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la encrucijada / OPINIÓN

La población en el futuro económico de la Comunitat Valenciana

Foto: Kike Taberner
18/10/2022 - 

La Comunitat Valenciana formará parte de las Comunidades Autónomas que mayor incremento de población experimenten entre 2022 y 2037, según las proyecciones publicadas por el Instituto Nacional de Estadística: 667.150 personas más, lo que la situará en tercer lugar por aumento absoluto tras Cataluña y Madrid, superando a Andalucía y a las restantes CCAA del país. Un avance que resultará de la obtención de saldos migratorios positivos con el extranjero y el resto de España.

Un hecho relevante de esta evolución es su continuidad en el tiempo. Desde 1900, los datos decenales de la población valenciana han mostrado un aumento ininterrumpido. La mayor parte de las veces, con variaciones que han supuesto una mayor participación de la población valenciana en la española. Una tendencia que se reafirma ahora, a tenor de las proyecciones del INE. En 2037, la población valenciana alcanzará una participación del 11,1% en el total español, superando en 2,6 puntos porcentuales la proporción existente a inicios del siglo XX. Puede parecer una progresión modesta, pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que ese 2,6% es superior al actual peso poblacional en España de CCAA como Baleares, Extremadura, Asturias, Navarra, Cantabria y La Rioja.

La información aportada por el INE señala que lo observado en el pasado tendrá continuidad en el futuro; y, en segundo lugar que, como ha sucedido en diversos momentos de los últimos 120 años, la fortaleza de la demografía local dependerá de los flujos migratorios provenientes de países extranjeros y de otras CCAA. Mientras, la población local perderá peso como consecuencia de su baja natalidad; lo que, visto desde otro ángulo, reforzará el peso de la población envejecida y necesitada de mayor gasto en sanidad, dependencia y pensiones.

Las perspectivas demográficas de la Comunitat Valenciana suscitan otras cuestiones. De entrada, cómo intensificar la renta de los valencianos para reducir la distancia actual de 12 puntos que nos hace más pobres que el español medio. Y, vinculada a la anterior, el logro de proporciones de población activa y población ocupada más amplias, que permitan obtener recursos suficientes para sostener al Estado del Bienestar, del Empleo y del Emprendedurismo en el transcurso de los próximos quince años.

Ambos objetivos, unidos a otros propios de nuestro tiempo, como las transiciones energética, digital, laboral y de salud preventiva, amplían la necesidad de medios que, al margen de quién sea el más indicado para gestionarlos, deberán fluir de una población laboral y empresarial impulsada por dos aceleradores: su número absoluto y su productividad. Unos aceleradores todavía a medio gas en una Comunitat con una tasa de actividad alejada de la de otros países occidentales, que convive con tasas de paro que superan reiteradamente las medias de la Unión y con unas medidas de la productividad que van a la zaga del aumento demográfico, lastrando la renta per cápita. Una Comunitat en la que el objeto de los contratos formalizados ante la Seguridad Social, más que hablar, protesta del extenso encuadramiento de los empleados en las categorías laborales más bajas.

Foto: Rober Solsona/ EP

Ante estas contradicciones con lo que nos reclama nuestro tiempo, los valencianos y valencianas no merecen quedar reducidos a visiones simplificadoras que les contemplan como trabajadores mayoritariamente caracterizados por la ejecución de rutinas predefinidas que exigen poca tensión neuronal. El “a mí no me pagan por pensar” o el “usted haga lo que le mandamos, que de pensar ya nos encargamos nosotros” forman parte de la prehistoria en la gestión de los recursos humanos. Las transiciones pendientes nos recuerdan que de cada persona con la formación adecuada, un entorno sugerente y los estímulos apropiados, puede emanar un fluido de conocimiento creativo. Esto es: la disposición de un creciente y activo capital humano capaz de aportar a la economía valenciana servicios mucho más productivos; un capital humano asentado, en contrapartida, sobre nuevos empleos, cualificaciones más rigurosas y salarios superiores.

Este cambio es, ciertamente, profundo y exigente. Ya no basta con la tradicional renta de situación, atribuida al territorio valenciano, que ha permitido su protagonismo gracias al uso agrario, turístico, logístico y de la transformación de materias primas. No podemos amagar que las ventajas que han alimentado parte de la economía regional en el pasado se han tornado dramáticamente insuficientes por más que subsista la contradicción de atraer población pese a la baja renta per cápita. Las nuevas ventajas, las que permiten mayor población con renta creciente, son artificiales y se crean en fábricas, laboratorios, hospitales, universidades y entidades promotoras de nuevos servicios especializados. Ventajas que buscan la protección legal de patentes y otros instrumentos de propiedad intelectual. Ventajas que aspiran a ser de difícil alcance por la competencia, posibilitando precios elevados que permiten salarios y beneficios superiores a la media.

En este punto, son las empresas las que deben decidir qué curso de acción elijen, con qué intensidad y si lo hacen en solitario o junto a otros emprendedores. No cabe negar que nos encontramos en momentos especiales, pero tampoco es tiempo para que las empresas achiquen la intensidad de su imaginación, creatividad y estrategia global. En el marco ahora presente existe lugar para adaptar las grandes líneas del apoyo público a la realidad más próxima e inmediata. Existe espacio para diseñar un trayecto valenciano de la formación que capitalice y realimente el rol del trabajador como portador de talento aplicable a la empresa y a las necesidades públicas. Se dispone de un horizonte abierto a la combinación de las nuevas tecnologías con los sectores tradicionales y a la contemplación de éstos como moldeadores de grandes innovaciones, a poco que se combine la alimentación con la salud, la construcción con el ahorro energético y el transporte con la movilidad eficiente.

Se atisba un amplio tramo para que la Comunitat Valenciana pase de ser un lugar atractivo para las canas a serlo para éstas y para los profesionales de otros países que están encontrando en el teletrabajo nómada la forma de conciliar la calidad de su vida personal con sus anhelos profesionales. Se dispone, de igual modo, de una excelente proximidad al continente africano, sugeridor de nuevas oportunidades.

En definitiva, es momento de responder activamente y con ambiciones vanguardistas del siglo XXI a lo que resulta deseable que exista en el futuro: una Comunitat Valenciana que crece en población, que dispone de bases para superarse en renta, bienestar y equidad y capaz de contribuir positivamente a los bienes comunes que nos conciernen como parte de la Humanidad.

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