España puede no recuperar el nivel del Producto Interior Bruto (PIB) que tenía antes de la crisis pandémica hasta 2023, según apunta la economista
MADRID. Esta crisis es muy diferente y la respuesta de política monetaria y fiscal también. Los bancos centrales han intervenido con fuerza y rapidez, creando nuevos programas de compras de bonos como el del BCE contra la pandemia, ampliado los existentes o bajando tipos de interés donde había margen, como en Inglaterra. De hecho la inyección de liquidez de los bancos centrales ha batido récords en 2020 y esperamos que el BCE aumente las compras de activos de su programa de emergencia pandémica en 500.000 millones de euros para diciembre de este año.
Además, la respuesta fiscal ha sido novedosa, como el fondo de reconstrucción por el que la Comisión Europea emitirá deuda y sus fondos serán distribuidos en transferencias directas por primera vez desde la creación de la Unión Europea. El fondo de recuperación debe ser aprobado por el Consejo Europeo y los Parlamentos de cada uno de los países de la UE. Para que lleguen las transferencias hay que enviar un plan previo aprobado por la Unión Europea y, aunque faltan algunas etapas, es muy poco probable que esté disponible desde 2021 en la mayoría de los casos. El caso es que, en porcentaje del PIB, la respuesta fiscal no tiene precedentes, con garantías públicas a empresas privadas y medidas para sostener el empleo. En Alemania el esfuerzo ha llegado al 40% del PIB y en España cerca del 20%.
Más aún, a juzgar por la evolución del empleo privado en EE UU se parece más al desastre natural del huracán Katrina que a la Gran Crisis Financiera, es decir, con una fuerte caída, pero rápida recuperación. Aunque la recuperación del empleo es parcial, aún por debajo de niveles anteriores a la crisis, con los principales indicadores apuntando a recuperación a dos velocidades en la Eurozona, tanto a nivel nacional como sectorial. En efecto, algunos sectores como turismo, restauración, automoción o transporte siguen afectados por las medidas de distanciamiento social y hay alto grado de incertidumbre, que afecta al comportamiento de los consumidores y empresas, algunas de las cuales dejan para más tarde planes de inversión.
De hecho vemos una recuperación frágil y heterogénea geográficamente, que se está ralentizando. En Europa, cuando se levantaron las medidas en mayo hubo una aceleración bastante rápida de la actividad por el índice manufacturero PMI, principalmente por demanda de China, lo que beneficia a economías como Alemania, donde la industria es un gran componente. España puede no recuperar el nivel de PIB hasta 2023.
Pero con el aumento de casos en algunos gobiernos han puesto nuevas medidas o reforzado las que existían, afectando al sector de servicios. De manera que los países más orientados a este sector, como España, tendrán una recuperación mucho más lenta, pues el turismo contribuye más del 15% de su PIB. Así, Alemania puede alcanzar su nivel anterior a la crisis a finales de 2021 o principios de 2022, mientras que España no antes de 2023.
Si la implantación del fondo de reconstrucción es buena podemos ser positivos respecto a España
Aunque España sea una de las economías más afectadas por la crisis, puede ser también de las más beneficiadas por las transferencias directas de Europa, que pueden suponer más del 6% del PIB español entre 2021 y 2023. La gran diferencia respecto a años anteriores es la presión de Bruselas.
España tiene que presentar presupuesto 2021 y un plan de recuperación este mes o en noviembre. Si la implantación es buena podemos ser positivos respecto a España y bolsa española, incluso otros países como Italia. Pero preferimos sectores no regulados y compañías dueñas de su futuro. Para invertir en bolsa española hay que tener certeza de que sus sectores bancario y energético no se van a ver penalizados por políticas gubernamentales.
En cualquier caso no hay que confundir economía y mercados. El sector tecnológico supone 25% del mercado del índice S&P 500 pero sólo 13% del PIB de EEUU. El caso suizo es extremo, con un mercado de renta variable dominado por dos bancos, dos farmacéuticas y una empresa de consumo, lo que no representa su economía. Otro factor que explica la divergencia entre mercados y economía es que a principios de año el inversor en un bono a doce meses de EEUU obtenía 1,5% de rentabilidad a vencimiento y actualmente cerca de 0%. Así que la búsqueda de rentabilidad ha llevado a los inversores la renta variable.
Sea lo que sea, la diversificación y selección es más importante que nunca en este clima de incertidumbre. No se trata de comprar un índice sino de seleccionar empresas de mayor flujo libre de caja y con menos apalancamiento. Además, la covid-19 ha acelerado tendencias como la digitalización y favorecemos empresas de crecimiento estructural. También las empresas a las que beneficia el Plan Verde y de reconstrucción europeo. Además pueden convenir determinados 'ángeles caídos' de manera selectiva, es decir empresas que perdieron calificación crediticia grado de inversión y han pasado grado especulativo, que pueden ofrecer una rentabilidad/riesgo atractiva.
Además, Asia ha sido el primer continente impactado por la crisis del coronavirus, pero también el primero en salir y China recuperara su nivel de antes de la crisis a finales de año. También hay que tener en cuenta que una inversión de 10.000 dólares en el índice S&P 500 en 1988 habría proporcionado hasta la fecha una rentabilidad anual media de más del 10%, pero si no se hubiera estado invertido en los diez mejores días se reduce a 8% y si no se incluyen los 30 peores días a 5,2%. Pero es muy difícil anticiparse, como la crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto y conviene estar en el mercado para no perder potencial de rentabilidad a largo plazo.
Nadia Gharbi es economista de Pictet WM