La vida nos lleva, nos trae, casi sin descanso, sin tregua. Nacemos y el paso del tiempo acaba siendo vertiginoso, la infancia, la adolescencia, la juventud galopante, los estudios, el primer trabajo, el primer novio, la escapada del hogar, la independencia, la deseada libertad, el primer hijo, el segundo hijo, el trabajo, el desempleo, las concesiones familiares, los cuidados, las alegrías, la obligada deserción laboral, los hijos que crecen y se van, el hogar que descubres como un absurdo sueño, la soledad infinita, las humillaciones, la tristeza, las mudanzas, la casa a cuestas, con la espalda doblada, el dolor que depara la vida…
La casa, los valiosos significados de esas paredes y techo que han protegido vidas familiares y personales. La casa como metáfora del paso del tiempo, las casas que habitamos, las casas que no tenemos. Cuando la actualidad informa, constantemente, de los desahucios de personas mayores, de mujeres y sus hijos, de parejas jóvenes… o cuando la noticia es el suicidio de alguien de setenta años, de una persona que decide perder la vida antes que ser desahuciado, algo muy grave esta fallando en esta sociedad.
El suicidio de este hombre ocurrió a finales de Marzo en Sabadell. Tras 30 años de alquiler de su vivienda, no soportó las presiones por el impago de la renta. Además, convivía con su esposa, enferma y con problemas de movilidad. Aquí la vida se detiene. Hay miles de vidas que se detienen ante el anuncio y amenaza de un desahucio. Es fuertemente impactante, triste, impotente, indignante.
La vivienda es un derecho universal, un derecho constitucional. Los fondos buitre y sus bancos, y sus corporaciones financieras, están provocando y acosando a decenas de miles de personas, y están desahuciando a quienes no pueden asumir la situación o la deuda. Hablamos, sobre todo, de personas mayores que han construido sus vidas entre las paredes de sus casas, de su hogar. Ante tantas estadísticas positivas del desarrollo de este país, del crecimiento económico, sería urgente atajar estos problemas, una indigna realidad para cualquier democracia.
Los desahucios son asuntos que quitan el sueño y cortan el aliento. Son situaciones injustas, en la mayoría de los casos, y tristísimas. Son la puta realidad que habitamos, que nos duele y desvela, como otras tantas historias y otras realidades.
La noche del sábado permanecí despierta y muy preocupada, siguiendo el contraataque de irán sobre Israel. Decenas de drones y misiles dirigidos al cielo israelí, surcando el espacio aéreo de otros países. La gran mayoría fueron interceptados en el aire por la Cúpula de Hierro, el sistema móvil de defensa de Israel que ha contado con el apoyo de EEUU, Francia y Reino Unido. El resultado del contraataque iraní ha sido de daños materiales, sin víctimas. Pero, la acción, anunciada y esperada, contó con el aviso de Irán a la ONU destacando que era ‘en defensa propia’ tras el ataque del gobierno de Netanyahu a la embajada de Irán en Damasco, en el que murieron ocho personas.
Ayer este contraataque mereció el rechazo contundente de la denominada comunidad internacional, incluso Biden reforzó su apoyo férreo a Israel. Bueno, Cayetana Álvarez de Toledo hizo lo mismo que EEUU. En medio de la confusión informativa, ella escribió un tuit sencillo Estoy con Israel, Yo soy Israel. Feijóo hizo algo similar. Es preciso destacar que el ataque israelí a la embajada iraní en Siria no mereció la misma condena contundente. Tremendo.
Lo que está pasando es muy grave. La mayoría de dirigentes mundiales se han mostrado en contra de la escalada de tensión y violencia en la región. Pero, ¿Quién ha comenzado a tensionar la zona, a provocar y agitar el avispero?. El genocidio de decenas de miles de palestinos, de niños y niñas, de mujeres, de civiles, la guerra del hambre, no puede quedar impune y tampoco sin respuestas en la región. Israel lleva meses atizando violencia y muerte, en Libano, Siria, contra Irán… sin ninguna oposición internacional.
Además de Gaza, las ciudades, pueblos y campamentos de refugiados de Cisjordania están sufriendo invasiones de los colonos que residen en los territorios ocupados. Anoche seguían los ataques violentos de colonos, protegidos por militares israelís en comunidades cercanas a Belén y Ramala. Víctimas mortales, centenares de heridos, viviendas y vehículos incendiados. Y bajo el silencio internacional.
Mi amigo, el activista marroquí Farid Bentria, escribía anoche un mensaje muy claro. Netanyahu en su delirio, su loca y perseverante manera de salvarse políticamente, lleva meses forzando que el conflicto se extienda a toda la región para obviar el genocidio contra los gazatíes. Además, con el reconocimiento en marcha del estado Palestina por varios países, con España a la cabeza. La última bala de Bibi fue atacar el consulado de Irán en Siria, sabiendo que Irán iba a responder. Irán ha invocado ante Naciones Unidas el derecho a la defensa. Esta es la realidad. Malos tiempos.
Quiero acabar explicando el significado de una de las imágenes de este artículo. Fotografié a un niño palestino caminando por una calle del campamento Amari de refugiados, gestionado por la UNRWA, en Ramala. Camina junto a la imagen de Handala, el dibujo de un niño de diez años que creara el artista palestino Nayi Al-Ali, expulsado cuando era un niño, junto a su familia, de su aldea palestina Ash-Shayara, por la ocupación israelí. Creció en un campo de refugiados de Siria y se convirtió en un símbolo de la libertad, del sufrimiento, el dolor y la impotencia. Es muy conocido en todo el mundo árabe como un héroe que supo plasmar los sentimientos de los refugiados palestinos. El dibujo de Handala llena los muros israelís de la vergüenza en los Territorios Ocupados. No dejó de crear sus dibujos y mensajes. Fue asesinado en Londres en 1987.
Buen lunes. Buena semana. Buena suerte.