A nivel profesional también es diseño lo que ocurre antes del diseño; es diseño ordenar y es diseño escribir. Desde un punto de vista de usuarios, el buen diseño ocurre de forma cotidiana sin que nos demos cuenta, como un planteamiento para mejorar desde nuestro entorno a nuestras pequeñas rutinas, y a partir de ahí es imposible vivir sin diseño
VALÈNCIA.-Ordenar una retícula. Ordenar pensamientos. Estructurar un nuevo sitio web, las jerarquías de un cartel o las ideas en unos apuntes. Diseñar un logotipo. Escribir un ensayo. Resolver un problema cotidiano mediante metodologías que tenemos ya interiorizadas: observar, analizar, proyectar, probar, fallar y volver a intentarlo, bocetar, prototipar, producir, poner en el mercado y saber comunicarlo. También es diseño, ya que vivimos rodeados de diseño en su sentido más amplio, aquel del que se encarga el diseñador industrial o el arquitecto, la diseñadora gráfica, la de producto digital, el estratega, la diseñadora de servicios o el tipógrafo. Todo es diseño.
Hay más especialización y más democratización en diseño hoy que hace veinte años. Desde el siglo pasado a este, casi cualquiera puede tener habilidades en diseño, lo que no quiere decir que cualquiera pueda ser profesional del diseño en un sector que ha avanzado, como tantos otros y desde la Revolución Industrial, a lomos de nuevas tecnologías que funcionan como soportes del diseño.
Hace casi una década que Adrian Shaughnessy bautizó este nuevo siglo como la Era del Post-Diseño Gráfico, tiempos de saturación de diseño y de alta especialización, a la vez que cualquiera puede hacer diseño gráfico desde casa en esta era de ‘internetización’ donde hay plantillas para todo. Es pues la era del abaratamiento de servicios a costa de la pérdida de valor. Y eso que aún no había visto venir la inteligencia artificial como competencia de ciertos procesos creativos.
* Lea el artículo completo en el número de marzo de la revista Plaza