Ximo Puig está muy fuerte como candidato a la reelección, pero está desaprovechando una de las bazas que más votos le pueden otorgar el 28 de mayo. Las encuestas colocan a Mazón por delante, lejos de la mayoría absoluta aunque con posibilidades de gobernar con el apoyo de Vox, pero Puig se sitúa justo por detrás del candidato del PP gracias a la creciente irrelevancia de Unides-Podem –que no sabemos si para mayo seguirán unidas ni si podrá–, a la empanada preelectoral de Compromís y a los continuos guiños del president a los empresarios y la clase media con los que trata de pescar parte de los 470.000 votos que Toni Cantó consiguió para Ciudadanos en 2019.
Puig tiene buena prensa en Madrid, excelente entre periodistas muy influyentes como Àngels Barceló (Cadena Ser) y Enric Juliana (La Vanguardia), tertuliano habitual en radio y televisión. Allí casi no se habla de lo de su hermano, del pringue del PSPV en el caso Azud, del lío de las renovables o de los problemas de la sanidad valenciana, porque la única sanidad que funciona mal es España es la madrileña.
Puig tiene también bastante buena prensa en la Comunitat Valenciana, donde ha sabido situarse por encima del bien y del mal en las polémicas desatadas entre los socios del Consell. En muchas de las polémicas quienes salen mal parados son sus socios de gobierno y algún conseller socialista, pero no él, que no se mete en líos. Ni una mala palabra, ni una crítica, ni enfrentamientos con nadie, salvo en las sesiones de control que casi nadie ve; solo concordia, propuestas y promesas que le aseguran una imagen de gobernante sereno y que luego, aunque no las cumpla, casi nadie se acuerda.
Solo se aventuró a montar una polémica artificial con Ayuso y no le salió bien porque a la presidenta madrileña se le da mejor el terreno embarrado. La bronca gratuita es necesaria para Vox, Unidas Podemos y todos los extremos que temen perder el voto del cabreo, pero no para un presidente que quiere pasar por moderado.
Con todo, el destino de Puig, y consecuentemente el de Mazón, sigue pegado a los vaivenes del voto estatal. Cuando Feijóo subió en las encuestas, el PP salió ganador de la Generalitat también en la Comunitat Valenciana, pero ahora que el suflé popular ha bajado un poco, los sondeos sonríen de nuevo al líder del PSPV. Y eso es muy arriesgado para Puig, porque Pedro Sánchez solo piensa en sí mismo y en su reelección a finales de 2023.
La baza que está desaprovechando Puig es la de marcar un perfil propio, lo que significa cantarle las cuarenta a Sánchez cuando se tercie. Así lo hizo José Bono cuando el PSOE de Felipe González empezó a zozobrar: se plantó con lo de la A-3 por las Hoces del Cabriel o el trasvase Tajo-Segura, entre otras polémicas a diestro y siniestro. El señorito Bono, que podría haber sido líder del PP, el amigo de Zaplana, retuvo Castilla-La Mancha para el PSOE sin apenas notar la debacle socialista que fue casi general en el resto de España. Recuerdo en una casa rural de Cuenca cuando fuimos a decirle a la dueña que no había agua caliente y nos espetó que menos quejarnos, que los valencianos les estábamos robando el agua. Es lo que les había contado Pepe Bono.
Puig amaga pero no acaba de dar el paso. Marcó perfil propio cuando decidió bajar el IRPF a las rentas de menos de 60.000 euros, rompiendo el discurso del Gobierno que decía que no se podía bajar el IRPF y adelantándose a la rebaja que días después tenía preparada María Jesús Montero, habituada a desdecirse. Pero tras el tirón de orejas de La Moncloa, nuestro presidente decidió volver al redil y callar, por ejemplo, ante las bofetadas de Sánchez en la cara de los alicantinos.
Tanto volcarse Puig en cultivar el voto en Alicante y pareciera que Sánchez está haciendo campaña por Mazón. Primero los Presupuestos Generales del Estado (PGE) donde la provincia de Alicante vuelve a estar a la cola en inversión por habitante; luego, el enésimo recorte del trasvase Tajo-Segura y el firme propósito gubernamental de acabar con él, y finalmente, la no elección de Alicante –lo de Elche era más difícil– como sede de la Agencia Estatal de Supervisión de la Inteligencia Artificial. Con lo que nos hemos gastado en IA, los chiringuitos que hemos montado que iban a convertir a Alicante en referente mundial de la IA, con lo que nos ha costado Nuria Oliver, que no sabemos si sigue siendo comisionada de la cosa porque nos dicen que no, que ahora está con la Fundación Ellis que le financia la Generalitat a dedo, pero su cese no ha salido publicado en el DOGV... Con todo eso, y llega el Gobierno y le da la sede de la Agencia a La Coruña. Y Puig callado, manifestando su contrariedad en voz baja en la prensa local en lugar de llamar a Juliana o a Barceló para montar un pollo que le daría más votos.
Diríase que Sánchez trabaja para Mazón, pero no, Sánchez, que cree que no le debe nada al líder del PSPV, trabaja para sí mismo, para ganar sus elecciones que son dentro de un año y para mantener hasta entonces los apoyos parlamentarios. De ahí lo del delito de sedición y la rebaja de condenas a los corruptos –anunciada, por cierto, el Día Mundial contra la Corrupción–, semanas después del error que ha sacado de la cárcel a un puñado de violadores sin que la responsable política haya sido cesada. Por cierto, ¿apoya Puig la rebaja de las penas por malversación?
Puig ha perdido tres ocasiones para marcar perfil propio, para no dejar en manos de Mazón la defensa de los intereses alicantinos frente al Gobierno de Sánchez. Puig amaga pero se queda a medias, al contrario que el aragonés Lambán, que va con todo a riesgo de pasarse de frenada como el otro día, cuando dijo lo que pensaba de Sánchez en unas declaraciones que él mismo, sin rectificar, calificó de "inoportunas y desafortunadas".
Lo del exiguo presupuesto del Estado en Alicante lo intentó tapar Puig, con ayuda de Pilar Bernabé, con una fe de erratas y unas enmiendas que son una broma al lado de las que consiguen los partidos que de verdad importan (a Sánchez). Repasar cómo han quedado los PGE tras las enmiendas aprobadas a ERC, PNV y Bildu es ponerse los dientes largos sin ninguna necesidad. Y no tanto por los 894 millones de euros que ERC le ha sacado a Sánchez en infraestructuras en una sola enmienda, la más gorda jamás vista, sino por la cantidad de obras locales que aquí pagan los ayuntamientos, las diputaciones o la Generalitat porque no son competencia del Estado y que allí se van a pagar con dinero de todos los españoles, también de los valencianos.
En el caso del País Vasco y Navarra, alguien debería explicar por qué si tienen el Cupo y su equivalente navarro –solo contribuyen a las arcas del Estado por los servicios que son competencia estatal–, les tenemos que pagar el resto de españoles, vía PGE, la remodelación de la plaza de un pueblo, un carril bici o una residencia de ancianos, por poner solo tres ejemplos de las decenas de enmiendas que, como cada año, se ha comido sin chistar María Jesús Montero.