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el cudolet / OPINIÓN

'Luisito' Martí: buen católico, caballero ejemplar y valenciano de cine

25/05/2019 - 

Luisito para los amigos, cariñoso alias concedido a este distinguido caballero español, con el beneplácito de la venerable sociedad valenciana de primera mitad del siglo pasado. Católico por convicción, la ciudad vio crecer a Luis Martí Alegre a finales del siglo XIX. De profesión, muchas, variadas y notables. En primera línea de combate, el “alegre” empresario de la segunda generación de los dulces -Postres Martí-, negocio familiar establecido en la extinta Bajada de San Francisco, pintoresca calle reducida a cenizas de los escombros vulcanizados por la incomprendida modernización del centro histórico. Trabajador incansable, Martí respondía así al Marqués de Sotelo, alcalde de la ciudad que llevó a término la gran reforma de la actual Plaza del Ayuntamiento: “Vosté em tira de casa però demà estic despachant”, tras el inminente derribo de la casa familiar de los Martí por la visita relámpago del monarca a la ciudad de València. Luisito mostraba músculo reflexivo en el trasvase social del vecindario de los nuevos refugiados, que recayeron en calles adyacentes parapetados en un obligado destierro. Está bien higienizar los pilares de la memoria, pero hasta cierto punto. La centralidad del gigantismo siempre es amiga de la piqueta, glaseada por el edulcorante del cemento gris y azuzada por el beneficio de la lúgubre lápida de la modernidad. Imagínese por un momento, deténgase en el tiempo, visualice la València inmortal de otros tiempos, amurallada, vestida de castillos, disfrazada de palacios y urbanizada de conventos e iglesias. Si ya nos visitan por nuestras fiestas, monumentos, playas o arroces, no cabría ni un solo alfiler en el romántico pajar arquitectónico del Cap i Casal.

Martí, ilustre caballero de la Devallada de Sant Francesc, cabalgó notablemente en la escritura popular de la literatura valenciana. Sainetero por devoción, El Fava de Ramonet, divertida comedia escrita por este valencià de cuna, le catapultó a los cielos del séptimo arte. De facto, Luis García Berlanga, descendía de la heráldica materna del empresario de los postres. La armadura de Martí pesa en la memoria histórica de la gobernabilidad de una ciudad controlada ferozmente por la oscura dictadura militar, “distinguida sociedad”, diseñada, creada y planificada a posteriori de la maldita Guerra Civil española. El azucarado dirigente valencianista de alma franciscana fue uno de los personajes más influyentes de la València del siglo pasado. El palmarés del “pintoresco” autor teatral fue brillante. Le pegó a todo. Escritor, músico, dramaturgo, filántropo, fallero, empresario, presidente de presidentes como Luis Casanova, con el que mantuvo una estrecha relación. En el mismo año, en 1933, se estrenaba El Fava de Ramonet, película de cine sonoro en lengua valenciana reproduciendo la obra de Martí, al mismo tiempo que la familia Casanova desembarcaba en el consejo de administración de la Compañía Industrial Film Español, S.A (Cifesa).

El medallero olímpico del “exaltador de València” fue diverso. “Tutor de los pobres”, así lo definía en un artículo publicado en la revista Valencia Atracción el escritor Ricardo García López, alias K-Hito tras la concesión de la Gran Cruz de la Beneficiencia por el Consejo de Ministros a principios de los sesenta. Luisito, alma mater de las fiestas josefinas, representó cargos de responsabilidad en las principales instituciones valencianas. Presidió, entre otras, el Consejo de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, el Círculo de Bellas Artes, la Asociación Valenciana de la Caridad, la Junta Central Fallera. La ejemplar figura de Martí Alegre en el ámbito de la solidaridad es amplia, convirtió la Casa de la Caridad en el Palace hotel de los pobres. El arroz nunca faltó en el menú de la generosidad. A Luisito le hechizó el trabajo, cualquiera que fuere. La pasión por la pintura endulzaba la vida de este moderno humanista. El pintor Genaro LahuertaLópez lo retrató en un óleo inmortalizando su figura, pintura depositada en los fondos de la pinacoteca de la Fundación Bancaja. La ciudad también le recuerda en su callejero. A mí me lo refresca otro Luis, de apellido Fernández, autor de Las calles y su historia. Anécdotas y protagonistas del nomenclátor de València (Drassana, 2018), sabio cronista cuando recurro al tombe para cualquier consulta callejera. Un año después de la necrológica de Luisito en 1973, la guía urbana le condecoró con otro metal en forma de plaza memorizada en la Ciudad del Artista Fallero, ubicada en el distrito de Benicalap. Pongamos una cruz en el mes mayo. Mañana celebramos la fiesta de la democracia, a Luisito le hubiera gustado.

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