Hoy es 16 de octubre
VALÈNCIA. Lo anunció a mediados del año pasado: José Mallent ha decidido bajar la persiana. Se jubila. Cuando lo tuvo claro, colgó los carteles de ‘Liquidación Total’ que presiden ahora los escaparates, y se dedicó a esperar la hora del retiro. Pasan los días y la tienda sigue abierta, pero el contador del reloj, la marcha atrás, sigue inexorable. El margen que queda es cada vez menor. Octubre, noviembre, puede que diciembre, Mallent no acabará 2018 y su tienda, uno de los comercios históricos de la ciudad de València será sustituido por otro negocio. Adiós a 76 años de existencia ininterrumpida, de tradición, de proximidad.
En principio, según relata el propio Mallent, en el establecimiento se instalará un restaurante de una franquicia. No sabe más; él es el inquilino, no el propietario. Signo de los tiempos, una de las tiendas de sastrería más conocidas de la ciudad, que servía a su vez como proveedor de telas y forros para sastres de toda la provincia, será sustituida por un local diseñado por una multinacional. Lo nuevo lo viejo, lo global y lo local. Es algo usual. En Londres, en el 84 de Charing Cross Road, donde se hallaba una librería que dio pie a una novela epistolar de Helene Hanff (después obra de teatro y más tarde película), ya no queda ni rastro del comercio original. Ahora hay un MacDonald’s y una placa en la fachada recuerda la historia.
Es una tarde cualquiera de un día laborable. Francisco Alejo, 51 años trabajando allí, medio siglo de lealtad, atiende a un cliente mientras José Mallent narra la historia del edificio Dasí donde se ubica el comercio. Obra de Cayetano Borso di Carminatti, de inspiración centroeuropea, se comenzó a construir antes de la Guerra Civil, quedó paralizado por el conflicto, y no estuvo concluido hasta 1942. La escasez de la posguerra se puede intuir en la sencillez de sus acabados; la excelencia del concepto, en su armonía.
José Mallent no tiene móvil ni correo electrónico. Se le ve cómodo recordando los orígenes de lo que en su día fue Paños Mallent, cómo su abuelo creó el local para su padre, José Mallent Cebrián, y su tío, Aurelio Mallent Cebrián. Habla sin nostalgia, como si en el fondo no creyera que fuesen a cerrar. “Toda la vida fue Paños Mallent. El logotipo de hecho tiene la P. Pero con el paso del tiempo la gente no entendía qué significaba la palabra. Algunos venían y me preguntaban que era eso de ‘paños’. Fue entonces cuando opté por quitar la palabra y dejar sólo Mallent”.
La tienda resistió el envite del fin de la renta antigua porque, como explica, habían actualizado constantemente su alquiler. Contra lo que José Mallent no ha podido luchar ha sido con lo inexorable. Sus hijos han hecho sus vidas con otros negociados. “El mayor es arquitecto, la segunda maestra y el tercero trabaja en una multinacional”, enumera. No hay relevo. No habrá tercera generación en Mallent.
Aunque la tienda cierra arrollada por la modernidad, paradójicamente los anuncios con los que se dio a conocer, las tarjetas de comprador detallista (en realidad folios firmados por los propietarios del local y el cliente) se venden en la red, son objetos preciados para el universo digital. ‘Trajes-Gabanes-Gabardinas. María Cristina, 5 –Valencia. Teléfono 51869’, reza una de las publicidades, disponible por 12 euros. Los usos y costumbres han devorado al local, pero no su encanto de otro tiempo, que algunos describirían como vintage.
Mallent, la tienda, ocupa tres alturas: primero, bajo y sótano. En este último es donde trabaja el sastre, Felipe García, sevillano, de Triana y del Betis. Para acceder al sótano hay que bajar por una escalera ornamentada con unos pocos posters del Valencia Club de Fútbol: el equipo que ganó la Liga del 71, el de la Recopa del 80, el de la temporada 2001-2002… “Es que soy del Valencia”, bromea Mallent.
Ya en el sótano, describe el espacio. “Aquí está nuestro despacho. Todo esto es almacén. Como vamos a menos hay pocos trajes, pero aquí habían cientos…”. En un aparte, García se afana con la chaqueta de uno de ellos mientras le observa Loli, en prácticas por un convenio de la Generalitat. A ella le da “mucha pena” que cierren. García frunce los labios con una media sonrisa. 45 años “cosiendo”, 11 en Mallent, dice que no sabe hacer otra cosa.
Arriba, en la planta baja, en una de las estanterías se puede ver el retrato de José Mallent padre. “Hablaba inglés y francés”, recuerda José Mallent hijo con la fotografía en las manos. “Aquí debe ser cuando tenía 90 años y murió poco después, con 95”. La fecha, 22 de octubre de 2010. El funeral fue en la iglesia de los Santos Juanes, seis días después.
“El problema es que la industria textil española ha desaparecido”, reflexiona José Mallent. “Yo antes iba todos los meses a Sabadell a comprar telas, y los representantes de las fábricas siempre que podían venían por aquí. Ahora ya no quedan apenas fábricas en Sabadell. Ahora todo tiene otro funcionamiento”.
Nos estamos quedando sin tiendas de proximidad, cierres silenciosos bajo el discurso de un falso progreso del que nadie se hace cargo ni aparece en el argumentario político