El Centro Cultural Bancaja acoge una exposición sobre la incidencia del género en la escena musical valenciana de los años 80 y 90
VALENCIA. “A pesar de su temprana edad, Perdido tiene ya una pátina de historias e historietas sobre sus paredes”. Casi premonitorio fue el texto firmado por Rosa Solá, publicado en el desaparecido Diario de Valencia el 13 de diciembre de 1981, cuando entrevistó a Pepe Aparisi, uno de los dueños del club. Cumplía entonces un año de vida, un local al que le lloverían en sus quince años de trayectoria las “historietas” y que marcó la rica escena jazz de Valencia. “Está empezando a ponerse de moda”, explicaba hace ahora 34 años Aparisi.
Su historia se ha convertido ahora en el corazón de la exposición Valencia Jazz. Perdido Club y otras voces de una eclosión musical, que puede visitarse hasta el 8 de mayo en el Centro Cultural Bancaja. El local se convirtió en pilar indiscutible en el proceso de recuperación del estilo, vinculado a los “aires de libertad y apertura” derivado de la muerte de Franco, explica Toni Picazo, una de las comisarias de la muestra, junto Jorge García, ambos críticos e historiadores.
Un paso atrás. En 1977 abría sus puertas Tres Tristes Tigres, que abrió la veda musical en una Valencia que en poco tiempo supo colocarse como punto imprescindible para algunos de los grandes nombres del género. Aunque su recorrido fue corto –cerró sus puertas en 1979- tuvieron tiempo sus impulsores para organizar el primer festival internacional de jazz en el Teatro Principal.
Como consecuencia del éxito, los conciertos de grandes figuras se multiplicaron y en noviembre de 1980 la Diputación y el Ayuntamiento presentaron en la Sala Escalante y el Teatro Principal el primer festival de jazz auspiciado por instituciones públicas, bajo la dirección del Colectivo Promoción Jazz. “El jazz tenía ese punto de música moderna pero respetable”, apunta Jorge García. Con un público ya preparado y educado para este tipo de propuesta, la llegada del Perdido Club en 1980 era prácticamente una apuesta segura. Ubicado en un antiguo sótano comercial de la calle Sueca, fue el cuarteto estadounidense Andrew Cyrille & Maono el encargado de dar el pistoletazo de salida a la programación del local.
El batería es símbolo de la revolución interna y externa que estaba viviendo una sociedad que mudaba de piel a marchas forzadas. Cyrille se convirtió, tal y como explican los comisarios de la exposición, en uno de los primeros músicos afroamericanos en conquistar Valencia, una batería "que percutía con su cuerpo y en el suelo". Los pequeños héroes de la música se dejaban caer por una urbe que, años después, "ha cambiado a la fuerza por razones generacionales".
La relación de grandes músicos que tocaron en el club incluye a los trompetistas Woody Shaw y Joe Newman, el guitarrista Jim Hall, el batería Dannie Richmond, los saxofonistas George Adams, Bob Berg y Steve Lacy, los pianistas Mal Waldron, Barry Harris, George Cables y Randy Weston. "El club Perdido y su 15 aniversario es el corazón de la exposición. Tenía un aura de capilla de jazz", añadió García. Interminable es la lista de músicos que pisaron Valencia, un fenómeno que no se entiende sin tener en cuenta la tradición de las bandas de música, con una enorme y joven cantera de saxofonistas o trompetistas acostumbrados a tocar en grandes conjuntos.
La afición y la práctica del jazz fueron creciendo y diversificándose en los años ochenta y noventa. La prensa no quedó al margen. Al impulso pionero de la Cartelera Turia, se sumaron otros medios escritos o radiofónicos como Radio Klara. La moda del jazz fue más allá de la música y alcanzó también diferentes manifestaciones artísticas: la publicidad, el cómic o la ilustración. De hecho, la misma exposición recoge algunos de los carteles más significativos asociados a conciertos y salas del cap i casal.
Entre ellos, algunas piezas para el recuerdo como el cartel del 3º Festival Internacional de Jazz (1982), firmado por Miguel Calatayud; la ilustración para Bancaja realizada por Micharmut en 1992 o la obra 'Jazz en Ágrifa', de Daniel Torres, que data de 1984. La muestra reúne una selección de más 100 piezas entre fotografías, carteles, recortes de prensa, revistas, folletos, LPs, programas de mano y objetos procedentes de la Fundación Bancaja, CulturArts, Studio S.A, Cartelera Turia y diferentes coleccionistas particulares. Además, incluye medio centenar de imágenes tomadas por los fotógrafos José Aleixandre, Pepe y Rafa Aparisi, Andrés Castillo, Esther Cidoncha, Carles Francesc, José García Poveda, Paco López, Antonio Porcar, Antonio Sambeat, Concha Sánchez y Jordi Vicent.
Este supone el primer proyecto expositivo que se realiza en Valencia sobre la escena jazzística de la propia ciudad una muestra para la que, sin embargo, muchos documentos no se han podido recuperar, tal como explicó Jorge García. "La mejor forma de transmitir la historia, a veces, es de forma oral", indicó pues, a pesar de la rica colección que posee CulturArts en materia de jazz, muchos de estos elementos todavía esperan a ver la luz. Además, también cuenta con ese curioso handicap que supone ser historia reciente. "Los documentos del siglo XV están bien conservados, pero para estudiar música urbana de las últimas décadas uno no sabe dónde acudir". Su "misión" está casi completa, pues todavía quedan muchos secretos por descubrir.
Por el momento, y además de las fotografías y cartelería, toca disfrutar de la música, ya que la exposición vendrá acompañada de actuaciones de músicos de jazz que vivieron esa época, como Ramón Cardo & Joan Soler Quartet (25 de febrero), Tino Gil & José Luis Granell Quartet (3 de marzo) y Steady Jazz Trio (7 de abril), que irán precedidos de un coloquio con los músicos, así como una mesa redonda que abordará las relaciones entre el jazz, la ilustración y el diseño en Valencia.