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FONDOS DE INVERSIÓN BUSCAN SUELO AGRARIO EN TERRES DELS ALFORINS

La batalla de los viticultores contra la instalación de placas fotovoltaicas en la 'Toscana valenciana'

28/03/2021 - 

VALÈNCIA. El despliegue de la energía solar ha puesto en alerta al medio rural, que ve cómo las empresas promotoras buscan amplias extensiones de terreno donde instalar campos de placas fotovoltaicas. Sobre la mesa ponen ofertas económicas que ponen a los propietarios en la tesitura de decidir entre sacar rentabilidad a sus tierras o preservar el patrimonio cultural y paisajístico del lugar. Lo cuentan los viticultores de Terres dels Alforins (La Font de la Figuera, Moixent y Fontanars) pero su temor a perder esa tierra que llevan décadas cultivando se hace extensible a otras zonas de la Comunitat Valenciana. 

En Terres dels Alforins luchan por reivindicar el valor de la llamada ‘Toscana valenciana’. Una tierra en la que los campos de olivos, viñas y huertas se pierden en un horizonte salpicado por unas bodegas que desde hace décadas construyen la historia de estas tierras a través de sus vinos. Incluso están recuperando vides milenarias para incentivar el minifundio y poner en valor variedades de uva que durante un tiempo desaparecieron. “Romper el paisaje con un huerto fotovoltaico es acabar con el trabajo que hemos realizado desde hace años, cultivando nuestra vid y creando un discurso ligado a nuestra tierra”, comenta el productor Rafa Cambra (bodegas Rafael Cambra) y presidente de la asociación Terres dels Alforins.

Esa fiebre en la búsqueda de tierras agrícolas tiene su base en el cumplimiento del objetivo del uso de las energías limpias, que marca que en 2030 un tercio de la energía final consumida provenga de renovables. Lo establece el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) por lo que, según la Unión Española Fotovoltaica, cada año deberán incorporarse 3.000 megavatios solares. De acuerdo con un informe de la Generalitat Valenciana, se trabajará en el objetivo de producción de energía fotovoltaica de 6.000 MW. Esto, supone un máximo de 12.000 hectáreas para el territorio.

Para alcanzar ese objetivo y esclarecer las zonas para la posible implantación de las placas, la Generalitat Valenciana elaboró un mapa en el que detallaba las zonas protegidas, las que tienen una protección parcial y las que están libres. En estas ultimas se encuentra la zona de Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars. “Ese mapa indica el camino a los inversores para llamar a la puerta y no se corresponde con las normativas urbanísticas del lugar pues, por ejemplo, Moixent tiene una protección especial urbanística y patrimonial y este mapa no lo corrobora”, cuenta Pablo Calatayud (Celler del Roure) preguntándose quién elabora esos mapas. 

La Toscana Valenciana de nuevo en peligro

La amenaza de interferir en el paisaje ya es real. En la Font de la Figuera intermediarios y empresas solares se están poniendo en contacto con viticultores y agrícolas de la zona para hacerles una oferta por el arrendamiento de su suelo durante 25 o 35 años. Es el caso de Ramón Mora, a quien le ofrecieron 1.500 euros por hectárea y año —tiene 50 hectáreas de cereal y olivar— pero declinó la oferta tajantemente: “Es muy tentador porque te soluciona la vida económicamente, pero esta tierra no tiene precio”. No es un precio fijo pues la cercanía a una subestación puede disparar los precios, hasta los 2.000 euros. 

Otros ya han cerrado el trato con los inversores. Es el caso de un señor de 70 años que tiene 30 hectáreas y sabe que las perderá porque sus hijas viven fuera y no van a cuidar las tierras. Lo cuenta uno de los bodegueros de la zona, que insiste en que “no hay que criminalizar a las personas, es una opción comprensible porque la oferta es muy llamativa”. Todos comparten esa opinión, incluso Ramón, cuyo vecino ha vendido sus 50 hectáreas de terreno y “mi paisaje se va a ver envuelto por un mar de placas”. Por ello, se pregunta “¿quién va a querer venir a tomar una copa de vino si en medio de este paisaje pones placas solares?”. 

Además, en el territorio de Les Alcusses, hay sobre la mesa la petición de un plan de 400 hectáreas de fotovoltaicas. Según explica, para evitar la implantación de ese huerto solar habría que cambiar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que data de los años ochenta. Así lo ha hecho la Font de la Figuera cuyo ayuntamiento modificó recientemente su PGOU —se aprobará en los próximos meses— para proteger todo el término.

La asociación, lejos de criticar las energías renovables, pide que su implantación sea más racional y estudiada. En este sentido, solicitan una modificación del decreto de ley del 7 de agosto por el cual el Consell aprobaba una serie de medidas para acelerar la implantación de instalaciones para el aprovechamiento de las energías renovables por la emergencia climática y la necesidad de la urgente reactivación económica. “Nos hemos unido todos los bodegueros para solicitar la paralización de los proyectos —en la zona son nueve— y para pedir a la administración que la implantación de las fotovoltaicas se ajuste a la realidad de cada lugar y respetando su territorio”. Como ejemplo ponen las placas fotovoltaicas próximas a Villena, situadas junto a la autovía y en una zona poco fértil. 

Las incógnitas de las fotovoltaicas 

Igualmente, recuerdan que no se trata solo de algo estético y perjudicial para el paisaje sino que la instalación de las placas fotovoltaicas puede suponer un impacto medioambiental para la tierra. Lo cuestiona Ramón Mora: “¿Qué le ocurre a la tierra después de que se hayan instalado las placas y usado pesticidas durante tantos años? ¿Y qué pasaría en caso de que el inversor decidiera abandonar el proyecto cuando no le sea rentable

Su petición de proteger el territorio se basa en la riqueza paisajística y patrimonial del lugar pero también en ese ecosistema que se genera alrededor del vino: “No es solo venir hasta aquí para conocer los vinos de una determinada bodega sino que se trata también de descubrir este paisaje y degustar la gastronomía local”. Pablo Calatayud recalca que todo ello es fruto del trabajo que están realizando todas las bodegas: “treinta años de agroturismo para que ahora se vuelva a poner en peligro nuestro territorio”. 

De hecho, en 2009 él mismo lideró la oposición al macrovertedero que se quería ubicar en la zona: “en aquel momento ya luchamos para que se protegiera la zona y por culpa de que no se logró, ahora estamos con esta nueva lucha”. Por ello, critica que “la tierra la estamos trabajando bien, apostando por un cultivo sostenible, pero parece que para los despachos no lo estamos haciendo bien”.

Por todo ello, los viticultores luchan por proteger unas tierras que desde hace años trabajan para cultivar vinos con historia unidos a la tierra en la que crecen las raíces de la vid.

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