Si la «Justicia es tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales», como afirmaba Aristóteles en su Ética a Nicómaco, el Covid 19 está sembrando este país de situaciones de flagrante injusticia en todos los ámbitos, pero muy especialmente en el ámbito de la educación y la conciliación familiar. Y ello merece una reflexión.
Soy familia monoparental de una niña de 11 años y me encuentro entre esos dos millones de familias españolas compuestas por un adulto@ y un hijo, de los que el 83% está encabezado por una mujer. Desconozco si la mayoría de mis amigas o madres del colegio se contabilizan entre estos índices, ya que, aunque no son monoparentales, muchas de ellas están separadas o divorciadas y tienen a su cargo algún hijo@, en semanas alternas. Y aunque no sean familias monoparentales, ni separadas, también las familias llamadas tradicionales están pasando por lo mismo. Estén o no estén en los índices, hay algo que todas compartimos estos días: ¡No podemos más! Estamos al límite. Cada día que pasa nuestro sistema nervioso se ve más debilitado. Y encima nos sentimos culpables. No conozco a ninguna madre que no tenga pesadillas nocturnas digitales, ansiedad o angustia de la situación presente o que no esté preocupada por lo que nos depara el futuro inmediato con la situación educativa de los hijos y con los abusos del teletrabajo. ¿Esperan los gobernantes que lo resolvamos, sin ayuda?
Ayer la ministra de educación dejó entrever que probablemente a partir de septiembre, los alumnos se incorporarán por turnos. ¿Por turnos? ¿Y cómo nos vamos a organizar? ¿Acaso han pensado en las consecuencias que va a traer esta medida para toda clase de familias españolas dentro del amplio panorama de nuestra diversidad? No se nos puede, ni se nos debe pedir más. Todo tiene un límite y hay situaciones verdaderamente desesperadas.
Después de casi 60 días de confinamiento, no he escuchado a ningún ministro o ministra nombrar el problema de los cuidados, la imposibilidad de conciliación familiar o la importancia de los límites en el teletrabajo. Hablan de salud, sí, y es de fundamental importancia, pero ¿Y la salud mental?
Para aquellas que tenemos la fortuna de disponer de más de un ordenador, el teletrabajo está suponiendo, amén de otras muchas más cosas, un sobreesfuerzo demoledor, abuso de límites de horario, aumento del estrés, frustración por falta de tiempo o por no poder explicar a los hijos la materia y una profunda desmotivación laboral que es justo lo contrario del objetivo perseguido por una Ley de conciliación y desconexión digital que hoy brillan por su ausencia.
Para las que no tengan los medios, no puedo ni imaginar su situación, pero sé que su tarea es titánica. Conozco madres que están trabajando y cuidando a sus hijos y solo disponen de un ordenador que usa el marido y un teléfono móvil para hacer el trabajo escolar de tres niñ@s. Y casos en que la madre, funcionaria en el ámbito de la salud, se levanta a las cinco de la madrugada y no tiene ni un solo día de permiso vacacional, porque las instrucciones de su comunidad autónoma se lo han denegado. Y esta madre, a pesar de haber solicitado una autorización por su especial circunstancia familiar (marido y padre enfermo,) para poder atender a su hija menor, se ve forzada a dejarla sola en casa haciendo los deberes, lo que, a mi juicio, roza la crueldad laboral.
Casos hay mil y de todos los colores. No olvidemos la cantidad de madres que han tenido que cambiar sus horarios y trabajar por la noche para poder conciliar durante el día y terminan la semana a punto del colapso. O madres con mayores o hijos dependientes. Somos fuertes, sí, resilientes, también, pero somos humanas.
Alguien tendrá que pensar en nosotras y tomar medidas contundentes
Si trabajar con niños es complicado, por muy obediente que sea el crío o la niña, aún es más complicado tener que limpiar la casa, hacer las comidas (que antes hacías fuera), llevar un horario, atender a los tuyos y para colmo de los colmos, ponerte al día, si tienes los medios telemáticos, con los deberes on line. Esto es capítulo aparte. Depende de la Comunidad Autónoma a la que pertenezcas y al colegio que vayan los críos, las plataformas serán distintas y el idioma de los deberes también. ¡Jesús! Si además eres inmigrante, la cosa se vuelve ciencia ficción. Y si tienes un hijo dependiente solo te queda echar mano del tranquimacín. Pero necesita receta.
Trabajo o niños, en algunos casos, sin son muy pequeños. O conciliación con limitación severa de horarios para el teletrabajo. Con pareja o sin ella. No hay opción.
Alguien tendrá que pensar en nosotras y tomar medidas legales contundentes si no quieren acabar con las madres de este país o conseguir que la calidad de nuestra enseñanza quede definitivamente mermada.
Somos la mitad de la población, sí, pero con el doble de carga de trabajo.
¿Quiénes va a cuidar de quienes cuidan?
Decía Aristóteles…
Guadalupe Bohorques Marchori es profesora de Derecho Constitucional y Ética en la Universidad Europea de Valencia
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