegaba con celo. Cuando llegaban las señoras a la tienda, les hacía gracia el pequeño tendero y le compraban un paño de cocina o lo que fuera. "A mí no me tienen que contar lo de la cultura del esfuerzo, yo eso lo he mamado".
Chaume parecía condenado a seguir con el negocio familiar, pero, un día, su padre metió un Pentium II en casa y aquello le cambió la vida. El chaval se quedó fascinado con aquella máquina y cada noche veía a su padre estudiándose los manuales para lograr programar el sistema para hacer las etiquetas de Comercial Santi. "Mi padre era tan friki como yo y cuando vi esa caja tonta con once años y me di cuenta enseguida del poder que tenía, de la capacidad que tenía para solucionar problemas, así que rápidamente tuve claro que mi profesión iba a ir por ahí".
Al acabar el instituto, estudió Ingeniería Informática en la Universidad Politécnica de Valencia y, a los cinco años, se fue a Madrid, a la Universidad Rey Juan Carlos, gracias a un máster de la Fundación Bankinter. Allí estuvo trabajando en innovación con un equipo de alta dirección. "Cuando volví a València se me quedaba todo pequeño, claro", recuerda. Chaume va haciendo el repaso de su vida en esa nave industrial donde hace una humedad que se pega a los huesos. Del techo, abombadas, cuelgan las velas con las que navegó el Desafío Español en la Copa América de València. Y la mesa donde hace las catas es un casco a escala del barco con el que compitieron en el campo de regatas. Cuando pasó el furor por la vela y el lujo de nuevo rico, aquel material se convirtió en un estorbo en la Marina y los antiguos dueños de Sailor se lo llevaron totalmente gratis.
Hace siete meses fue padre. Su segundo hijo con Beatriz, una antigua fisioterapeuta reconvertida en docente. El bebé llegó en 2021, un año convulso en el que Chaume estuvo ingresado siete días de enero por la covid. Al salir, todavía recuperándose, le informaron de que su padre tenía un cáncer de páncreas. Solo tenía 62 años. Duró tres meses. La vida y todas sus variables.
Este joven empresario no peca de falsa modestia. Y por eso no duda en decir que en 2009 los únicos emprendedores que había en su área eran Javier Megías, "los señores de Business Buster" y él. "A mí me gusta decir que ibas con un taparrabos y un cuchillo porque no había nada. Y levantar rondas de inversión era muy complicado, pero esa vena de emprendimiento la tenía y venía de mis padres".
A partir de ahí la conversación se va enmarañando. Chaume se ha ido soltando y ha acabado abriendo el chorro gordo de las startups, la tecnología y los anglicismos. El periodista 'boomer' de letras se siente como si estuviera en la plaza de Tiananmén rodeado de chinos hablándole. Los CTO, el ITI, el DSIC, un 'challenge' por ahí y otro por allá... Habla de rondas y, claro, allí dentro, rodeado de botellas de tercio y una barra blanca con unas butacas alrededor es imposible no pensar en una cerveza coronada con su espuma en lugar de inversiones de cientos de miles de euros.
De vez en cuando, Chaume embarranca en la primera sílaba, aunque luego sale con mucha soltura. Se intuyen años de preparación para hablar en público con solvencia. Y la verdad es que se expresa de maravilla. Dice que tiene mucha jeta, que eso lo aprendió entre cortinas y manteles en Comercial Santi. El éxito de su empresa, Geekshubs, lo avala el millar de egresados que sale cada año, y los empresarios que acuden ahí como si fuera una almadraba de talento digital. Porque este negocio nació en 2014 con dos objetivos: la formación de profesionales para encontrar trabajo inmediatamente en un sector donde no existe el paro, y, además, asesoramiento para empresas en la selección de personal cualificado, lo que llaman 'headhunting'.
Luego vino la cerveza. Ahí quiso aplicar toda su experiencia como empresario y como gurú tecnológico. Primero contrató a Inma Gómez, que es la experta en cerveza, pero antes tuvo que arrancarla de la Costa Brava, donde estaba trabajando en la producción de vino ecológico. Y luego añadió su sello. "Aquí se ve mi perfil. Todos los elementos de fabricación están sondados, por ejemplo. Por detalles así, a pesar de ser una cervecera pequeña, estamos al nivel de una grande. Yo ya tengo mucha experiencia acumulada con mi empresa principal, que tiene 35 trabajadores. Todo ese aprendizaje ya lo llevas en la mochila. Vi que el sector estaba muy masificado y poco profesionalizado, y yo venía de arrastrar una gestión empresarial exitosa con la filial del grupo Laberit".
Se conforma con lo que tiene. Le han tirado los trastos muchas veces para irse de CEO a empresas más grandes. Pero él no se mueve. Le motiva -el dice que es un 'challenge'- hacer que triunfe Sailor -"mi cara y mi prestigio nos permiten cerrar acuerdos", suelta- y, sobre todo, intentar corregir algunos patrones en España. "Yo me veo cambiando el modelo educativo, es mi challenge", asegura sin titubear.
Jura que hay tiempo para más. Para Gerard y Aleix, los niños que cría con Beatriz, su chica. Y también para hacer kitesurf de vez en cuando en el Perelló y, de vez en cuando, también en Tenerife o Tarifa. Un 'geek' deportista. Luego se repeina otra vez con los dedos y se mete hacia dentro con sus tres compañeros. Ha dedicado dos horas a promocionar Sailor, pero ha llegado la hora de partir. Geekshubs le espera.