Asiáticos

Momiji Atelier

Diego Laso

Acaba siendo recurrente la especulación sobre qué pasaría si Momiji estuviese en un entorno propio, más controlado y fiel a la suavidad de su estilo. Y entre hipótesis a veces acaba olvidándose lo nuclear: el centro de la ciudad es afortunado de tener a Diego Laso apostando por agitar su nervio en unos bajos que, aunque puro Frankenstein, garantizan paso y acumulación.

Al borde de los diez años —¡cuántas cosas le pasaron a València hace diez años!— las piezas van encajando para Laso a base de un menú diario encapsulado que sale con sencillez, y de sus contrastes entre estaciones: de la berenjena de verano con vinagreta de miso a los puerros en dashi. Nigiris, hosomakis y sashimis mediante, Momiji educa en la verdad frente a tanto trampantojo dopado por grupos financieros. Con un servicio reforzado, en los bordes de su cocina abierta hay encuentro y mezcla; es sencillo ver reuniones trajeadas, apasionados de Laso y curiosos entregados. Un punto de partida propicio para su nueva década.
 

En confianza: Con su próxima vuelta de tuerca, prevista para mejorar el confort del espacio, deben hacer suya esa sala, emplazada como en un limbo. Definir el carácter de Momiji Atelier hecho mayor de edad: si el furor de una barra o la ligereza de un salón. Dos almas por resolver.


¿Qué pido?

Puerros en dashi