Pasear por el mercado de Ruzafa un día cualquiera es toparse cada pocos metros con carteles de ‘Se Traspasa’ y persianas cerradas que acumulan polvo. Pero también es descubrir unas cuantas paradas que abrieron hace no mucho, capitaneadas por personas de menos de 40, que tienen ilusión por salvar un mercado que si lo visitas un lunes crees que tiene los días contados
Es la cara y la cruz de los mercado municipales que sobreviven en esta ciudad. En muchos de ellos, da pena entrar. En Mossen Sorell o Rojas Clemente la mitad de los puestos están vacíos. El del Grao es directamente un cadáver. El estado en el que se encuentra el de Ruzafa no es ninguna excepción. Mejor dicho, los comerciantes que trabajan en el edificio a los pies de San Valero son unos privilegiados si los comparamos con el resto de mercados de la ciudad. Después del Mercado Central, el de Ruzafa es el segundo en tamaño, historia e importancia. Hace una década, el barrio despegó y desde entonces no ha parado de crecer. Se abren bares, restaurantes y estudios de diseño a la misma velocidad que desciende la edad de sus vecinos.
Todo eso revierte en el mercado, que ve como a las señoras de siempre se les une un nuevo público. Jóvenes y familias a los que les preocupa qué se llevan a la boca, que no tienen inconveniente en gastarse más para comer mejor y que buscan un producto diferente, que no solo esté bueno sino que se ajuste a su filosofía. Proximidad, procedencia, ética, respeto. Son palabras que están en la lista de la compra de esta nueva clientela. A la mayoría de nuestras madres todo eso les daba igual. Ellas pedían “un filetito bien tierno”. El nuevo cliente del mercado quiere saber con qué se ha alimentado a la vaca y si ha sufrido a la hora de sacrificarla.
Es la filosofía de Bonprofit, una carnicería ecológica que abrió en el mercado hace un par de años. “Comprometidos por la alimentación saludable, el bienestar animal, el cuidado del medio ambiente y el comercio justo”. El cartel que corona la parada de Jose y Nieves es la religión que muchos profesan al entrar a comprar al mercado. Casi enfrente, se encuentra el primer puesto de fruta y verdura ecológica que abrió en el mercado en 2011. Agrolife son tres socios de Utiel con huertos de autoconsumo en Alcàsser que decidieron darle una salida a sus excedentes. María trabaja allí desde hace unos años. Las ventas van tirando, pero María sabe que hay que renovarse o morir. “El mercado tiene que cambiar su horario, tenemos que adecuarnos a la sociedad. Ya no es necesario estar aquí a las seis de la mañana. Al menos deberíamos poder abrir tres tardes a la semana, cerrar a mediodía y abrir hasta las ocho, como cualquier otro comercio”, afirma.
Ella tiene claro hacia dónde debe ir el mercado para sobrevivir, pero también conoce los problemas estructurales a los que hay hacer frente para que se produzca un cambio. Si los vendedores se pusieran de acuerdo para adaptarse a los horarios de la gente (cosa harto dificil), Mercavalencia, ese mastodonte del que se nutren sobre todo pescaderías y fruterías también debería adecuarse. Y eso ya es otra historia. Un problema añadido es del tamaño de estas paradas. La mayoría familiares, con una sola persona trabajando. Un turno partido requeriría en muchos casos contratar a otra trabajador y aunque a algunos les gustaría, los números no salen. “Si no nos adaptamos, el mercado morirá”, añade María.
