El mundo de Tono Pastor. Sus mundos. Si Tono gira, Bouet gira. Ese ritmo entre latitudes acaba definiendo las coordenadas de un restaurante que, aunque siempre está en el mismo sitio, en parte modifica su ubicación a un ritmo tectónico.
Es bien difícil lo que César Lopo y él han conseguido en una calle que parece un tránsito, ahora con estación de metro en la puerta (como si la ciudad se le fuera acercando). Por eso no habría que confundir una constante —que siempre haya bullicio— con una rutina: la de dar por hecho que siempre tuvimos un Bouet, este Bouet que en su corteza es fruto de la alianza entre un arquitecto, Ramón Esteve, y un apasionado de la arquitectura (Tono), conectados por un mismo origen: Ontinyent. Desde entonces, el local parece crecer como un árbol, orgánica y sostenidamente.
Desde que se encontraron a las puertas de su local primigenio —Pastor preparaba la apertura, Lopo pasaba por delante: «¿quieres trabajar en el Bouet?»—, han mantenido esa magia intangible que permite que el restaurante no sea el fin en sí mismo, sino una herramienta: la expresión de lo que su cocinero se encuentra entre maletas. Una carta de crudos a woks, y de snacks a curris, con asideros locales como el mullador de tomate en conserva con feta o capellanet y kalamatas.
Se cuentan con los dedos de la mano los restaurantes de la ciudad así de independientes y desprejuiciados. Y también así de nocturnos.
Plato destacado: Curri verde y atún con zanahoria, calabacín y brócoli.