VALÈNCIA. La exhumación de los restos de represaliados por el franquismo se ha acelerado mucho en los últimos años. Han sido más de ochenta años de lucha por parte de las familias, una lucha que la mayor parte del tiempo se tuvo que llevar de manera silenciosa y que incluso ha desembocado en el fallecimiento de alguno de sus contendientes sin haber visto cumplido su máximo y único deseo: recuperar a los familiares que yacen sin nombre dentro de las fosas.
La apertura de estas tumbas anónimas se ha normalizado en la actualidad. Un proceso largo que no solo requiere tiempo sino también mucha logística y burocracia: las familias deben primero reconstruir el relato, adivinar en base a recuerdos o papeles dónde podrían estar enterradas las personas a las que quieren recuperar. A continuación, han de constituirse como asociación, encontrar a otras familias que también pudieran tener a alguien enterrado en la misma fosa y, finalmente, pedir los permisos jurídicos y las subvenciones o bien a la Diputació o bien a la conselleria de Calidad Democrática.
Es un camino tortuoso, pero mucho mejor que la nada a la que estuvieron condenados durante décadas. Para muchos, que se haya agilizado el proceso para recuperar los restos de los represaliados por el franquismo es la luz al final del túnel, un deseo que acariciaban en la intimidad pero que muchas veces era simplemente percibido como imposible, o demasiado lejano. Así, la euforia que muchos sintieron al principio no fue en vano: por fin se estaba arrojando luz dentro de las fosas.
Sin embargo, pronto, llegaron los problemas. Y es que, solo una pequeña parte de los cuerpos que salen de las fosas pueden ser realmente identificados. Los factores son muchos: el más común de todos ellos, que no haya un familiar disponible con el que cotejar el ADN. Así, son muchos los represaliados que jamás llegan a ser reclamados por sus familias, ya sea porque desconocen que se ha iniciado el proceso o porque simplemente no hay descendencia.
Pero ni siquiera tener familiares con los que cotejar el ADN garantiza que se puedan identificar los restos. Según han explicado en diversas ocasiones los responsables de las exhumaciones, tan solo el ADN de un familiar directo puede asegurar prácticamente al 100% la identificación. Esto es, tan solo, hijos e hijas. El problema es que ha pasado tanto tiempo, que muchos de ellos ya han fallecido. En este caso, se debe recurrir a muestras de nietos o sobrinos, lo que ya complica el proceso y generalmente desemboca en un callejón sin salida.
Luego también está el problema de la conservación de los restos. Y es que puede darse el caso de que haya un familiar disponible pero que el estado del cuerpo no facilite de ningún modo la extracción de una muestra fiable. Así, y dependiendo de la manera en las que fueran enterrados, puede haber más o menos posibilidades de que sea posible obtener ADN.
Y, por supuesto, también se dan casos en los que es la propia familia quien no quiere recuperar el cuerpo. En este sentido, hay quien considera que vaciar las fosas implica vaciar de memoria la represión franquista. Así, entienden que lo correcto es dejar los cuerpos donde fueron depositados inicialmente para que lo que sucedió no se borre nunca de la historia.
Con todo esto es común que, a la hora de la verdad, se entreguen pocos cuerpos a las familias. Para verlo, tan solo hace falta repasar dos de los últimos actos de entrega que tuvieron lugar en el cementerio de Paterna: de la Fosa 112, tan solo se devolvieron 20 de los 98 cuerpos que había enterrados y, de la Fosa 100, 3 de 28.
Entonces, ¿qué es lo que sucede con los cuerpos que nunca son identificados ni reclamados? ¿Dónde van a parar los restos de las personas que no emprenden el camino se vuelta a casa? Paterna es uno de los principales puntos negros de España en cuanto a represión franquista. Con alrededor de 130 fosas, se estima que hay más de 2.200 cuerpos enterrados sin identificar en el subsuelo del cementerio. Así, el dilema de qué hacer con las personas que ya han sido exhumadas pero nunca reclamadas se hace todavía más grande si cabe.
