ALICANTE. La población mundial aumenta a un ritmo vertiginoso. Desde 1950 hasta 2020 ha crecido en más de 5.200 millones de personas, a un ratio de crecimiento medio de 1,62% anual. Aunque este repunte tiene una tendencia ligeramente negativa desde finales de los años 80, según un informe de las Naciones Unidas (ONU), se prevé que aumentará en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, es decir, de 7.700 millones en la actualidad a 9.700 millones en 2050. A finales del siglo se espera que alcancemos un pico en 11.000 millones de habitantes en el mundo.
Y no solamente tenemos ratios de crecimiento positivos, sino que además las expectativas de vida se alargan cada año gracias a las mejoras en la alimentación y en las condiciones médicas, engrosando así la parte alta de la pirámide poblacional global. El informe de la ONU también destaca la importancia de los cambios resultantes en el tamaño, la composición y la distribución de la población mundial y en su impacto directo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La FAO, agencia de las Naciones Unidas que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre, destacó ya en 2009 en su informe Global Agriculture Towards 2050 que la demanda de alimentos seguirá creciendo hasta un 70% para hacer frente a la demanda mundial. Como retos a resolver en las próximas décadas, la FAO señala la cada vez menor disponibilidad de tierras de cultivo, la cada vez mayor demanda de agua, y todo ello, dentro de un contexto de empeoramiento climático. Para hacer frente a esta demanda la introducción de la tecnología en los procesos es imprescindible. El objetivo es lograr asegurar la continuidad de la producción alimentaria, la calidad de la misma y que esté al alcance del consumidor final sin aumentar los efectos de gas hibernadero que liberamos, así como otros impactos medioambientales negativos.
La digitalización de la agricultura es un primer paso para optimizar la productividad por área cultivada. Consiste en la utilización de Big Data y de la tecnología de medición (GPS, sensores y robótica) para hacer agricultura de precisión, es decir, poner las simientes necesarias, la irrigación correcta y los fertilizantes necesarios. La tecnología también sirve para que la ganadería sea más eficiente, las plantas y los cultivos sean más resistentes a los cambios climáticos, a las plagas y permitiendo mayor calidad nutricional para el consumo humano. Más allá de los procesos productivos de los alimentos hay que centrarse en mejorar la eficiencia de la distribución de los mismos, según la FAO hay un desperdicio de alrededor de 30% de la producción global de alimentos.
La identificación de los riesgos a los que se enfrenta la producción agrícola mundial, así como los pasos que se debería seguir está recogido en este artículo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): Taking a holistic approach to agricultural risk management.
Está claro que los grandes cambios estructurales en la demografía, en la sociedad y en la tecnología están transformando el mundo. Los inversores deben identificar estos motores de crecimiento futuro y aumentar su exposición en productos financieros que se basan en estas temáticas. Para quien quiera tener exposición a esta temática existen varias alternativas que pueden ser interesantes para incluir como componente satélite de una cartera de inversión. Estos últimos años han aparecido numerosos productos financieros como fondos de inversión y ETFs, que abordan esta temática para sacar rentabilidad.
Para más información acuda a su EAF (Empresa de Asesoramiento Financiero) o a su banco si ofrece arquitectura abierta.
René Bauch es asesor financiero de la EAF alicantina gCapital Wealth Management, EAF que asesora el fondo Gestión Boutique gCapital Total Market (ES0116831050). Puede contactar con el autor para solventar cualquier duda o interesarse por los servicios de gestión patrimonial de gCapital escribiendo a [email protected] o [email protected]