Los barrios también los hacen sus restaurantes. En el caso del Cabanyal es más que evidente
La primera vez que pisé el Cabanyal fue para ir a Casa Guillermo a comer anchoas, cuando el local era todavía un bareto. La segunda, fue para cenar en Casa Montaña. Han pasado unos 20 años de aquello. Cuatro desde que publicamos este artículo donde hacíamos un recorrido por algunos de los bares donde merecía la pena ir a comer o a cenar en el barrio. Por cierto, antes de que se nos echen al cuello los guardianes de la división entre Cabanyal y Canyamelar, me referiré al Cabanyal para hablar de la zona, igual que cuando hablamos de Ciutat Vella solemos llamarlo barrio del Carmen, a pesar de que otro barrios conforman el distrito. Quizás me pase al Grao o a la Malvarrosa en algún momento sin querer herir sensibilidades.
Ya se ha superado aquella frase que tanto se oía hace unos años. «El Cabanyal es la nueva Ruzafa». De hecho, nuestra compañera Almudena Ortuño ya se encargó en 2018 de desmentirlo: «El Cabanyal no quiere ser la nueva Ruzafa». El barrio sigue manteniendo su personalidad, a pesar de que el riesgo de la gentrificación de la que hablaba la periodista no se ha esfumado. En los últimos años, las calles han visto cómo se abrían (también se cerraban) bares y restaurantes al tiempo que crecían los alquileres y se multiplicaban los apartamentos turísticos. Un poco antes de estallar la pandemia, el periódico británico The Guardian sitúaba al Cabanyal como uno de los diez barrios más cool de Europa. Quizás de las pocas cosas buenas que nos ha dejado el virus es que podamos disfrutar un poco más del carácter del barrio antes de que las grandes cadenas de franquicias se lancen a colonizarlo.
El Cabanyal ha ganado con las aperturas de negocios de hostelería de los últimos años. Son locales que se han mantenido fieles al espíritu del barrio como Bodega Anyora o La Aldeana. Bares que han seguido las raíces marineras del los Poblats Marítims y de lo que allí se ha comido siempre, desde unos salazones a unas tellinas o un sepionet. La taberna El Clavo, el Ultramarinos o El Alcacil, cada uno a su manera, son un estupendo punto de partida para tomarse el vermú e iniciar el recorrido por la peculiar fisonomía del barrio. Son sitios bulliciosos y animados, en los que siempre hay tiempo para pedir otra ronda y es fácil que uno se olvide de mirar reloj. Otra opción para tapear o tomarse una caña casi a cualquier hora es Mercabañal, un espacio gastronómico al aire libre que cuenta con varios espacios diferenciados y donde uno puede pedir desde unos pescaditos fritos, una ensalada de tomate valenciano o una pizza.
El barrio brilla más que nunca a nivel gastronómico. La apertura el pasado mes de agosto de La Sastrería confirma que no solo hay espacio para tascas, bodegas y bares, también tienen cabida opciones más elevadas, aunque el flamante local de Sergio Giraldo también ofrece una zona más informal. Otro cocinero top que abrirá próximamente local en El Cabanyal es Nacho Romero. Será en enero o febrero, y no abandonará Kaymus.
Casa Cabanyal acaba de subir la persiana hace unas semanas y se enmarca como un local donde tomar tapas sencillas con el añadido de que acoge actuaciones musicales y proyectos culturales. Hermanos Haro es otra de las últimas aperturas, o mejor dicho, reconversiones. Era un bar de almuerzos y comida tradicional que ha virado hacia las raíces italianas de sus nuevas propietarios. Cuenta con buenos vinos naturales. En la avenida Mediterráneo se sitúa Barbaritats, un bar especializado en pinchos y con un buen menú a mediodía que se está haciendo un hueco en el barrio. Para los que no comen animales, el Cabanyal también empieza a ser vegan friendly. Nuestra compañera Raisa Gallegos, descubría la semana pasada Sweet Marine, una pastelería vegana en la calle Progreso que ofrece opcioens dulces y saladas y la que dice es "la mejor cheescake vegana de Valencia". No todos son buenas noticias, el restaurante Sofoko food, otra de esas casas de comidas vinculada a los manjares tradicionales canyamaleros, se verá obligado a cerra si el Ayuntamiento no les permite colocar cuatro mesas en la zona de carga y descarga que tienen frente al restaurante, para así hacer frente a la situación extraordinaria que vivimos. Ojalá el consistorio les de una solución y podamos seguir disfrutando de su titaina, su pelota de puchero y su figatell.
El Cabanyal hace tiempo que dejó de ser ese barrio que se conocía en toda España por hacer frente al abandono con que las autoridades lo condenaron durante años. Ahora es una zona que frecuentamos los que vivimos en la Valencia interior, atraídos por ese ese toque pintoresco y el mar a cuatro pasos, y por una oferta gastronómica que de momento (que dure, por favor) se sitúa en una de las más honestas de a ciudad.