VALÈNCIA. Es un silencio que retumba. El mundo fallero vive a la expectativa de qué ocurrirá los próximos meses. La expansión del coronavirus en marzo acabó obligando a la Generalitat Valenciana a la cancelación y poco después, el alcalde de València, Joan Ribó, y el edil de Fiestas, Carlos Galiana, acordaron con los agentes sociales de las Fallas el aplazamiento hasta julio con la promesa de tomar la decisión definitiva un mes antes en función de cómo avanzara la pandemia. Decisión que ya generó discrepancias entre Compromís y PSPV y que ahora vuelven a ponerse sobre la mesa tras la suspensión de San Fermín.
La salida a la crisis sanitaria y la desescalada va a llevar más tiempo del que podrían esperar algunos cuando estalló la pandemia. Tanto es así que, de momento, el Gobierno propondrá prolongar el estado de alarma y el confinamiento hasta al menos el próximo 10 de mayo. Pero además, se empiezan a suceder las informaciones que hablan de que la descompresión será de manera progresiva y que la población deberá acostumbrarse a una nueva normalidad muy diferente a la que se ha vivido hasta antes del encierro.
Es por ello que la posibilidad de celebrar las Fallas en julio se antojaba ya cada vez más reducida. Pero la puntilla la dio este martes Pamplona al anunciar la cancelación de San Fermín este 2020 por la pandemia del coronavirus. Entienden las autoridades pamplonesas y la Comunidad de Navarra que la situación que se vivirá en los próximos meses hace "imposible" la celebración de esta fiesta con cierta normalidad, dado que se trata de una cita que acostumbra a congregar a cientos de miles de personas en una semana y da pie a numerosas aglomeraciones muy difíciles de controlar.
Esto cayó como una losa en tierras valencianas y abrió de nuevo el debate público y mediático sobre el futuro de las Fallas, unas fiestas asimilables a los Sanfermines en cuanto a atracción turística y actos de afluencia masiva. Y también sirvió para reavivar las discrepancias en el seno del Ayuntamiento de València, gobernado por Compromís y el PSPV, y la Generalitat Valenciana, donde amabas fuerzas comparten ejecutivo con Podem.
Diversas fuentes socialistas consultadas por este diario sostuvieron la imposibilidad de llevar a cabo las Fallas en unas fechas tan próximas como julio y apuntaron a la dificultad de defender la celebración de las fiestas teniendo el precedente de Pamplona. Además, también sacaron a relucir la estrictas medidas que presumiblemente se van a implantar en los próximos meses para asegurar el distanciamiento social y el control meticuloso de los aforos en numerosas instalaciones.
Obligaciones todas ellas que, insisten, serían muy complicadas de cumplir en una fiesta multitudinaria como las Fallas. Ya no por los actos masivos como las mascletaes o la Ofrenda, sino porque los tumultos se producen en la mayoría de casales falleros, en cualquier celebración de menor tamaño como una verbena o una simple cena con todos los miembros de una comisión fallera.
En la coalición valencianista prefieren rehuir el debate y se remiten al anuncio de marzo del alcalde: la decisión se tomará en junio y atendiendo a criterios sanitarios. Hasta entonces no habrá ninguna manifestación al respecto. Señalan en esta línea que hay que evitar precipitarse y que, a diferencia de los Sanfermines, las Fallas ya tienen todo preparado para su celebración y sólo hace falta el visto bueno de las autoridades sanitarias, por lo que cuatro semanas de antelación son suficientes para organizar la fiesta valenciana.
Ribó ha sido preguntado sobre el futuro de las Fallas en varias ocasiones. La pasada semana, el primer edil rebajó las expectativas del mundo fallero y aseguró que el traslado de la cita al 15 de julio es algo "posible" pero "no seguro". Y este martes, tras conocerse la suspensión de San Fermín, se emplazó a la fecha acordada para tomar la determinación: "Será mucho más fácil tomar una decisión en junio".
En las filas falleras todavía no han recibido ninguna comunicación por parte del consistorio del cap i casal y esperan a que llegue el mes de junio para que se tome la decisión definitiva, en la que tomarán parte las Fallas. Sin embargo, ya se da por hecho que, conforme están las cosas, es poco viable celebrar unas Fallas aceptables este verano. En medio de toda la incertidumbre, ven más probable el traslado de la semana fallera al mes de septiembre o el puente de octubre.
El debate es todavía más sustancioso tras conocer que varios municipios de la provincia de Valencia ya están tomando sus propias decisiones sin esperar al Ayuntamiento de València. Lo último: Buñol ha cancelado por completo la fiesta este 2020 y no tendrá Fallas hasta marzo de 2021. "No se plantarán monumentos ni se celebrarán las fiestas josefinas que en un momento se decidieron aplazar ante el desarrollo de los acontecimientos que se empezaban a vislumbrar", ha explicado la Junta Fallera Local de Buñol en un comunicado.
Otras localidades ya decidieron a principios de mes que aplazarían la celebración al puente de octubre. Sueca, el Perelló, el Mareny, Carlet u Oliva son los casos que han trascendido. Movimientos que añaden presión al consistorio de la capital y que van en la vía defendida por algunos altos cargos del Consell, que apuestan por trasladar las fiestas josefinas al 9 d'octubre, fecha donde con toda probabilidad se habrá rebajado la tensión y se podrá alcanzar un grado de normalidad mayor.
Las disensiones entre PSPV y Compromís ya habían surgido en el momento de la suspensión de las fiestas en marzo. Entonces, el edil de Fiestas, Galiana, y la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, ambos de Compromís, defendieron una cancelación parcial de la fiesta, eliminando los actos masivos, pero el criterio del Ministerio de Sanidad apoyado por numerosos altos cargos socialistas del Consell acabó motivando la suspensión total en marzo.
Un día después, el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, y Galiana, adelantaron que la idea del consistorio era trasladar la semana fallera a julio. La medida, acordada con el gremio de artistas falleros, la Interagrupación de Fallas, las fallas de sección especial y la Junta Central Fallera, no gozó de un elevado grado de consenso con los socios de gobierno ni con la Generalitat Valenciana. Hasta el punto que algunos altos cargos autonómicos vieron en el anuncio unilateralidad y precipitación dado el desconocimiento sobre la evolución de la pandemia.
Además, el pacto entre la concejalía de Fiestas y el alcalde con el mundo fallero tan sólo un día después de la suspensión sorprendió a muchos, que vieron en esta celeridad un intento de echar tierra sobre la polémica suscitada por la asistencia de Ribó a la ópera mientras precisamente se tomaba la decisión de cancelar la fiesta en la administración autonómica. En Compromís, por contra, indicaban que era necesario dar calma a todos los agentes sociales que dependen de una fiesta como las Fallas y que precisamente por no saber cómo iba a evolucionar la pandemia, se había acordado tomar la decisión definitiva un mes, en junio. El debate, con todo, sigue abierto.