En el mercado de Ruzafa hay en la actualidad unos 180 titulares con puestos. El perfil de las paradas que han abierto en los últimos años es radicalmente distinto al de los puestos tradicionales. Al frente, personas por debajo de los 40 que, a raíz de la crisis o por decisión propia, buscaron algo en lo que creían y lo pusieron en marcha. Aquí el trabajo no pasa de padres a hijos. Todo son primeras generaciones de comerciantes, mucho de ellos con estudios universitarios. Algunos simplemente han cambiado la comodidad (y el tedio) de la oficina por el bullicioso zoco patrio de los sábados. El resto de la semana, hay poco movimiento. Muchas de las nuevas paradas tienen sello ecológico o vegetariano. Es el caso de BeginVegan, la última en abrir sus puertas hace solo un par de meses. Una tienda de productos vegetarianos y veganos, que además de comida vende ideas frescas como el ecobrunch, la versión moderna y sana de la fiambrera de toda la vida.
Tras el mostrador, está Paula, 28 años, el último de ellos convertida al vegetarianismo.¿Por qué el mercado? “En primer lugar requiere menos inversión que un comercio al uso, además vivo aquí al lado y el mercado siempre me ha gustado”, señala la joven. Así es, el alquiler de una de las paradas más grandes ronda los 180 euros cada dos meses, 120 las más pequeñas. Un regalo si lo comparamos con lo que cuesta alquilar un bajo en el corazón de Ruzafa. Pero para la gente que apuesta por este tipo de negocios no se trata solo de vender, quieren también concienciar, educar, estar en contacto con la gente, conocer y ayudar al cliente a mejorar su vida a través de la alimentación.
Ella también aboga por un cambio, por abrir alguna tarde y por organizar eventos con más asiduidad como el Bonica Fest, que se celebró el pasado mes de septiembre en doce mercados municipales y que congregó a más de 50.000 personas. Paula ya ha asistido a alguna asamblea del mercado y sabe lo complicado que resulta cualquier cambio. “A largo plazo, quiero involucrarme más dentro del mercado, pero ahora acabo de aterrizar y estoy viendo cómo funciona todo”, apunta. Como muchas otras paradas de nuevo cuño, Paula aprovecha las tardes para hacer reparto a domicilio. De momento, su balance es positivo. “Estoy contenta. Hay mucho compañerismo. Me gusta estar en contacto con gente de todas las edades que me enseñan cada día. Está siendo una experiencia muy bonita”.
Existe otro perfil. El de Kyoko o Michel. Personas extranjeras que han echado raíces en Valencia y que han hecho de la divulgación de la gastronomía de sus países su forma de vida. Gastrojapón lleva cuatro años abierto en el mercado de Ruzafa. Kyoko pretendía que la cocina japonesa no se quedara solo en los restaurantes sino que todo el mundo en su casa pudiese preparar una sopa de miso o unos maki de salmón. Optó por el mercado porque “es como un pueblo pequeño, me atrajo el ambiente, el trato es mucho más cariñoso”, me dice en perfecto español. Esta japonesa que ya tenía experiencia previa en el Mercado Central donde trabajó en un puesto de comidas para llevar también cree que se debería abrir un par de tardes, jueves y viernes para facilitar el camino a que los que trabajan.
La Despensa de Frida, de la que ya hablamos en este otro artículo, es otro de los ejemplos. En breve cumplirán dos años de vida. Michel y Manolo han apostado fuerte por su negocio de productos mexicanos y en diciembre se trasladaron a una parada más grande y mejor situada, en el pasillo central. Al hablar con cualquiera de los dos se adivina la ilusión en sus rostros. Pagan casi tres veces más que donde empezaron, pero los metros se han duplicado y su casa ya no parece un almacén. “Además de la ubicación, se nota que al ser más grande la parada, la gente te ve más. Paran y te preguntan”, cuenta Manolo. Es el primer paso para acabar haciendo en casa unos tacos al pastor. Están contentos, pero saben que el mercado debe avanzar. Una de las salidas que apunta Manolo es la posibilidad de ofrecer degustaciones, como ocurre en muchos mercados de Madrid. “Si el público viene a comer los tacos que hace Michel, de paso comprará fruta o jamón en la parada de al lado”, añade.