"Nos dijeron de volver a meterlos en las fosas, pero eso nos parecía una barbarie. Sería como revictimizarlos; estaríamos legitimando esos hoyos y aceptando como válido lo que un día les hizo la represión franquista", indicaba Amparo Belmonte, presidenta de la Plataforma de Asociaciones de Familiares de Víctimas del Franquismo en Paterna. Un destino que desde la agrupación no estaban en absoluto dispuestos a aceptar.
Y así es como se empezó a fraguar la idea de una inhumación colectiva. Un mausoleo en el propio cementerio de Paterna, que siempre recordase la historia pero al mismo tiempo diera descanso digno a todos los cuerpos que allí descansarían para siempre.
La Plataforma de Familiares comenzó a trabajar sobre la idea del memorial entre los años 2017 y 2018. Primero recibieron el consejo de los profesionales de Arqueoantro, una de las principales asociaciones que se dedican a la exhumación de represaliados por el franquismo: según ellos, los restos deberían ser colocados en alto, para evitar que la humedad del suelo los siga deteriorando. Del mismo modo, también recomendaron que los nichos sean accesibles en todo momento, para poder recuperar fácilmente los cuerpos en caso de que aparezcan los familiares o se quieran realizar más pruebas de ADN.
Con estas dos premisas, el siguiente paso fue recurrir al CSIC, donde un doctorando especializado en memoriales comenzó a investigar diferentes opciones para perfilar el monumento de Paterna. Al mismo tiempo, los familiares también contaron con el apoyo de un equipo multidisciplinar formado por arquitectos y escultores, que fueron quienes finalmente se encargaron de pulir el proyecto y darle la forma que se presentará ante el público una vez ejecutado.
La idea es sencilla: tiene que ser un espacio abierto, colmado de dignidad y que transmita serenidad. "Tiene que ser un ambiente sosegado, que en todo momento invite a la reflexión", exponía Amparo Belmonte. En cuanto a la gama cromática, los colores serán claros y los materiales ecológicos. Es decir, procederán de fuentes y canteras de proximidad.
El memorial tendrá forma de 'u', con tres paredes de dos metros de altura en las que se colocarán los columbarios. Las cajas en las que se encuentran los restos de los represaliados podrán ser identificadas en todo momento mediante un código, y habrá hueco para alrededor de 1.600. El patio que quedará en medio será amplio y estará totalmente despejado: "La idea es que transmita paz. Es un monumento que estará en total armonía entre el cielo, los árboles y la piedra", explicaban desde la Plataforma.
Puesto que se trata de un monumento colectivo, los nichos no tendrán un lugar para colocar flores, sino que las ofrendas se harán en un espacio común colocado a la entrada. Y, para no trastocar la imagen del memorial, la apertura para volver a sacar los restos se ubicará en la parte de detrás.
El espacio escogido para colocarlo se encuentra dentro del propio cementerio de Paterna, en una explanada no muy lejana a las fosas originales. El ayuntamiento ha cedido el suelo para que se pueda construir el mausoleo, mientras que la finanación correrá a cargo de la conselleria de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática, encabezada por Rosa Pérez Garijo.
Sin embargo, la Plataforma de Familiares no quiere que el monumento sea una simple ofrenda a los fusilados, sino que pretende ir un poco más allá y convertir todo el entorno de las fosas en un espacio educativo y dedicado a la preservación de la memoria. En este sentido, dentro del mausoleo habrá una sala diáfana que servirá como centro de interpretación, en la que los visitantes podrán adentrarse para ver audiovisuales sobre la apertura de las fosas o momentos importantes sobre la historia de España, con datos sobre los fusilados y eventos relevantes. Asimismo, también servirá para celebrar actos en fechas señaladas.
