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'Dadas las circunstancias', un nuevo libro de aventuras de Paco Inclán

Se advierte en la contraportada que cualquier parecido con la ficción que se encuentre en este tercer libro del autor publicado por Jekyll&Jill será en todo caso pura coincidencia

26/10/2020 - 

VALÈNCIA. Desde Plutón, el Sol es solo la luz más rutilante del firmamento inmediato, con la intensidad de la Luna llena en la Tierra: allí, en este paraje congelado y lejano del que cada día sabemos un poco más, descender más allá de los cuatrocientos grados bajo cero es cosa sencilla. Plutón ya no es un planeta: ahora es el primero de su categoría, los plutoides, planetas enanos más allá de Neptuno, en ese reino de nuestro sistema solar a partir del cual la exploración promete aventuras de todo tipo que incluyen cinturones de asteroides, mundos fríos enterrados en la oscuridad, la posibilidad de un legendario planeta de gran tamaño necesario para explicar ciertas anomalías gravitatorias, o tal vez un aterrador agujero negro más cerca de lo que pensábamos, aguardando para engullirnos en su sima del sentido a tan solo un par de calles planetarias. Todo esto puede dar y está dando para historias espectaculares de pioneros, para relatos épicos de aventuras en lo desconocido. Sin embargo, la épica cansa, y los viajes pueden ser aventuras no solo en el espacio exterior, sino también en el interior, con otro tono, y una intensidad diferente. Aventuras desconcertantes de lo terrestre, de la deriva, del ir a ninguna parte con pleno conocimiento de ello, y con una convicción a medias. Si Paco Inclán explorase el sistema solar, allá por su trigésimo libro con Jekyll&Jill, nos contaría lo que no lograría trasladar ningún divulgador de la NASA, porque él es más de las vicisitudes de la astronomía modesta, la que pueden desarrollar agencias espaciales de países que no salen en las películas. Paco Inclán, eso sí, hallaría oro probablemente en el bar de la NASA un martes por la mañana.

Pero en Dadas las circunstancias, su tercer libro publicado en Jekill&Jill después de Tantas mentiras e Incertidumbre, Inclán no se pasea por la superficie de Marte en busca de jugadores de pelota, sino por Praga, como editor extranjero invitado por el Círculo Literario Checo a su Feria Internacional del Libro. Cómo acaba un editor valenciano de una revista de arte y pensamiento como Bostezo siendo invitado por el Círculo Literario Checo es una secuencia de acontecimientos probablemente imposible de reproducir, o al menos de la manera en que le sucedió al autor: las situaciones inclanianas, que él cuenta con la naturalidad que otorga el interiorizar la extrañeza y el asombro, ocurren una vez [o no], se capturan, se escriben, y se publican en Jekyll&Jill. También se cuentan con cervezas en las cantinas. En el primer relato de este nuevo volumen, Inclán abre con la turbación que le produjo el hecho de que alguien tuviese la potestad de decidir que Plutón, el Plutón que él había estudiado en el colegio gracias al descubrimiento de Clyde WIlliam Tombaugh en mil novecientos treinta y al buen juicio de la niña británica de once años Venetia Burney, cuya propuesta ganó en el concurso para bautizar al nuevo miembro de la familia, dejaba de ser un planeta para convertirse en un planeta enano; sigue con las decepcionantes impresiones que le produjo conocer el estado turístico actual de la longeva taberna U Fleků de la que esperaba algo más de revolución por culpa de Roque Dalton, y cierra con el mal rato que pasó por culpa de Hesel, el incisivo autor con acondroplasia con el que él y su compañera macedonia Maritza se habían citado, y que lo hizo sentir tremendamente desplazado a base de bromas sobre su persona —la persona de Inclán— que no pudo entender por no hablar checo. El epílogo de esta aventura lo protagoniza el autor marchándose y pagando la cuenta de los tres sin saber muy bien por qué, acaso tratando de rascar algo de dignidad de un modo inadecuado (ni Hesel ni Maritza dejarían de reír cuando se enterasen de que el español les había invitado).

El libro avanza hasta la aventura de Inclán en busca del último hablante de erromintxela, lengua que mezcla el euskera y el romaní y de la que el autor supo al dar, como quien da con un mapa del tesoro que cae de entre de las páginas de un pesado mamotreto, gracias a un pequeño vocabulario que encontró en las estanterías de una biblioteca mientras daba un paseo por el centro de Donostia. El último hablante de erromintxela al final resulta que se llamaba Goyo y que no era muy afín a las entrevistas ni a los desconocidos titubeantes que se llegaban a sus tierras con preguntas sobre una lengua virtualmente muerta, pero eso no es lo importante del relato. O sí. Paco Inclán tiene un olfato único para los conocimientos en proceso de ser tragados por el estado presente de las cosas, esos conocimientos, para algunos irrelevantes —nada más lejos de la realidad— que se hacen tan pequeños que caben por los poros de la piel del hoy y se deslizan hacia dentro, hacia el olvido. Como el erromintxela, la lengua perdida de los vascos gitanos —que según le explican, no son lo mismo que los gitanos vascos—, la existencia de un doble del Che Guevara de nombre Vladimir, tan dentro de la admiración y del papel que hasta aspiraba Ventolín sin ser él asmático ni nada de eso, o la lógica económica que puede llevar a la bancarrota un banco de tiempo en Valladares —y en cualquier parte— si uno gasta alegremente su chequera de horas en servicios ofrecidos por los vecinos en aras de reunir material para su proyecto psicogeográfico. Si quien vive esto no es un aventurero, cuesta entender quién podría serlo. Además, uno de los relatos de Dadas las circunstancias se llama Viaje al país del esperanto. Y luego está eso de la escatología en la obra de Arnau de Vilanova, y el angustioso apretón arriba y abajo la calle del Hospital temiendo la posibilidad de sucumbir en medio de un incómodo encuentro, por ejemplo, con el director de un festival de danza.

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