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la bio-ingeniería aporta nuevas soluciones

De cómo la papaya ayudará a ahorrar millones de euros a la naranja 

Foto: KIKE TABERNER

Un ingeniero agrónomo descubre un sistema natural para, empleando insectos, acabar con la plaga de la araña roja

9/10/2018 - 

VALÈNCIA. Alcanza sólo los 0,3 milímetros de longitud, pero es uno de los enemigos más terribles a los que se puede enfrentar un agricultor. La araña roja está considerada por el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) como una de las principales plagas en las comarcas de la Plana de Castellón. Se ha instalado como un mal endémico, con una víctima propiciatoria: los cítricos, y la solución para acabar con ella no parece fácil. Tanto que desde hace tiempo se viene observando la necesidad de apostar por alternativas a los plaguicidas, en busca de mejores resultados. En este sentido, este pasado mes de mayo el profesor Víctor Flors y el catedrático Josep Jaques de la Universitat Jaume I de Castellón publicaban en la revista International Journal of Molecular Sciences unas conclusiones de un estudio en el que recomendaban optar por “alternativas biológicas de menor toxicidad que los pesticidas”. Sus plegarias han sido oídas.

A principios de este mes el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Murcia dio a conocer un hallazgo científico que puede suponer un antes y un después en el tratamiento de esta plaga y que a medio plazo se traducirá en millones de euros para la naranja y los cítricos, partiendo del dato de que está previsto un ahorro del orden de 1.000 euros por hectárea de cultivo. El ingeniero agrónomo David López Romero, que trabaja para el gobierno regional, ha encontrado la solución en una explotación de Mazarrón. O mejor dicho: ha resuelto el puzle; tiene la pieza que faltaba: la papaya.

Desde hace años que se sabe que un insecto de la familia de las mariquitas, el Stethorus punctillum, es el principal enemigo de la araña roja. Dependiendo de la fase del ciclo en que se encuentre el Stethorus, que tiene nombre de personaje de película de ciencia ficción, es capaz de comer hasta 400 arañas en un día. No es la primera vez que los Stethorus se citan como respuesta. Son el enemigo natural de la araña roja. De hecho, explican desde el colegio de ingenieros agrónomos de València, hay incluso biofábricas que los crían y los venden. El problema es que cuando los agricultores los sueltan, los Stethorus hacen su trabajo (o no) para desaparecer después. No les gusta vivir entre las hojas de un cítrico y en cuanto desaparecen las arañas, se las han comido, se desplazan en busca de más a otros campos.

López Romero ha descubierto cómo conseguir que estos insectos no migren. Desde su trabajo, el ingeniero suele realizar ensayos de nuevas técnicas para mejorar la producción y salvaguardar las plantas en las fincas agrícolas que mantienen convenio con la administración autonómica murciana. Se trata de “un círculo virtuoso”, dice Andrés Martínez, decano del Colegio de Ingenieros Agrónomos de la Región de Murcia, porque gracias a este servicio la experimentación se realiza desde la práctica y no desde la teoría. Tras diversas probaturas, López Romero comprobó que la papaya era el hábitat perfecto para el Stethorus. Tenía la casa; le faltaba regular el contrato de arrendamiento. Sistematizó el procedimiento para mantener el equilibrio ecológico con éxito y consiguió la cuadratura del círculo, la respuesta biológica que pedían los profesores de la Jaume I.

Precisamente uno de los problemas habituales en el uso de bio-ingeniería contra determinadas plagas era la incapacidad de garantizar una población estable de depredadores. Así lo explican desde el colegio de agrónomos valenciano. “Si no hay depredadores, la plaga crece a ritmo exponencial, sólo limitada por las condiciones ambientales. Si se sueltan un montón de depredadores, la población bajará rápidamente pero llegará un punto en el que los depredadores también menguarán por falta de presas y entonces se producirá una especie de efecto rebote en el que volverá a crecer la población de la plaga, y otra vez de vuelta a la casilla de salida. En cambio, si tengo condiciones ambientales que permitan controlar y manejar esos equilibrios inestables nos podremos aproximar poco a poco siguiendo esa espiral hacia el punto de equilibro, que sería la solución utópica. Si tal punto de equilibro es aceptable desde el punto de vista agronómico, tenemos una buena solución”.

