Hoy es 11 de octubre
Hagamos el ejercicio de creer que Pedro Sánchez, que ha recuperado la sonrisa después de su pseudodimisión, está profundamente preocupado por las fake news y que su denuncia sobre la "máquina del fango", con toda la teatralidad que le ha echado, no obedece a un intento de acabar de enfangar todo para que cualquier cuestionamiento de las actividades de su cónyuge parezca una operación de "la derecha y la ultraderecha" que pone en peligro la democracia.
Sin comprarle todo el discurso apocalíptico, admitamos que tenemos un enorme problema con las noticias falsas, que no es de ahora. Un problema que se nutre de la falta de escrúpulos de algunos políticos, periodistas y medios de comunicación; de la ausencia de mesura en las redes sociales; del seguidismo irresponsable de medios y periodistas considerados serios que buscan clics a cualquier precio, y, finalmente, de las tragaderas de buena parte de la población, sea por pereza, por falta de cultura o por fanatismo, o por todo a la vez.
Admitamos eso, pero, antes de las propuestas para combatir este fenómeno, separemos el grano de la paja y exijamos al presidente doliente y a Begoña Gómez una explicación ante lo publicado por El Confidencial, que es un medio serio. Una petición de aclaración que no supone pretender que las esposas de los presidentes se queden en casa, ya que entre quedarse en casa –como no dijo Feijóo– y tratar de influir en una adjudicación de un concurso público hay muchas actividades profesionales que la cónyuge de un presidente puede desempeñar sin levantar sospechas. Una respuesta a la pregunta: ¿Le parece correcto que la esposa del presidente del Gobierno firme cartas de recomendación para empresas que compiten en concursos convocados por el Gobierno?
Reformulada para los periodistas y medios de uno y otro lado: ¿Les parecería bien que la pareja de Isabel Díaz Ayuso se dedicara a firmar cartas de recomendación para empresas que compiten en concursos convocados por el Gobierno de la Comunidad de Madrid? ¿Escribirían lo mismo que están escribiendo ahora sobre las cartas de Begoña Gómez o dirían justo lo contrario?
Antes de las propuestas, habría que acotar lo que Sánchez ha calificado –en sus dos únicas entrevistas tras el amago de espantada, concedidas a RTVE y la Cadena Ser–, de "pseudomedios" contra los que hay que luchar para defender la democracia. El presidente no dio nombres pero sí pistas, según las cuales son 'pseudomedios' los medios de "la derecha y la ultraderecha" que lanzan "bulos" sobre el Gobierno, el presidente y su esposa.
Es obvio que existen los 'pseudomedios', como existen los curanderos vía internet, porque es muy barato montarse una web con formato de periódico y ponerse a publicar textos supuestamente noticiosos. No confundir con mal periodismo de algunos medios. Pero, ¿dónde ponemos la línea? ¿Son 'pseudomedios' los digitales que algunos gobiernos auspician para tener más cabeceras dóciles? Lo que no parece admisible es que el criterio para señalar a unos u otros sea el que diga el presidente del Gobierno, que por lógica es el principal blanco de las críticas de la prensa.
La primera propuesta, ante cualquier bulo o calumnia, es que se ejerzan los derechos que ya existen en nuestro ordenamiento jurídico. Begoña Gómez, como cualquier ciudadano, dispone del derecho de rectificación ante el medio que publique algo incierto –no lo ha ejercido en el caso de El Confidencial, salvo para matizar un titular–; y para resarcirse de los daños causados puede acudir a la justicia, que es igual para todos. Igual de lenta, desgraciadamente. De hecho, según publicó elDiario, la esposa de Sánchez se ha querellado por injurias y calumnias contra una señora que en un pseudomedio afirmó que Gómez era transexual y estaba relacionada con el narcotráfico. Le reclama, además de una disculpa pública, una indemnización de 100.000 euros. Más de 700 condenas al año, de media, se ponen en España por injurias y calumnias. Fuera del ámbito penal, existe la demanda civil por vulneración del derecho al honor, a la integridad personal y familiar y a la propia imagen, con derecho a indemnización.
La segunda propuesta es que haya más transparencia. Se preguntaba Sánchez quiénes son los dueños de lo que llama "pseudomedios". Pues en su mano está que se sepa, más pronto que tarde, porque este mes entra en vigor la Ley de Libertad de Medios de Comunicación, aprobada por el Parlamento Europeo y de aplicación inmediata en todos los estados miembros, que obliga a que los medios publiquen los nombres de sus propietarios directos o indirectos. No solo eso, también deberán declarar la cuantía y procedencia de la publicidad institucional, que es la vía por la que los gobiernos premian a los medios afines y castigan a los críticos.
De paso, Sánchez podría animarse a publicar cada año la lista de medios que reciben publicidad institucional de su Gobierno. La Generalitat sí lo hace, si bien con un año de retraso (aquí la última publicada). Y ya que estamos, La Moncloa podría repartirla mejor. La publicidad institucional en la prensa digital se reparte, si nos fiamos de la versión oficial, en función de la audiencia de cada medio –salvo los digitales de fuera de Madrid, que estamos excluidos, como si no hubiera vida más allá de la M-30–, lo que provoca una batalla por contabilizar visitas que va en detrimento de la calidad del periodismo. Los contenidos basura con titulares gancho que solo buscan contabilizar visitas se leen –es un decir– y se comparten a más velocidad que las informaciones y reportajes elaborados.
Si en lugar de comprar voluntades con publicidad institucional quisieran premiar el periodismo de calidad, deberían repartir ayudas en función del número de periodistas fijos en plantilla, dato para el que solo necesitarían consultar a la Seguridad Social. Los 'pseudomedios' no suelen tener mucho personal.
Una última propuesta, que tampoco es nueva, sería hacer pedagogía entre la ciudadanía, desde los colegios, para que no se crea ni reenvíe cualquier ‘noticia’ que le llegue por Whatsapp. Y que en lugar de buscar las mentiras que se ajustan a su ideología, deje de confiar en aquellos medios que publiquen falsedades. No es tan difícil identificarlos.
También ayudaría que los políticos, empezando por Pedro Sánchez, dejaran de mentir.