Las Hermanas Agustinas de San Mateo (Castellón) se levantan todos los días a las 6 de la mañana. Después del Ángelus, los Laudes y la oración, toca volver a las cuestiones terrenales. Y nada más terrenal que el trabajo. Las ocho monjas de menos edad se atan el delantal, se arremangan el hábito y se ponen manos a la obra
Las monjas de clausura no solo rezan, también trabajan. Es algo que los laicos ignoramos. Esta congregación de Agustinas Contemplativas que viven en el Monasterio de Santa Ana de este bonito pueblo del Bajo Maestrazgo lo hacían hasta hace tres años para una multinacional alemana de golosinas con sede en Paterna. Ellas se encargaban de empaquetar las Trolli Burger, uno de los productos estrella de la marca. Un trabajo manual al que dedicaban la mañana entera todas las integrantes de la congregación, desde la más joven hasta la nonagenaria, y que les proporcionaba el sustento para vivir. Pero un día, una de las máquinas que la empresa utilizaba en la elaboración de las hamburguesas con sabor a fresa, piña, kiwi y grosella se estropeó y vieron que era más caro arreglarla y continuar con el trabajo de las religiosas que buscar una alternativa, así que de la noche a la mañana las 20 monjas que componen la congregación se quedaron sin el trabajo que habían estado desempeñando en los últimos 20 años.
Las hermanas engrosaron las listas del Inem durante un año y medio y como tantos españoles sin trabajo, decidieron que lo mejor era montárselo por su cuenta. Emprender, lo llaman ahora. Optaron por continuar la tradición repostera de tantos conventos y monasterios en nuestro país, aunque con matices. España es la primera potencia mundial de monjas de clausura. De los casi 3.600 monasterios femeninos que hay en todo el mundo, 907 están en España. Muchas de estas monjas elaboran dulces artesanos que gozan de una enorme popularidad. La famosa tarta de Santiago salió de los muros de un convento de monjas de clausura benedictinas de la ciudad gallega; también el tocino de cielo tiene origen religioso, concretamente en el Convento Espíritu Santo de Jerez de la Frontera hace más de 500 años y está muy ligado al vino de la zona. Para clarificar el jerez se utilizaban una gran cantidad de claras de huevo, las bodegas regalaban las yemas de huevo sobrantes a las religiosas que crearon este postre emblemático de la repostería española, hoy algo viejuno, pero todavía exquisito para los yonkis del azúcar. Las yemas de San Leandro, los alfajores de Convento de San Cristóbal- Medina Sidonia o las almohábenas de Orihuela.
Sor Maria Teresa es la hermana encargada del obrador y de la tienda del monasterio, “El Horno de las monjas”. Ella fue la que después de investigar y ponerse en contacto con otras congregaciones, se tropezó con un vídeo en Youtube del repostero Paco Torreblanca. Sor María Teresa, escribió un mail al pastelero alicantino preguntándole si él podría enseñarles a elaborar dulces. La responsable del horno de las monjas ignoraba entonces que Torreblanca era uno de los más reconocidos reposteros de este país, y desconocía que había sido el encargado de la tarta nupcial de los entonces príncipes de Asturias. Esa misma tarde, el repostero le contestó que estaría encantado de ayudarlas y unas semanas después, cinco hermanas Agustinas hicieron un paréntesis en su vida contemplativa y se dirigieron a Elda para aprender las técnicas de repostería del considerado durante mucho tiempo como el mejor pastelero de España. "La Providencia de Dios nos ha puesto grandes maestros en el camino, como Paco Torreblanca, pero también otros profesionales panaderos y pasteleros que nos siguen ayudando mucho, es el caso de Paco Navarro y Marc Viver", apunta Sor Maria Teresa desde el otro lado de la celosía que separa la vida monástica de la mundana. Después del curso que duró una semana, las hermanas Agustinas han seguido formándose y han vuelto a Elda, donde han vuelto a coincidir con el maestro repostero, con el que siguen manteniendo el contacto.
Las hermanas Agustinas abrieron el horno el 30 de julio del pasado año, y por ahora el negocio marcha. Empezaron elaborando y vendiendo solo cinco tipos de dulces, entre ellos la tradicional piñonada de Morella, las escaldadas de San Agustín o las pavías que les enseño a hacer Torreblanca. Catorce meses después de abrir, la oferta se ha ampliado hasta superar la treintena de productos: cookies, bombones, hojaldres, panquemados, trufas... hasta han introducido algún producto salado como los palitos de queso. Todo elaborado con cariño y paciencia celestial. "El maestro Torreblanca nos dice que tengamos cuidado con el éxito, que de éxito también se muere. Para nosotras, lo principal es la oración. Todo gira en torno a eso y el trabajo debe acoplarse a los rezos y la eucaristía. Aunque tengamos muchos pedidos, nuestro deber es la oración. El trabajo es solo un medio para subsistir", explica Sor Maria Teresa. Ora et labora. Para ellas lo esencial sigue siendo la primera parte.
A todos los productos que pueden les ponen nombres de Santos, como los corazones de Santa Clara, los suspiros de Santa Rita o las magdalenas Albrizzi, en honor a la beata del mismo nombre. Las hermanas Agustinas no viven de espaldas a las nuevas tecnologías, la identidad corporativa de la marca está cuidada, tienen página de Facebook y cuenta de Twitter donde cada día anuncian los dulces que acaban de salir del horno y en breve se pondrá en marcha la página web con venta online. Muchos clientes acuden a comprar al horno, pero se ha corrido la voz y llega gente de toda la provincia en busca de sus monas de pascua, sus roscones de reyes o sus regalos para bautizos o comuniones. Sus productos también se pueden comprar en Valencia, en la tienda Original CV que está enfrente de La Lonja, aunque los dulces recien hechos que elaboran cada día las hermanas bien merecen una visita a San Mateo.