Top doce

Napicol

Chemo Rausell

Mucho más que una cara bonita, mucho más que un destino para complacer al turista de huerta. Asentados y algo más libres, aspiran a que esta cocina entre bancales se engrandezca desde el guiso y la caza.  Chemo Rausell en su Napicol tiene capacidad para ser emblema de una Valencia ancha, metropolitana y fiel a su territorio

La consagración de Napicol, además de realzar la cocina serena de Chemo Rausell, es la constatación de la amplitud de Valencia. Frente a la obsesión —tantas veces atolondrada— por encontrar centros neurálgicos o situarse en la última calle de moda, la valentía de hacer que los proyectos broten allí donde deben. No habría un proyecto así sin un lugar como este. El huerto, que mira al mar, es la prolongación de un infinito: esta familia ha logrado su propósito tras jugársela a una carta. Uno desearía que los mediodías empalmaran con la medianoche sin solución de continuidad. 

Es un momento de cambio en estos lindes de Roca. La dependencia arrocera con la que que se presentaron ha ido, adiosgracias, virando hacia un proyecto maduro en el que los platos propios toman peso, con menos servidumbres, ganándose a pulso ese derecho. «Estamos más a gusto que nunca», dice —y se le nota— Chemo. 

La caza y las legumbres han ido conquistando territorio plato a plato. Un movimiento posible por la credibilidad que fueron granjeándose. Más que un restaurante bonito en un paraje tranquilo, con el vibe de l’horta bien subido, Napicol es el lugar en el que probar los últimos escabeches de Rausell, su apuesta con la caza de pelo y pluma, los guisos. Reconfortan sus ritmos que tienden más a la agilidad que a la aceleración. 

Más allá de la casualidad de que en un núcleo de población con tan pocas calles exista un nivel gastronómico tan alto, la decisión de Chemo, de Anselmo (su padre) y de Ana Becerro por creer que convenía más alejarse para estar cerca, resulta ejemplar. 

Se venga de la ciudad o del pueblo de al lado, bordear los caminos que llevan hasta Napicol ofrece pistas de por dónde el entorno metropolitano y gastronómico puede dar sus siguientes pasos. Un tesoro paisajístico y vital así de enorme merece más propuestas con esta altura. Conectar el sector agrícola que trabaja en los alrededores con el talento en las cocinas sigue siendo —al margen del marketing— un desafío por abastar. 


En confianza: El buen momento de Napicol tiene que servir para reforzar su modelo, liberarse de las ataduras de lo que se supone que debían ser. Llegó el momento de despreocuparse por lo que la clientela espera cuando va un sitio en mitad de bancales. Se espera que Chemo Rausell y su equipo sean cada vez más tal y como son. Se lo han ganado, ¿no? 


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