VALÈNCIA. Había muchas ganas de libertad y este 2 de mayo se ha notado en las calles de València. Miles de valencianos han tomado la ciudad para pasear, correr o montar en bicicleta. La playa, el antiguo cauce del río Turia o los bulevares norte y sur eran un hervidero de ciudadanos practicando deporte. El reto común: mantener la distancia de diez metros.
En las calles no había problemas y tampoco fuera de los lugares habituales de runners. En antiguo cauce, lugar de la polémica con la primera salida de los niños, no cabía un alfiler, pero a diferencia del domingo pasado, los deportistas sí trataban de mantener las distancias de seguridad. Allí hay un circuito de para running que Juan Roig regaló a la ciudad. El problema es que correr a 10 metros del siguiente corredor era, literalmente, imposible debido a número de corredores.
De hecho, un corredor experimentado comentaba que "en la vida ha habido tanta gente un sábado por la mañana en el río". Este hecho se pudo constatar no solo en esa zona, pues toda València estaba llena de deportistas, muchos de ellos novatos en esto del running, como se podía observar por su técnica y lo ahogados que iban.
Para evitar problemas en el jardín del Turia, se ha habilitado un carril de ida y otro de vuelta que ha sido señalizado. Además, varios voluntarios de Ayuntamiento de València, así como diversas patrullas de la Policía Nacional y de la Policía Local informaban de las normas a los ciudadanos que bajaban al cauce.
El número de usuarios que han tomado las calles el primer día ha sido tan elevado que, como ha podido comprobar Valencia Plaza, era imposible mantener las distancias de seguridad recomendada, diez metros entre cada corredor y preferentemente no en fila india sino en zigzag. Miles de personas corrían a la misma hora y, sobre todo, en los tramos más estrechos, no se podía ir a diez metros del de detrás. Al adelantar también se producían algunas aglomeraciones, pero los corredores trataban de distanciarse todo lo que podían aunque resultara imposible.
Una patrulla a caballo de la policía comentaba: "Es el primer día, hay mucha gente que no sabe lo de los carriles y para eso estamos aquí, para ayudar. El problema es que hay tantas personas que es imposible mantener las distancias de seguridad, probablemente mañana sea un día más tranquilo, pero la gente tenía muchas ganas de libertad y se está notando".
Llamaba la atención el silencio que había pese a que miles de personas practicaban deporte a la vez. Todo un contraste comparado con la primera salida de la chiquillería. Solo se escuchaban las respiraciones cuando algún corredor pasaba cerca, y alguna conversación esporádica de las personas que habían decidido pasear en lugar de correr. Pero así como por las calles de la ciudad sí se veía mucha gente paseando, como Paquita y Enrique, en el cauce la mayoría eran deportistas.
Paquita se ha pasado casi todo el estado de alarma sin salir. Su marido, Enrique, era el que iba a comprar y salía lo poco que el confinamiento les permitía. Este sábado ha sido el primer día en mes y medio largo que han podido pasear. Ambos, pertrechados con mascarillas, recorrían las calles cercanas a su domicilio. "La sensación es muy grande. Poder salir es increíble porque esto ha sido horrible, ya no sabíamos qué hacer en el piso", comentaban.
Esta pareja dice que lo que más echa de menos es poder abrazar y besar a sus nietos e hijos, y eso que al menos lo han podido ver desde su balcón porque viven en el mismo barrio. La normalidad llega poco a poco, pero todavía falta para que esa normalidad, la "nueva normalidad" como la ha bautizado el Gobierno, se parezca a la de antes del confinamiento.