En el reverso de estas paradas están los veteranos, los que llevan toda la vida en el mercado. Los de tercera generación, con su clientela hecha, su hipoteca pagada y su rutina a la que no van a renunciar por ganar un poco más. El 60% de los comerciantes tiene más de 50 años. Están cansados de pelear. Quieren calidad de vida y no necesitan cambios. Micaela lleva 32 años vendiendo frutas y verduras en el mercado. Ella no es partidaria de abrir por las tardes. “Si abrimos por la tarde, tendríamos que meter el género en cámaras y ya no ofreceríamos fruta y verdura fresca. Creo que debemos distinguirnos de los supermercados de otra forma, ofreciendo un producto diferencial. Ofreciendo variedades de tomates que no se encuentran en una gran superficie, por ejemplo. Tenemos que enfocarnos en el trato amable y ofrecer buenos precios”, explica mientras pela unas habas.
Julio Colomer, con un pequeño puesto de carne de aves, y a solo un año de jubilarse es mucho más beligerante. “El mercado no tiene futuro, ni siquiera presente. La culpa es nuestra, nos hemos dejado avasallar. La gente no tiene ganas de trabajar ni de sacrificarse. Nos hemos quedado caducos, trasnochados, pasados de moda. ”, expone con voz firme. “La solución es trabajar. Hacer horario comercial, de 9 a 14 y de 16 a 20:30 h, como el resto. Esto era un transatlántico y ahora es una patera que se va a hundir porque nadie lo va a remediar”, añade. “Somos el único mercado que no abrió el jueves santo”, concluye.
Precisamente este tema, qué festivos se abre y cuáles no, es otro tema espinoso que ha generado polémica y que ha terminado con la mayoría de votos de los comerciantes a favor de no abrir ningún festivo, ni siquiera el 24 de diciembre que este año cae domingo. Algo que no parece tener mucho sentido. Precisamente por eso mismo se va a volver a abordar el asunto en otra asamblea, para intentar llegar a un acuerdo al menos en lo que respecta a Navidad. Convivir bajo un mismo paraguas no es garantía de nada. Las posiciones están enfrentadas. El pescado o la fruta, con horarios infernales en el que a las tres de la mañana están en pie, poco tiene que ver con los salazones, la carnicería o los frutos secos. Para tomar una decisión es necesaria una mayoría absoluta, el 51% de los votos. Hace dos años se decidió abrir los viernes por la tarde. Tenían que levantar la persiana al menos el 30% de los puestos, pero la cosa fue languideciendo hasta que finalmente el mercado dejó de abrir.
Los vecinos de Julio, José y Mati de la charcutería Els Bessons llevan 17 años en el mercado. “El trato, el precio y sobre todo la calidad son insuperables en el mercado. Nosotros podemos vender a una persona que viva sola dos cortadas de jamón de york o una pechuga sola. Eso en el supermercado es imposible”, apunta Mati. “Nosotros estamos estables, nos encanta nuestro trabajo y sería una lástima que se perdiese algo tan tradicional como es el mercado”. También abogan por abrir alguna tarde.
Esperanzado se muestra Ricardo Juan, propietario del bar del mercado y presidente de la Asociación de vendedores del mercado de Ruzafa. “El futuro del mercado depende de nosotros. Tenemos que actualizarnos, no estancarnos. tenemos calidad y precio, ya que al haber tantos puestos, encuentras una horquilla amplia de precios. Nos falta dar servicio" expone. "El Ayuntamiento está por la labor, nos está poniendo facilidades. Si nos espabilamos, el futuro será mejor, si no, tendremos fecha de caducidad", agrega. El mercado ya se ha puesto las pilas. Va a abrir una ludoteca, están trabajando en la venta online y esperan un estudio de mercado del consistorio con el que se intentará convencer a los más reticentes de los beneficios de abrir alguna tarde. "Es una cuestión a medio-largo plazo, pero yo creo que sí que es posible. El mercado puede tener futuro", concluye.