Desde noviembre de este año se han producido altercados y protestas sin precedentes en China. Estás evidencian el profundo descontento social frente a la política de la covid cero impulsada por el gobierno chino y más específicamente por el presidente de China Xi Jinping. Ha habido varios episodios especialmente virulentos. Así el 24 de noviembre pasado, el incendio de un edificio de apartamentos en Irumqi, capital de la conflictiva región autónoma de Xinjiang, que se cobró 10 muertes, se atribuyó a la rigidez de la mencionada política gubernamental. Rápidamente el fin de semana del 26 y 27 de noviembre las protestas se extendieron a través de todo el país resultando especialmente considerables en Shanghai y Pekín con miles de manifestantes criticando muy abiertamente la política del gobierno chino.
En efecto, tras tres años de confinamientos, de restricciones durante largos periodos de tiempo, de aplicación de muy estrictas medidas incompatibles con una vida normal, la población china está al límite. Y esa enorme ola de descontento es muy inhabitual en China. Y más aún que se haya transformado en un rabia desbocada y explicita contra el gobierno Chino. Además, los ciudadanos están especialmente indignados por constatar que China no parece que haya evolucionado en los últimos tres años. En efecto, mientras que el resto de los países del mundo ya no aplican restricciones y han vuelta a la normalidad, China sigue enclaustrada por las severas medidas de covid cero. Como ejemplo anecdótico, con ocasión de la celebración de los mundiales de futbol de Qatar, la censura (el aparato de control social en China es impresionante ya que cuenta con un apoyo tecnológico sin precedentes) manipulaba las imágenes para que se viera a menos espectadores en las gradas y evitar así poner en evidencia que en otros países se ha alcanzado ya la situación precedente a la pandemia.
El símbolo de este malaise y lucha social ha sido la hoja en blanco (tamaño A4) esgrimida físicamente por los manifestantes. Algunos comentaristas, quizás con un exceso de entusiasmo e ingenuidad, han llegado a bautizar este movimiento como la revolución de la hoja en blanco. Con esa hoja se dice todo (todo es potencial en las hojas en blanco) y no se dice nada. De esta forma suponen una protección contra la censura y la mano dura de las autoridades chinas al tratarse de un cartel sin mensaje expreso y explícito. Sutilezas del alma china. La primera vez que se utilizó la hoja en blanco como expresión de crítica de las políticas gubernamentales fue en Hong Kong en 2020 contra las leyes de seguridad nacional puestas en marcha en aquella época.
Esta intensidad de las protestas se debe a la indignación de la población porque se está rompiendo un pacto social implícito con el gobierno chino que ha funcionado todos estos años y además de forma extremadamente exitosa. Cuando las reglas dejan de aplicarse o una de las partes ya no cumple, es cuando o bien hay que cambiar el pacto o bien hya que exigir su cumplimiento a la parte que lo ha vulnerado. Así en los últimos años la prosperidad y el crecimiento colosal de China se explica en gran manera por la vigencia de este acuerdo: “Usted déjeme, vivir, prosperar, gestionar autónomamente el ámbito de mi vida privada y yo le dejo a Usted mandar, gobernar, hacer política y decidir por mí en el ámbito de lo público”. En estos momentos, el pacto se ha roto y los ciudadanos se sienten legítimamente estafados porque una de las partes, el gobierno chino, no está cumpliendo con lo acordado.
¿Cómo ha evolucionado la respuesta del gobierno chino al respecto? En una primera fase, con la represión más absoluta. Se ha empleado gases lacrimógenos contra los participantes de las protestas y se ha procedido a detenciones masivas (incluso a periodistas occidentales). Por otro lado, el gobierno es especialmente activo en el control de internet poniendo todo su empeño en retirar y suprimir videos que estén a favor de las protestas y muestren abiertamente el apoyo a las marchas.
Sin embargo, el gobierno chino se dio cuenta que ni siquiera con esta reacción implacable iba ser capaz de apagar la indignación social. Por ello se ha visto obligado finalmente a ceder. Aunque este golpe de timón, como veremos más adelante, puede tener unas consecuencias trágicas para un parte importante de la población.
El 7 de diciembre de 2022 el gobierno chino prácticamente procedió a levantar todas las restricciones que caracterizaban su política de covid cero. Ahora se invoca la responsabilidad personal e individual para la gestión de la pandemia. Así, uno de los periódicos como el People’s Daily, la voz de su amo del Partido Comunista Chino, ha instado a los ciudadanos a “que sean responsables de su propia salud”. Parece que los números oficiales de contagios están disminuyendo aunque como siempre con los datos públicos en China debemos ser más que escépticos. De hecho, en encuestas no oficiales, el porcentaje de residentes de Pekín que ha reconocido que se ha infectado por la covid es cercano al 39%. Por otro lado, el enfoque frente a los enfermos de covid ha cambiado radicalmente. Así como hasta hace muy pocos meses, los enfermos de covid estaban claramente estigmatizados socialmente e incluso se les culpabilizaba de no haber tomado las suficientes precauciones para evitar el contagio, ahora se les percibe como algo más que normal. De esta forma, mucho gente comparte en las redes su condición de infectado. Por lo tanto, el nuevo posicionamiento del gobierno consiste en afirmar que la covid en su variante Omicron no es peor que una gripe y se invita a la población, como ya se ha hecho en el resto del mundo, a tener un mínimo de precaución, evitar la interacción social y quedarse en casa si resultan infectados.
Aquí el tema son las vacunas. Si en occidente hemos podido levantar progresivamente los confinamientos y las limitaciones asociadas a la covid, se debió a una compaña masiva y efectiva de vacunación previa. Y digo efectiva ya que las vacunaciones desarrolladas por China no tienen la misma potencia preventiva que las occidentales. Por ello, no es descartable que la supresión de todas las medidas anti covid pueda tener un efecto dramático en términos de muertes de ciudadanos chinos. The Economist ha publicado un modelo que resulta especialmente preocupante llegando a la conclusión de que el número de víctimas de la covid que pueda tener lugar en los próximos meses puede alcanzar el millón y medio de ciudadanos chinos. En este sentido todo dependerá de que el sistema hospitalario resista (lo que no es evidente) y de si finalmente el gobierno chino autoriza el uso de vacunas occidentales (con la correspondiente perdida de mianzi o cara). Solo de esa forma se podrá evitar la catástrofe sanitaria que hemos apuntado.
Como conclusión final, cabe afirmar, y esto es positivo, que cuando el gobierno chino se siente muy presionado, al final, reacciona. Cualquier cosa salvo que se produzcan tensiones sociales que puedan poner en peligro la hegemonía del Partido Comunista en el monopolio del uso del poder político. Sin embargo, que nadie se haga ilusiones de que este pueda ser el principio de un cambio estructural o de una democratización de China. Al contrario, es una concesión acotada y específica para el mantenimiento del poder como hasta ahora. Por lo tanto, las cosas no parece que vaya a cambiar sobre todo si vuelve a resultar aplicable el pacto social gobierno-población mencionado antes.