MADRID. Los datos de IPC de la zona euro publicados la semana pasada evidenciaron que la inflación se ralentiza y esto debería dar al Banco Central Europeo (BCE) una mayor confianza en que no son necesarias nuevas subidas de tipos. Aunque factores técnicos como los cambios de ponderación de los índices y los efectos de base contribuyeron a la desinflación, es probable que la mayor parte de la desaceleración de las presiones sobre los precios sea duradera. La subida de los precios de la energía podría elevar las cifras generales, pero la trayectoria subyacente es positiva.
Al otro lado del Atlántico, el informe sobre el gasto en consumo personal (PCE) de EE UU difundido el pasado viernes mostró una inflación ligeramente inferior a la esperada, con un PCE subyacente intermensual del +0,1% y un PCE general del +0,4%. Hay que tener en cuenta que el PCE es el índice preferido de la Reserva Federal (FED), ya que evalúa la inflación de todos los bienes y servicios independientemente de quién los pague, frente al IPC, que sólo evalúa los bienes y servicios pagados por el consumidor. El informe del PCE también reflejó un aumento tanto de la renta personal como de los gastos de consumo del 0,4% intermensual y un descenso de la tasa de ahorro hasta el 3,9%, el nivel más bajo desde diciembre de 2022.
Mientras tanto, la segunda lectura del PIB del Reino Unido arrojó un resultado más fuerte de lo esperado, con un incremente del 0,6% interanual (0,4% de consenso), gracias a una mayor inversión empresarial. La Oficina de Estadísticas Nacionales también informó de que la economía británica fue un 1,8% mayor que su nivel prepandémico en términos reales tras incorporar las revisiones del 'Libro Azul', lo que sugiere que el estado de la economía no es tan malo como se sospechaba.
Por otro lado, el Congreso de EE UU aprobó el pasado sábado in extremis una ley que amplía la financiación para asuntos clave durante 45 días y evita el temido cierre del Gobierno: por cada semana de cierre del Gobierno, el PIB disminuiría 0,2 puntos porcentuales en el cuarto trimestre. Sorteado este importante escollo, al menos temporalmente, la atención del mercado se centra esta semana en los datos de empleo de la primera economía mundial.
Se espera que las ofertas de empleo se mantengan constantes en torno a los 8,8 millones, mientras que las nóminas no agrícolas aumentarán en 170.000 puestos (frente a los 187.000 de agosto y los 236.000 mensuales del último año). Y las previsiones apuntan a que los ingresos medios por hora aumenten un 0,3% desde el 0,2% de agosto, con un incremento interanual del 4,3%, en línea con el mes anterior. La tasa de desempleo disminuiría ligeramente del 3,8% al 3,7%.
Para terminar, la huelga convocada por el sindicato del sector del automóvil de EEUU United Auto Workers (UAW) contra los tres mayores fabricantes (General Motors, Ford y Stellantis) puede ser un preludio de tensiones más amplias en el mercado laboral y acerca de sus implicaciones en la inflación. Mi expectativa es que seguiremos viendo un empuje por parte de los trabajadores para lograr aumentos de compensación considerables en algunas industrias que requieren habilidades especializadas y donde los beneficios han aumentado después de la pandemia. Dicho esto, dada la baja sindicalización en Estados Unidos, no espero ver un aumento más sistémico de los salarios que pueda descarrilar la tendencia desinflacionista que se ha afianzado en los últimos meses en EE UU. (...)
Sin embargo, en la medida en que la actual huelga de la UAW se prolongue, podría presionar al alza los precios de los automóviles nuevos y usados, que en los últimos meses han contribuido significativamente a reducir la inflación. Si sufrimos una huelga prolongada que reduzca los inventarios de automóviles a la venta, podríamos ver sorpresas al alza en el IPC en los próximos meses hasta que la producción y los inventarios se normalicen.
Ronald Temple es estratega jefe de mercado de Lazard