El memorial es la intervención más acuciante de todo el proyecto, por su funcionalidad a la hora de contener los restos de los represaliados. Sin embargo, no es la única. Y es que, una de las principales preocupaciones de la Plataforma de Familiares es qué hacer con las fosas una vez estas se hayan vaciado por completo. Así, el esfuerzo por la recuperación de la memoria contempla también dos actuaciones más: la dignificación del espacio en el que se encuentran actualmente las fosas, y la señalización del Camí de la Sang, que va desde el paredón donde se procedía a los fusilamientos hasta el propio cementerio.
"No queremos que las fosas queden olvidadas una vez que ya no queden cuerpos. Está claro que no vamos a devolver ahí a nuestros familiares, pero consideramos que deben permanecer como un símbolo de lo que sucedió para que siempre lo recordemos", exponen al respecto. En este sentido, han adelantado que los hoyos quedarán previsiblemente abiertos y expuestos para que los visitantes puedan hacerse una idea de la magnitud del problema, cuántos cuerpos había y cuáles eran las condiciones en las que se encontraban.
Del mismo modo, también han adelantado que las fosas tendrán un código QR con el que se podrá ampliar información sobre el entorno, su historia y circunstancias. Así, pretenden que todo el espacio se convierta en un lugar para la recuperación de la memoria, que incluso pueda erigirse como un reclamo para visitantes interesados en la materia, como también lo son algunos de los grandes memoriales del nazismo en Europa, como Mathausen o Berlín.
"El proyecto está impulsado por la Plataforma de Familiares, pero es para todas las personas que tienen a alguien enterrado dentro de las fosas, estén o no estén dentro de una asociación. También es para toda Paterna", concluía Belmonte. En este mismo sentido, Daniel Galán, el secretario de la Plataforma, añadía: "Es un orgullo y satisfacción poder dar por fin dignidad a esas cajitas. Nuestros abuelos nos han unido, y unidos hemos conseguido que esto se haga realidad".
La intensificación de la apertura de fosas comenzó a partir del año 2015, aunque previamente ya se habían realizado algunas tareas en este sentido. Desde entonces, se han sacado de las fosas de Paterna los restos de más de 600 personas. Pero, ¿dónde van a parar los cuerpos una vez están ya fuera? ¿Quién los custodia antes y después de que se realicen las pruebas sobre el ADN?
En el caso de Paterna, el depositario oficial es el Museo de Cerámica, el único autorizado como para ejercer una función así en el municipio. Aquí llegan las cajas con los restos de los represaliados antes de ser enviadas a Madrid para su prueba de ADN, y también vuelven una vez ya se han realizado todos los procesos científicos sobre los cuerpos. De esta manera, el museo funciona como una especie de intermediario que garantiza que los restos están en todo momento vigilados, correctamente registrados y bien cuidados.
Concretamente, las cajas están en el Museo de Cerámica durante el tiempo que el expediente está abierto. Es decir, desde que salen de las fosas hasta que finalmente se resuelve o bien con la identificación y entrega a las familias, o bien con su vuelta definitiva al cementerio. Sin embargo, el ritmo de entrada es bastante superior al de salida, por la complejidad de un proceso que se alarga de manera considerable en el tiempo.
"Ahora mismo hemos tenido que suprimir algunas zonas expositivas para almacenar todo el volumen de cuerpos que nos llegan, estamos un poco desbordados", explica Ernesto Manzanedo, arqueólogo municipal y responsable del proceso de custodia.
En este sentido, Manzanedo expone que de los 600 cuerpos que han pasado alguna vez por el Museo de Cerámica, tan solo han salido alrededor de 120. "Una vez cerrado el expediente, los restos o son entregados a las familias o vuelven al cementerio". Y, precisamente por la baja tasa de éxito a la hora de identificar los cuerpos y entregarlos a las familias, se hace tan necesario un proyecto con el que poder dar sepultura colectiva a los cuerpos: el mausoleo.