Hay ciudades que lo explican todo. Arenas donde se decide el futuro. No son necesariamente las más ricas, ni las que forman parte del imaginario colectivo a través del cine, tampoco tienen porqué ser las más pobladas. Hay campos de batalla donde se marca el camino de la humanidad más allá de las ciudades globales: París, Londres, Amsterdam, Berlín, Hong Kong o New York.
Hoy me propongo abrir una serie de reflexiones dentro de mi columna quincenal de opinión aquí en Valencia Plaza, sobre las ciudades que actúan como punta de lanza ante los conflictos y desafíos que vivimos. La selección será evidentemente subjetiva, lugares adónde mi trabajo me ha ido llevando, y que he podido explorar junto aquellos que se dedican a mejorarlas, desde las finanzas a la cultura pasando por la política.
Mi selección de las ciudades que lo explican todo no está enfocada en aquellas donde decisiones particulares tienen una repercusión global. Más bien, se centrará en aquellos lugares en que se visibiliza de manera concentrada las tensiones y contradicciones fruto de las dinámicas transformadoras locales y globales, endógenas y exógenas: las migraciones, la concentración económica, las dinámicas de inclusión y exclusión o las respuestas desde lo público. Pongámonos en ruta.
Empezaré por Frankfurt.
Frankfurt am Main es una ciudad contradictoria. La ciudad más importante del estado de Hesse, núcleo de un conurbación de más de dos millones de personas, es conocida por ser el centro financiero de la Unión Europea, siendo sede del Banco Central Europeo, el Bundesbank, la Bolsa de Frankfurt y el Deutsche Bank y Commerzbank, entre otros. El aeropuerto de Frankfurt es uno de los más importantes del mundo.
La imagen estereotipada de Frankfurt es la de una ciudad de negocios, donde una laxa regulación urbanística, tras la segunda guerra mundial que destruyó buena parte del centro de la ciudad, ha producido un paisaje poco habitual en las capitales europeas, donde coexisten edificios históricos de poca altura con decenas de rascacielos que llegan a superar los 250 metros (cómo es el caso de la torre del Commerzbank o el edificio Messeturm).
Más allá de lo señalado, hay otros elementos claves en la Frankfurt am Main de hoy en día que explicaré a continuación.
Frankfurt es una ciudad con un mercado inmobiliario agitado marcado por la alta rentabilidad de las oficinas. Es un lugar donde los restaurantes tienen una mayor ocupación entre semana debido a la gran concentración de trabajadores de cuello blanco. Ante la emergencia del teletrabajo y el posible cambio en la geografía de los empleos, la ciudad se enfrenta al desafío de repensar su centro financiero cuando puede desaparecer una parte importante de la actividad diaria. Durante los últimos meses la ciudad ha ido viviendo a medias.
En Frankfurt hay una energía creativa inesperada. Una sensación constante de que la ciudad permite que pasen cosas. A la sombra de los rascacielos ha ido creciendo una generación de personas que aman la ciudad con optimismo crítico. James Ardinast es uno de los artífices de la reinvención de la hostelería y la cultura locales, desde los restaurantes Bar Shuka, donde se mezclan sus raíces judías con la cocina de palestina, y Stanley centrado en los productos de proximidad, que gestiona junto a su hermano David Ardinast. Su trabajo se extiende a los eventos, la consultoría y la comunicación. Para James, “Frankfurt siempre fue una ciudad creativa, aunque sea conocida por ser una ciudad de negocios. Pero perdió su identidad en los noventa cuando la escena se desplazó a Berlín. Frankfurt es una ciudad grande pero a la vez pequeña, una ciudad de fricción y contradicciones donde la gente está abierta al cambio”. Cuando piensa en sus negocios recuerda que lo que al principio fue un obstáculo se convirtió en virtud, ya que “la gente de Frankfurt tiene una relación de amor-odio con la ciudad, pero a la vez es muy agradecida apoyando las propuestas nuevas”. Además, la cercanía entre “subcultura, cultura y el mundo de los negocios” es algo único que permite que se den conexiones improbables.
Más de la mitad de los ciudadanos de Frankfurt tiene ascendencia inmigrante, lo que significa que, o bien ellos, o bien al menos uno de sus progenitores, nació fuera de Alemania. Tres cuartos de los niños menores de 6 años entran en esa categoría.
Para Ubin Eoh, experta en comunicación de ascendencia coreana, que decidió tomar un camino cada vez más común, dejando atrás la explosiva capital alemana para desarrollarse en Frankfurt, “como berlinesa, veo que el focus en Frankfurt es diferente. Aquí la gente es tremendamente profesional, y la convivencia entre orígenes genera un ambiente metropolitano donde puedo ver a una persona de origen asiático trabajando en finanzas”. Es un lugar atractivo, “donde las cosas de verdad se hacen sin vanidad”. Un lugar donde la diversidad es uno de los activos económicos centrales.
Aquellos que se adentren por primera vez en la ciudad, especialmente si llegan en tren, se verán sorprendidos por los centenares de personas sin techo, muchas de ellas adictas a las drogas, que se concentran en las calles del centro. No se trata de que en Frankfurt haya un problema mayor de adicciones sino que éste es especialmente visible. Mientras muchas ciudades han ido tratando de ocultar el problema sin resolverlo, en Frankfurt es muy explícito. Durante los 90 se desarrolló un programa llamado la “Frankfurt Way” que apostó por una aproximación multidisciplinaria hacia las drogas más allá de la criminalización. Hoy en día, esa vía necesita ser repensada. La visibilidad de la exclusión puede ser un punto de partida para desarrollar políticas progresistas más allá de esconder o desplazar los problemas.
Frankfurt también atraviesa un momento en el que muchos de sus protagonistas participan en la discusión sobre su futuro. Jonathan Speier, fundador de S.O.U.P, una conferencia, festival y espacio de encuentro centrada en la reflexión sobre ese futuro cree que “lo que hace a las ciudades fuertes es la interacción entre personas que ofrece oportunidades para la fricción”, por eso han creado una plataforma “para decidir la ciudad entre todos, desde un espacio intergeneracional e interseccional, para soñar juntos y construir colectivamente el futuro del mundo desde Frankfurt”.