VALÈNCIA. Lugar de las montañas elevadas donde se conserva nieve todo el año. Con esta acepción define la Real Academia Española (RAE) de la Lengua el término nevero, en masculino. Su versión femenina no se va mucho en significado, ya que alude al sitio donde se guarda o conserva nieve, sin una matización cronológica.
Quizás por ese motivo ambos vocablos (con terminación femenina y masculina) se utilizan indistintamente para referirse a los enormes agujeros excavados (de ahí también el término pozo de nieve) que almacenaban el agua helada durante los siglos XVII, XVIII y XIX, principalmente, para suministrarla a las poblaciones cuando ni de lejos se atisbaba el invento del frigorífico. O de la nevera, sinónimo que sí que se emplea en la actualidad posiblemente recordando su uso pasado.
"Se trataba de un negocio muy lucrativo en el que invertían numerosos terratenientes. La nieve se utilizaba para múltiples finalidades, como taponar hemorragias, almacenar pescado, conservar la alimentación, elaborar helados, enfriar la bebida...", explica el historiador Rafael Jordà.
Su labor de divulgación, con señalización de sendas incluida, la ha centrado en la Vall d´Albaida, donde proliferan estos neveros (si nos atenemos a ese objetivo de salvaguardar nieve todo el año para su venta). No obstante, en otras comarcas existen sobresalientes ejemplos de estas construcciones, como la de la Murta de Alzira, en la Ribera Alta.
Volviendo al extremo sur de la provincia, Jordà ha sido uno de los promotores de la denominada ´Ruta del nevaters’, precisamente recordando a quienes ejercían el duro oficio de conservación de nieve en condiciones meteorológicas habitualmente adversas. A este respecto, retrotrayéndose al pasado, recuerda la figura de “los avisadores, que iban por los pueblos cuando nevaba para que la gente fuera a recoger la nieve”.
La ruta referida abarca la senda SL-CV-122, en Salem, con dos neveros, aunque, como matiza, se encuentran “en los alrededores del Benicadell” (la sierra que separa la Vall d´Albaida del Comtat). También cita otra ruta, en este caso el PR-CV-222 centrado en Atzeneta, con hasta seis neveros, como los de “Beniarrés, el Corral de Diego, de Joaquín, o el de Carcaixent, porque hasta de allí venían”.
Respecto a este último, para completarlo, cita el paralelo SL-CV-118, desde El Palomar, que, además, discurre junto al castillo de Carrícola, con sus incomparables vistas.
El arquitecto Tirso Ávila, especializado en la recuperación de construcciones centenarias, ha desarrollado una labor de restauración de los neveros de Atzeneta y Salem. Del mismo modo lo ha hecho en el del cercano municipio alicantino de Beniarrés, precisamente en El Comtat. “El de Atzeneta era más un pozo de nieve; en cambio los otros dos sí que tienen cúpula”, apunta como diferencia sustancial.
Y al insistirle en esa matización detalla que “los neveros más grandes sí que contaban con un sistema de drenaje, cubierta, un túnel de acceso directo al fondo…”. Su objetivo como arquitecto consiste en “reforzar muros, mejorar la accesibilidad, incrementar su seguridad para que nadie caiga…”. En esa labor de mejora señala como “modélico” el nevero de Barx, ya en la Safor.
“Alternaban nieve y paja. Cuando estaban llenas las construcciones taponaban las puertas, y a veces ponían ramas encima para protegerlas del sol”, añade Rafael Jordà como más factores distintivos de estas construcciones.
“Se sitúan en barrancos y la mayoría se creó en pendiente, con una parte sobre roca viva”, indica, para poner como ejemplo de difícil acceso “el de Bufali”.
Por el lado contrario, resalta aquellos con “cubiertas de tejo, arcos, bóveda de piedra…, aunque la mayoría no conserva la cubierta. Se la llevó gente para sus viviendas al dejar de utilizarse las neveras. A algunas se descendía mediante una cuerda y otras contaban con puerta de acceso”.
A su peso histórico suman, como motivo relevante para acometer su restauración, su capacidad para atraer visitantes. En esta línea destaca, por ejemplo, la Cova de Sant Blai, en Bocairent, con sus once metros de profundidad y más de siete de diámetro. Con su preciosa cúpula, completa el recorrido por el llamativo casco antiguo de esta localidad ubicada en el extremo sur de la provincia de Valencia.
“Quienes buscan las neveras son principalmente senderistas o gente interesada en el patrimonio rural. No diría que existen un gran interés turístico, aunque hasta hace poco tampoco se hacía mucho caso a los castillos y estaban abandonados. La situación ha cambiado y el atractivo de las neveras va creciendo”, sentencia Jordà, que divulga las construcciones y sendas de municipios del interior desde la plataforma Terra de Patrimoni.