Los Stethorus encuentran su hábitat perfecto en la papaya, hasta el punto que se han detectado insectos que tienen una movilidad de más de doscientos metros y siempre vuelven a la papaya; allí han dejado su sombrero. Con este frutal como alojamiento, los Stethorus se convierten en el aliado perfecto para mantener a raya a la araña roja, al tiempo que permanecen como una fuerza de choque de rápida actuación contra nuevos brotes, evitando el tan temido efecto rebote. “Es una buena noticia”, señalan desde el colegio valenciano, pero advierten: “No la panacea”. “No estamos hablando de plantar papaya e irse a dormir; estamos hablando de estar siempre controlando las poblaciones de presa y depredador y, muy importante, las condiciones ambientales para que no distorsionen el ecosistema inducido. El gran avance es que no se conocía forma de mantener poblaciones estables y más o menos controlables. En todo caso se iba, se soltaban, alteraban la población de araña roja, pero la dinámica de poblaciones llevaba a la recuperación de éstas a modo de bucle”, relatan. Ahora ya no se soltarán Stethorus; ahora los Stethorus vivirán allí.

Foto: KIKE TABERNER

Las prácticas biotecnológicas como ésta son capaces de modificar el ecosistema sin causar perjuicios medioambientales y minimizan el uso de fitosanitarios. La técnica podría replicarse también en frutales y hortalizas, amenazadas igualmente por la araña roja, por lo que el impacto económico aún sería mayor. Los millones de euros que se ahorrará el campo acabarán contándose por decenas. López Romero presentará en el próximo Congreso Nacional de Ingenieros Agrónomos y de Agricultura Ecológica los resultados de su investigación. El objetivo es continuar con los trabajos para poder modelizar los resultados y dotar a los agricultores de la Región de Murcia y el resto del Arco Mediterráneo de una nueva herramienta compatible con las diferentes estrategias de control de plagas.

La propuesta de López Romero se une a otras que se vienen poniendo en práctica desde hace años, como el proyecto que mantiene Agró con el Ayuntamiento de València, mediante el que se emplea a murciélagos en el control biológico de las plagas del arrozal y chufa. En este caso, el proyecto de Agró es bastante similar al del ingeniero murciano, ya que consiste en habilitar nidos para facilitar el asentamiento de poblaciones de murciélagos. Estos mamíferos son los depredadores naturales de mosquitos y otros insectos que pueden afectar a los cultivos, con lo que se reduce el uso de fitosanitarios y los tan temidos residuos.

Foto: KIKE TABERNER

Otra solución de bio-ingeniería muy famosa es la técnica del insecto estéril. Esta se ha empleado para controlar especies de moscas de fruta. Consiste en generar millares de moscas masculinas estériles que después se liberan en los campos. Como quiera que las hembras sólo se aparean una vez por vida, si una de ellas opta por la mosca estéril, quedará sin descendencia. Con esto se consigue reducir las poblaciones pequeñas. Con todo, no se han conseguido éxitos tan unánimes en los casos de poblaciones más densas. El Centro de Evolución de Insectos Estériles, en Moncada, y la Bioplanta de Insectos Estériles, en Caudete de las Fuentes, son pioneros con un proyecto único en Europa.

Todas estas alternativas se están incorporando ante el cambio de paradigma en la agricultura continental. Tradicionalmente el control de las plagas en la Comunidad Valenciana, y en toda España, se realizaba con fitosanitarios. Esta costumbre ha tenido que variar como consecuencia de los cambios en la legislación europea. La publicación de la Directiva Europea 128/2009 sobre el uso sostenible de plaguicidas, así como el reglamento 107/2009 sobre su comercialización, han provocado la retirada progresiva de los pesticidas con peor perfil toxicológico. 

Esto está conduciendo a una situación límite a los agricultores, que se encuentran sin recursos para controlar las plagas. Por eso tanto desde la Unió de Llauradors como desde AVA-Asaja han denunciado en repetidas ocasiones que estas medidas ponen en peligro la producción hortofrutícola y condicionado la vida de los agricultores que, en algunos casos, no pueden trabajar el campo porque son literalmente acosados por los insectos.

En este contexto soluciones como la planteada por López Romero contribuyen a clarificar un poco más el futuro ya que ayudan a mantener la producción en unos niveles de rentabilidad aún óptimos, respetando los criterios de sostenibilidad que se imponen desde Europa. “Lo que debemos tener claro”, explican desde el colegio de agrónomos valenciano, “es que vamos hacia un nuevo tipo de cultivo en el que la relación con los árboles será diferente, más personalizada, y no valdrán ya soluciones en bloque”. Es en ese contexto donde la presencia de papayas entre naranjos puede tener futuro como postal. No será algo exótico; será una metáfora de amistad.

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