En tan solo un año, la biología ha hecho más por la transformación digital que la tecnología en la última década. 2020 se recordará sin lugar a duda como un punto de inflexión en las carreras y estrategias transformadoras de las empresas, y nos ha dejado lecciones que no deberíamos olvidar.
Quizá, la primera de ellas es que la velocidad a la que ocurren las cosas se ha tangibilizado más si cabe, y las personas hemos sido capaces de, por fin, interiorizar que podemos cambiar y asimilar nuevos métodos y nuevas formas de hacer las cosas y de generar valor desde nuestras empresas.
Y es que la transformación digital tiene tres pilares fundamentales. Uno de ellos es la tecnología, en el que veníamos invirtiendo sin mesura durante la última década; pero la estrategia y la cultura son los que otorgan sentido y tracción al movimiento transformador que habilita la tecnología y que, además, son los que generan verdadero retorno estable.
Instalar un sistema de videollamadas no es transformarse. Esto, básicamente, es supervivencia y un movimiento de adaptación o de ejecución en el último momento, de los deberes que no habíamos realizado antes por prejuicios, porque no le veíamos valor, por vagancia o por cualquier excusa que queramos añadir. Es similar a estudiar solo la víspera del examen, pasados 2 días es imposible recordar ningún conocimiento. No transformamos los procesos. La tecnología estaba ahí, pero nuestros procesos seguían siendo los mismos, la cultura de empresa también, y ese trinomio bien podría habernos brindado oportunidades en los últimos años, que ahora estamos descubriendo gracias a la biología y la pandemia sufrida en el 2020.
Sin embargo, esta aceleración no tiene por qué ser buena para todos, porque si lo único que hacemos es correr en adoptar tecnología, sin examinarnos con una mirada objetiva para comprender cómo adaptar esa transformación a nuestra empresa, lo más probable es que gastemos más que invirtamos.
Un proceso de transformación digital requiere de un momento de reflexión inicial, un diagnóstico posterior del estado de madurez de la empresa y de las oportunidades que nuestro negocio puede tener en el mercado global que representa el mundo, y finalmente un plan de ejecución de esa hoja de ruta hacia el futuro deseado.
La transformación se produce a lo largo del camino, en la adaptación de los procesos internos para mejorar la productividad gracias a proyectos de calidad predictiva, de mantenimiento predictivo, de herramientas de toma de decisiones rápidas y en tiempo real. En definitiva, la transformación comienza desde dentro, exprimiendo el valor y conocimiento que podemos extraer de los datos que genera nuestro negocio internamente. Tener un sistema ERP, un MES, un GMAO... no nos hace mejores. Nos otorga la capacidad de serlo si somos capaces de crear sobre ellos, una capa superior de toma de decisión inteligente, un proceso específico, un activo digital y así gestionar nuestro conocimiento para tomar mejores decisiones.
Lamentablemente, todavía entendemos como transformación digital instalar un sistema de control de la producción (sistema MES, Manufacturing Executions System, tecnología de los 90), un GMAO (Gestión del Mantenimiento Asistida por Ordenador, también de los 90); que es muy diferente a una plataforma digital con capacidad de anticipar la demanda, la calidad de nuestros productos o incluso anticipar averías en nuestras líneas de producción. Y comienza a dejar de ser transformador hablar de transformación digital.
Todas estas iniciativas convergen en un aspecto: los datos. La diferencia es que la finalidad de algunos sistemas que llevan tiempo ya con nosotros es generar esos datos y que, por contra, las iniciativas que transformarán digitalmente nuestra empresa, trabajan y transforman esos datos en nuevo conocimiento agregado para nuestro negocio.
Y una vez que internamente nos hemos analizado y hemos adaptado nuestros procesos, es cuando podemos mirar hacia el mercado, hacia ese concepto de servitización e involucrar a nuestros clientes con servicios complementarios a nuestro negocio tradicional, la creación de nuevos servicios y productos gracias a nuestro conocimiento generado y gestionado y, por qué no, atrevernos con nuevos modelos de negocio gracias al control que la transformación digital nos brinda sobre nuestros productos y servicios una vez que la tenemos bien integrada en nuestra organización.
Existe una metodología para abordar este proceso, y hacerlo de la mano de un equipo que hable el mismo idioma que la empresa es vital por dos razones: la primera y más importante, porque contar con un partner externo para objetivar el estado de madurez digital, el punto de partida y el destino deseado, es más retador que hacerlo internamente. Y, en segundo lugar, porque la asistencia de alguien que entiende nuestro negocio nos da velocidad y nos ayuda a conseguir retornos en menor tiempo, a modo de apoyo durante el proceso de transformación. La transformación digital requiere de hacer, no de hablar de transformación.
¿Cuál es tu nivel de madurez digital? ¿Qué procesos generan más valor en tu empresa una vez se adapten a la transformación digital? ¿Cuál es el impacto en la cuenta de resultados y la complejidad de llevar a cabo los proyectos que acercarán tu negocio hacia la situación deseada? ¿Qué activo digital estáis creando en vuestra empresa? Si tienes las respuestas a estas preguntas, y además convergen con las de tu equipo de dirección, estás en el buen camino.
Y un último apunte para quienes quieran ahondar en esta custión, el libro Pedaleando, las 5 etapas para transformación tu negocio, recoge un itinerario claro y sencillo para abordar este proceso, además de reflexiones internas que permiten iniciar el proceso de transformación de forma ordenada.
Alberto Conde es CEO de Xabet