VALÈNCIA. Los habitantes de Marines Viejo, una localidad ubicada en Camp de Túria, salieron este fin de semana a las calles para reivindicar su valor frente a un estado de "abandono" por parte de la administración local, según denuncian. En esta concentración pacífica, llevaron por bandera la alegría y la celebración para demostrar que el pueblo está "más vivo que nunca".
La riada de 1957 ocasionó un corrimiento de tierras que afectó a parte del municipio y provocó la muerte de seis personas. Se declaró zona peligrosa y una década más tarde, en 1967, se produjo el traslado de la población a unos terrenos cedidos por Llíria y Olocau. Allí comenzó a desarrollarse el nuevo Marines.
A pesar de que ambos núcleos se encuentran a diez kilómetros de distancia, dependen del mismo ayuntamiento. Marines Viejo nunca llegó a abandonarse del todo y actualmente están empadronadas 100 personas, hay 10 niños y uno en camino. Tal y como explica Joaquín Miró, miembro de la asociación vecinal, los recursos son escasos: no disponen de un servicio regular de limpieza y mantenimiento, las calles están en mal estado, el parque no cumple las condiciones de seguridad y hay gente mayor que ha tenido que mudarse porque no va ningún médico. Para ser atendidos, deben desplazarse obligatoriamente.
"Nos sentimos ciudadanos de segunda, no dejamos de ser un núcleo urbano y el ayuntamiento no ofrece los servicios que debería. Nos dicen que los presupuestos son limitados, pero pensamos que debería haber un plan de financiación para este pueblo. No pedimos ni más ni menos que otros ciudadanos, solo los mismos derechos y los mismos servicios.", expresa. Además, desde el colectivo también piden la instalación de aparcamientos públicos y la conservación del patrimonio histórico, entre otras cuestiones.
Para dar a conocer sus peticiones y acercarlas a los vecinos del otro lado, el pasado sábado se desplazaron hasta Marines, donde más de 200 personas se involucraron en el acto festivo al ritmo de la batucada Remombori en un ambiente de energía positiva. Compraron 30 plantas con flores que los menores repartieron a los vecinos curiosos que se asomaban —dos se quedaron en el ayuntamiento— y defendieron que el casco antiguo "florece y vuelve a vivir a pesar de las administraciones".
"Lo más emocionante de este acto es que vecinos con diversas ideologías, de todas las edades, desde bebés con meses hasta octogenarios, nos hemos organizado y juntado por el amor que sentimos por Marines Viejo", comenta Elisabet, representante de la asociación.