VALÈNCIA. Náquera, Torrent, Algemesí, Genovés, Chiva, Massamagrell, Xirivella, Godella, Rocafort, Albal, Albalat dels Tarongers y San Antonio de Benagéber. Esta docena de municipios tienen una característica política en común: que sus gobiernos los ha muñido PP y Vox en coalición. Ocurre como en la propia capital provincial: València. En Náquera la alcaldía recae en el voxista Iván Expósito; en el resto de poblaciones lo hace en máximos munícipes del PP.
El acuerdo, de hecho, resulta básico en la gestión de las alcaldesas de los dos primeros municipios de la provincia en número de población: València y Torrent. En este segundo la candidata popular y máxima munícipe hasta 2015, Amparo Folgado, necesitaba de los cuatro votos de Vox para sumarlos a sus nueve y ganar la investidura. De lo contrario la vara de mando la hubiera izado el socialista Jesús Ros.
En una situación similar se hallaba la actual máxima munícipe de Xirivella, la también diputada autonómica Paqui Bartual. En su caso había llegado a empatar a nueve concejales con el PSPV del hasta junio alcalde Michel Montaner; no obstante, este la superaba en votos vecinales.
Al igual que Folgado, pocos días antes del pleno del 17 de junio llegó a un acuerdo con Vox para reparto de delegaciones. Siempre supervisado por la dirección nacional de la formación que preside Santiago Abascal, que es quien autoriza y rubrica cualquier pacto autonómico y local en su nombre, algo que no deja de sorprender a quien delega el PP en sus negociaciones, más amigo del ámbito municipal con traslación a las direcciones provinciales y autonómicas.
En Godella, Algemesí, El Genovés o Rocafort –o en el caso citado en el primer párrafo de la única alcaldía voxista de Náquera, donde la lista liderada por Expósito ganó las elecciones y obtuvo cuatro ediles por tres populares sobre el total de 13-, la firma resultó relativamente sencilla por tratarse de dos únicos socios, ya que entre PP y Vox alcanzan o rebasan la mayoría absoluta.
Por el contrario, en Massamagrell, San Antonio de Benagéber o Chiva se complicó por necesitar, en los tres municipios, la participación de una formación local. Sin sus votos, no había alcaldía. En Albalat dels Tarongers, además, pese al respaldo inicial al PP junto a los dos representantes de una agrupación de electores autóctona, Vox no asume áreas de gestión.
En San Antonio de Benagéber incluso ha alcanzado el extremo de que Compromís alineó sus sufragios con los de dos ediles de Vox y con otros tantos del PP para que la única de Ucin, Eva Tejedor, fuera proclamada alcaldesa. Un tercer concejal popular se desmarcó, aunque su voto no resultaba decisivo para la investidura. El objetivo de los siete firmantes consistía en que no siguiera el alcalde hasta entonces, que pertenece a la formación local Aisab, Enrique Santafosta.
Para mayor complejidad, el gobierno local se halla integrado por la máxima munícipe y los dos ediles del PP (Luis Trejo y Pedro Pérez) que la respaldaron. Vox y Compromís –formaciones antagónicas- se han desmarcado oficialmente de esa gestión, aunque apoyan en el pleno.
Los dos partidos, en general, se han buscado y se han encontrado cuando de unirse dependía gobernar en algún municipio de la provincia. No obstante, existe la relevante salvedad de Tavernes Blanques. Esta población podría asimilarse, en cuanto a reparto de ediles, a algunas antes citadas como Algemesí o Godella.
El PP, con Arturo Ros al frente, ganó las elecciones, sumó seis concejales sobre el total de 13 y se quedó muy cerca de la mayoría absoluta. En este caso, a un edil, justo el que tiene Vox en la persona de Laura Carrasco.
No obstante, al contrario que en la docena de poblaciones antes citadas, no ha habido conexión. O más bien ha ocurrido lo contrario, porque su negociación se limitó a una reunión días antes del pleno de investidura que acabó sin acuerdo. Desde entonces ya no se han sustanciado más aproximaciones.
Tampoco se produjo desde el inicio acuerdo en el pequeño municipio de Loriguilla que, pese a apenas rebasar los 2.000 habitantes, destaca en los últimos años por una especial casuística política. La mayoría absoluta se cifra en seis concejales sobre 11. PP obtuvo cinco el 28 de mayo, y Vox, uno. La lógica genérica diría que el pacto podría rubricarse con relativa sencillez, como en El Genovés o Rocafort. No obstante, existe una clave personal que lo desbarata.
El cabeza de lista de Vox, José Javier Cervera, es hermano de la alcaldesa, Montse Cervera, de Unión de Ciudadanos Independientes (Ucin). Esta logró tres concejales y el PSPV, su socio de gobierno en el tramo final del pasado mandato tras presentar una moción de censura al alcalde de Ciudadanos, dos. Por consiguiente, PSPV y Ucin suman cinco también, y mantienen una enemistad manifiesta con el aludido ex primer edil de Cs y candidato, el pasado 28 de mayo, del PP, Sergio Alfaro.
En esta tesitura, y pese a la consigna de Vox de pactar con el PP, Cervera tuvo claro que su primera lealtad era con su hermana. La consecuencia fue que Vox lo expulsara de manera inmediata. Ahora ejerce de edil no adscrito, al igual que la otra Cervera (Montse) lo hizo el último año del pasado mandato tras darse de baja del PP, su expartido, tras no respaldar su moción de censura.
Toda una historia inusual y llena de matices que no constituye, ni mucho menos, la norma en las relaciones de pactos locales entre PP y Vox en la provincia de Valencia. De momento, y salvo la renuncia del número dos voxista en Náquera por desavenencias en los entresijos del acuerdo, donde gobiernan ambas formaciones lo hacen sin críticas externas ni estridencias. Si surgen divergencias, "cada cual se encarga de sus áreas”, resumen desde uno de los municipios afectados. Siguen el modelo de la Generalitat.