VALÈNCIA. A estas alturas nadie duda de que la crisis que vamos a vivir en España será profunda y larga. Profunda y larga como no la habíamos visto antes. Con datos de paro que nos pondrán los pelos de punta y caídas del PIB espectaculares. Algunos, los más optimistas -o los que tienen intereses en los gobiernos de turno-, hablan de una recuperación rápida, pero sean realistas, esto es una quimera. Vamos a vivir una crisis dura que se extenderá mas allá de 2021. Por ser claros. España no va a recuperar la situación pre-covid antes de finales de 2022, y eso si hay suerte.
En este resultado juegan varios factores. O dicho de otro modo, tenemos una ecuación con resultado desastroso y variables conocidas. Una de ellas -muy importante- es la estructura de la economía en España, basada en el turismo y sus derivados como construcción y otros servicios; y en una industria dependiente de las decisiones de otros lugares y muy débil. La falta de ganas de viajar en este mundo obsesionado por el virus y la vuelta de la producción a los países de origen de las multinacionales , sobre todo del automóvil que esta sufriendo su particular via crucis, serán decisivas para que no veamos recuperación por ningún sitio.
Otra variable es la política. Si lo decimos con educación diremos que en España no se están tomando las decisiones correctas. Si decimos la verdad, diremos que España tiene un grave problema político, que no es solo una izquierda comunista desfasada y con métodos fascistas en busca de perpetuarse en el poder. La cosa es aun peor. Somos quizá el país del mundo con más políticos (sindicalistas, empresas y entes públicos...) por habitante y hemos convertido la carrera política en la mas rentable para todo español.
Todo esto, que emergió en un ambiente postfranquismo con el ánimo de pasar página, ha dividido el país en dos clases: los políticos y todos los demás. Estos políticos y sus aplaudidores, arribistas de toda índole y condición, faltos de toda ética y moral, escondidos en unas y otras siglas, se dedican a esquilmar a la población de todas las formas posibles dejando el país paupérrimo y sin futuro.
Verdaderamente en España sabemos mucho de malos gobernantes, de hambre, y de políticos viviendo su realidad paralela, pues ya Quevedo escribía en un poema "toda España está en tris y a punto de dar un tras, ya monta a caballo más que monta a maravedís". Y como esto no es nuevo sabemos dónde acaba. Adiós nuevamente al tren del futuro y hola al clima prebélico.
Pero quizá la variable mas importante en esta ecuación sea una sociedad dormida y cobarde incapaz de reclamar los que le pertenece: su libertad y capacidad de decidir. Una sociedad con los brazos caídos que ha comprado el miedo, que no entiende nada y que se dedica a acusarse unos a otros, mientras los que se llevan el pan actual impunemente. España necesita despertar, necesita aprender de qué va esto, necesita madurar, ser valiente y reclamar un cambio de abajo a arriba que ningún politico va a liderar y que solo la sociedad civil puede reclamar.
En todo caso este pueblo, nuestro pueblo, ha sido el único en el mundo que ha gritado "que vivan las cadenas". Con eso queda dicho todo. Hoy la libertad ha muerto y se ha instalado en su lugar el miedo y la militancia. Dentro de poco desfilaremos por las calles uniformados al grito de las consignas.
Frente a todo esto cabe poco optimismo. Quizá dos consejos para no acabar hundiéndonos con el Titanic.
En momentos como estos es fácil engañarse a uno mismo y pretender que no pasa nada. Pero es mucho más efectivo ver la realidad y actuar de acuerdo con ella. En este caso, si las cosas no son tan malas, no habremos perdido nada. En el otro, si los pronósticos se cumplen, seremos víctimas de un mundo que se hunde. Hagan los deberes.
Lorenzo Serratosa es cofundador de Kau Markets EAFI