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tribuna libre / OPINIÓN

Un cliente sin 'keirei' y lo del 'haiku' de Santoka

28/09/2024 - 

Todo el mundo sabe que en Japón no se saludan con dos besos. Ellos tienen el ojigi o reverencia, y al igual que el shin-gyo-so del arte se estructura en poco-medio-o-mucho dependiendo de la formalidad. El primero es el esaku (15º de inclinación) y se practica cuando no se necesita de etiqueta, cuando uno u otro son iguales en la jerarquía japonesa. El segundo -más formal-, el keirei (30º), es habitual en los negocios. El tercero, saikeirei (de 45º a 70º), es el que aúna admiración, respeto o una demanda de perdón.

Hace poco un buen amigo me decía que le habían cancelado una reserva en un estrella Michelin. Un WhatsApp el día de antes y hasta luego. Me pasaba a mí también hace unos días al llegar a un sitio de moda-y-demodé donde me cancelaban una mesa con excusas infundadas. Un adiós y sin sonrisa. ¿Qué tendrán los humos de las brasas? Casi, casi igual que cuando un tipo me mintió para decirme que me había llamado con antelación, que tenían un evento privado y así -sin solución alternativa- me quedé sin mesa, por la noche y a la luna del Retiro. Y eso en tres lugares y en un año, y en tres sitios donde habías acordado pagarles con tarjeta si no ibas sin avisar. ¿Y si lo hacen ellos y cancelan y no avisan? ¿Quién es el que paga entonces? ¿Hay alguien que te compense o recompense si es que eso es posible? En el caso del cliente el no-table del restaurante es una pérdida moral, otrora atávica o incluso instintiva, ¿cómo se calcula eso? No tiene precio.

Los talleres no aceptan un coche sin su cita previa, lo rechazan como a un apestado del que fingen no querer ni su dinero. En los medios de transporte eres morralla, por teléfono te acosan provocando indefensión, te discuten sin motivo en cualquier parte y a un "perdone" te responden con un "qué", los políticos te mienten y se ríen, y socavan un sistema sin permiso o tu aquiescencia, esperando que les apoyes porque ellos lo merecen y en el fondo tú eres nada. Ante esto hay dos opciones, admitir que tú como cliente, siendo todavía el fundamento del sistema, no eres ya considerado como tal y que tu estatus es el de alguien que lejos de recibir servicio, lo otorga o favorece; y la segunda, rebelarse ante la nueva esclavitud de aquel que paga.

En filosofía, sociología y teoría del Derecho, el contrato (si es social) es un acuerdo realizado dentro de un grupo en el cual sus miembros admiten la existencia de una autoridad, de unas normas morales y de unas leyes a las que someterse.

Jean-Jacques Rousseau afirmó que para vivir en sociedad los seres humanos acuerdan un contrato social implícito que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondría en estado de naturaleza. Los derechos y deberes de los individuos constituyen, por lo tanto, las cláusulas del contrato social. Un mayor número de derechos implica mayores deberes. Menos derechos, menos deberes. Asimismo, Rousseau admitió que el tema no era asunto rígido o inflexible y que los seres humanos podrían cambiar los términos del contrato si así lo desearan -por supuesto-, que derechos y deberes no son cosas inmutables o naturales, que en resumen un contrato implica reciprocidad y respeto, y unas normas que permitan su cumplimiento.

Si el político, el mecánico, el maître y alguno más incumplen su palabra y ni siquiera muestran voluntad de enmienda o la más mínima contrición, es que la sociedad ha alcanzado ese punto en el que ya no reconoce ni el valor, ni la cadena, ni el respeto que es debido al ser humano (imprescindible), máxime si es este quien paga, mantiene y favorece la superestructura (prescindible) que representan el mecánico, el político o el maître. Que por qué si me sustraen aquel dinero de mi cuenta si yo no cumplo con mi parte yo no encuentro recompensa ante su incumplimiento del contrato-acuerdo-pacto que suscribes por su web.

Teniendo en cuenta que el primer pensador que formuló la teoría del contrato social fue Protágoras en el siglo V antes de Cristo, es probable que veintitantos siglos después se haga -más que nunca- necesaria, no la revisión o refundación teórica del lema sino un establecimiento de contrapoderes, medidas, sanciones o códigos que impongan la asunción de responsabilidad (deberes) por parte de aquellos que incumplen de manera impune las obligaciones adquiridas aún si son de manera implícita y en contra de ese ser no valorado (e inferior) llamado cliente. Si el contrato social es una hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social, podríamos concluir que o bien no existe sociedad o bien no existe autoridad, o bien ninguno de los dos debiera ser considerado digno de mención en la estructura argumental de nuestro mundo de hoy en día.

Todo el mundo sabe que en Europa u Occidente se saluda con la mano, con dos besos o si acaso con un "hola" sin contacto. No tenemos shin-gyo-so porque la diferencia entre Japón y lo de aquí es el mensaje y no la forma. En Europa (u Occidente) el saludo es muestra del afecto que profesas al de enfrente. En Japón es la evidencia del respeto y jerarquía entre los dos. Del nipón hay quien diría que resulta un poco frío al igual que el japonés opinaría de Occidente que no existe ni se muestra un gran respeto hacia los otros.  En Japón practican el keirei -formal- con los clientes y en algunos sitios (sobre todo los que lucen una estrella Michelin) te reciben con un saikeirei solemne (mi recuerdo a Yoshihiro Narisawa). No lo hacen por ser más alto, más guapo, o más simpático que el resto sino por el respeto hacia el ser humano y, en concreto, hacia el cliente que al final es aquel a quien le deben la existencia del negocio, restaurante, del taller o del sistema político-constitucional en el que conviven.

No pretendo que al cliente le saluden con keireis sino que le devolvamos el protagonismo que merece. Eso o buscar vuelo+hotel a Tokio. Qué pena que ambas cosas sean actualmente excluyentes. Qué pena que algunos todavía se limiten a aceptar lo de aquel haiku de Santoka:

"Mi cuenco de mendigar

Acepta hojas caídas"

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